Urnas

La crisis en Gaza marca la reelección de Al Sisi como presidente de Egipto

En unas elecciones en Egipto sin sorpresas, el general tendrá que lidiar con la alta inflación y la posible llegada de miles de refugiados

Egipto comenzó ayer la celebración de unas elecciones presidenciales –un proceso que se prolonga hasta mañana martes— que arrojan pocas dudas sobre el resultado: la más que probable victoria del actual jefe del Estado, Abdelfatah al Sisi, que iniciará, si no hay sorpresas, su segunda década en el poder y su tercer mandato presidencial. Protagonista inesperado del golpe de Estado de julio de 2013 –el antiguo mariscal de campo era entonces ministro de Defensa— contra el gobierno de los Hermanos Musulmanes, el veterano mandatario logró la victoria en las urnas un año más tarde y, posteriormente, en 2018. En ambos comicios Al Sisi, de 69 años, logró al menos el 96% los sufragios.

No parece previsible que la grave coyuntura económica que padecen los ciudadanos egipcios vaya a pasar factura en las urnas a Al Sisi, que, con todo, se enfrentará a tres candidatos más: Farid Zahran, líder del Partido Democrático Social, Abdel-Sanad Yamama, de la formación liberal Al-Wafd, y Hazem Omar, cabeza electoral del Partido Republicano del Pueblo. Todos ellos políticos con poco predicamento popular.

Desde el golpe de Estado contra el presidente islamista Mohamed Morsi –el primero elegido democráticamente en la historia de Egipto—, los Hermanos Musulmanes, movimiento de origen egipcio ilegalizado en 2013 y declarado «terrorista» por el propio Al Sisi, no pueden concurrir a ningún proceso electoral en Egipto. Vencedores en las primeras elecciones libres celebradas tras la Primaveras Árabe, los islamistas sufren hoy, una década más tarde, la exclusión política –y la persecución— en países como Egipto o Túnez.

La última década egipcia ha estado marcada por la pulsión autoritaria de Al Sisi –que liquidó las instituciones representativas nacidas de la Primavera Árabe aunque puede atribuirse la estabilización del convulso panorama político y social de aquellos años— y la mala gestión económica, por lo que la previsible victoria en las presidenciales del mariscal Al Sisi augura la permanencia de las líneas maestras de la gestión.

Miles de opositores han sido perseguidos por delitos políticos, con el resultado a menudo de la detención y la cárcel. La justicia ha sido otra de sus víctimas, como también ha sido el caso de la libertad de prensa. El pasado mes de octubre, varias organizaciones internacionales de derechos humanos denunciaron «el uso masivo y sistemático de la tortura por parte de las autoridades egipcias». Tras su segunda victoria electoral, en 2019 Al Sisi extendió la duración de los mandatos de cuatro a seis años y reformó la Constitución para poder presentarse una tercera vez a las elecciones, por lo que, de ganar otra vez, los próximos deberían ser sus últimos seis años en el poder.

A pesar de su empeño reformista destinado a estimular la economía, la población egipcia sigue sin ver resultados positivos. La pandemia y la guerra en Ucrania –la subida de precios de los cereales ha castigado sobremanera al primer importador de trigo del mundo— dieron el golpe definitivo a la economía egipcia. La inflación ronda el 40% y la divisa egipcia, la libra, ha perdido desde el pasado mes de marzo la mitad de su valor mientras la deuda pública se ha triplicado. El resultado es que dos tercios de la población egipcia viven por debajo del umbral de la pobreza. El descalabro económico no ha impedido que el antiguo mariscal de campo haya emprendido una serie de proyectos faraónicos en el país, algunos de los cuales, como la construcción de una nueva ciudad administrativa cerca de El Cairo, han hecho aguas.

En el frente exterior, el régimen actual tendrá que hacer frente en los próximos tiempos a la crisis en Gaza –El Cairo controla el único paso con la Franja, el de Rafah, que no está en manos de Israel—, y al riesgo de que el actual conflicto salpique de lleno a Egipto si una parte de los más de 2 millones de habitantes del enclave palestino acaba hallando refugio en el norte de la península del Sinaí –hasta ahora el mandatario egipcio ha rechazado taxativamente esta posibilidad- y a la guerra en el también vecino Sudán. Abdelfatah Al Sisi contará en su tarea con el apoyo occidental, que lo considera un apoyo fundamental en la lucha contra el terrorismo islamista y la estabilidad regional, así como con el de las monarquías árabes del Golfo y Putin.

Más de 65 millones de egipcios –el país supera ya los 105 millones de habitantes, lo que lo hace el país árabe más populoso— están convocados estos días a las urnas fuera y dentro del país –donde hay instalados más de 9.300 colegios electorales.

Desde la Autoridad Electoral Nacional se aseguraba en la mañana de ayer que «el proceso se estaba celebrando con total normalidad y los colegios electorales registraban una alta participación». Los resultados se conocerán el próximo 18 de diciembre si no es necesaria la celebración de una segunda vuelta.