Francia
El desánimo del fin de ciclo se apodera del macronismo
Los diputados centristas se han visto abocados a una campaña improvisada en la que el presidente se ha convertido en un lastre
Una atmósfera de fin de ciclo se ha apoderado de París. Aunque el presidente francés, Emmanuel Macron, haya repetido en varias ocasiones que no va a dimitir «pase lo que pase» en las elecciones legislativas anticipadas del 30 de junio y 7 de julio y que aguantará en el poder hasta el fin de su mandato en 2027, la sensación de que estamos ante el principio del fin de su mandato está en todos los corrillos políticos desde que anunciara el adelanto electoral ante el varapalo que su hipercentro se llevó en las europeas. En aquella cita electoral, la ultraderecha ganó con un humillantes 31% de los votos, el doble que el partido macronista, Renacimiento.
Aquella decisión sigue siendo incomprensible para buena parte de sus socios políticos, que ahora se ven empujados a hacer una campaña electoral improvisada en la que no creen. Y eso se aprecia en sus caras. Empezando por la del primer ministro, Gabriel Attal, el más fiel de entre los fieles del presidente, que ofreció su propio sacrificio político a Macron la noche de las europeas para convencerlo de no disolver la Asamblea Nacional. Fue en vano. El ímpetu y la vitalidad del joven Attal, características que lo llevaron a Matignon –sede del primer ministro– han dado paso a un cabeza de cartel electoral forzado por las circunstancias, con un trasfondo de desaliento fácilmente palpable en sus intervenciones sobre terreno.
Y como Attal, tantos diputados de esa mayoría presidencial que ahora se ven abocados a hacer una campaña improvisada en la que no creen. Muchos de ellos han quitado la fotografía de Macron de su propaganda electoral y le han pedido que mantenga un perfil bajo en esta campaña. La imagen del presidente ya no es un activo, sino un lastre. «Era un activo en 2017, pero siete años después constatamos sobre terreno que el presidente sufre la agonía de todos los presidentes de la República», reconoce en declaraciones a la cadena BFM Bruno Millienne, candidato del partido centrista Modem, socio de Macron, por la circunscripción de Yvelines.
Otros dirigentes se atreven a ir mucho más allá. Es el caso de quien fue el primer jefe de Gobierno de la era Macron, Édouard Phillipe, afirmando que Macron «ha liquidado la mayoría presidencial».
La justificación de Macron no ha sido suficiente para muchos pesos pesados de su hipercentro. «No puedo hacer como si no hubiese ocurrido nada», justificaba Macron en un discurso a los franceses en la noche electoral antes de anunciar la convocatoria electoral.
Decidió solo, junto a unos pocos asesores. El presidente pretendía crear una especie de efecto de electrochoque en la sociedad tras la victoria arrolladora de la extrema derecha en las elecciones europeas. Según su visión, era la hora de volver a dar la palabra a los franceses de clarificar. Macron siempre pensó que detrás de su humillante derrota había un alto porcentaje de voto de castigo que luego no votaría por la lista de Le Pen en caso de que la pregunta fuese por el Gobierno de la nación. Pero su tesis siembra muchas dudas. Macron confiaba en que la brevedad de los plazos para presentar las candidaturas provocaría caos y concentraría el voto en el centro. Pero esto no ha salido tal y como calculaba.
A la falta de convencimiento de sus candidatos, hay que añadir lo complicado que tienen hacerse oír en una campaña polarizada entre la ultraderecha y el nuevo frente de izquierdas. El espacio centrista ha quedado descafeinado. El bloque macronista intenta presentarse como única opción de racionalidad entre dos bloques extremos que presentan programas económicos irrealizables. Los economistas y la patronal le dan la razón criticando los programas tanto de Reagrupamiento Nacional (RN) como del Nuevo Frente Popular, pero la racionalidad ya poco importa en esta frenética campaña. Cada elemento que entra en debate, el último el antisemitismo tras la violación de una joven judía, acaba siendo un elemento de discordia entre bloques en el que el mensaje del centro queda difuminado.
El último sondeo de IFOP publicado el jueves muestra una ligera recuperación de los macronistas, que estarían en un 22%, aún muy por debajo de la lista ultraderechista, que lidera la encuesta con un 34% de intención de voto y la de la izquierda que llega segunda con el 29%. Pese a todo, el centro confía en una remontada en la recta final de campaña ante los otros dos bloques gracias a oportunidades como el debate entre candidatos a primer ministro que se celebrará el próximo martes.
Cierto que la política exterior y de defensa son, por tradición, el terreno reservado del jefe del Estado, pero el Gobierno tiene maneras de influir en ella durante una eventual cohabitación. La hipótesis del Reagrupamiento Nacional en el poder abriría un gigantesco interrogante sobre el papel de Francia en la construcción europea, que difícilmente avanzaría sin el motor franco-alemán. Macron, que prometió al llegar al poder en 2017 acabar con la extrema derecha, puede pasar a la historia paradójicamente como el presidente que facilitó la llegada al poder de los de Le Pen.
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