Protestas en Hong Kong

El fin de las protestas plantea la pregunta de qué pasará ahora

Un policía frente a las tiendas que han sido desmanteladas en Hong Kong
Un policía frente a las tiendas que han sido desmanteladas en Hong Konglarazon

Hong Kong recupera hoy la normalidad tras el desalojo del principal campamento de protesta democrática, en el que más de 200 personas optaron por ser detenidas antes que abandonar voluntariamente el lugar, dando muestras de la voluntad de un movimiento que parece que sólo acaba de empezar. Dos meses y medio después de que estallara la "revolución de los paraguas", que llegó a congregar a más de 100.000 personas en las calles, un millar de manifestantes fueron testigos en el distrito de Admiralty, centro de la protesta, del punto final de lo que parece ser la primera ronda de desobediencia civil que, de momento, no ha conseguido arrancar ninguna concesión al gobierno.

Los responsables del final de las protestas no fueron el gobierno ni la falta de apoyo social ni las discrepancias entre los activistas o el cansancio tras más de dos meses en las calles.

Técnicamente, fueron dos empresas de transporte público y un edificio privado quienes consiguieron órdenes judiciales para iniciar el desalojo, una situación que fue aprovechada por las autoridades para poner en marcha operaciones policiales sin precedentes para clausurar las zonas de protesta.

Al grito unísono de consignas como "volveremos"o "esto es sólo el principio", ayer fueron evacuados los 209 detenidos durante la operación de liquidación del campamento, todos los cuales fueron puestos en libertad durante esta mañana.

Hong Kong amaneció con el centro financiero despejado de carteles, tiendas de campaña y barricadas, pero con una pregunta que todo el mundo se hace: qué va a suceder ahora.

Joshua Wong, líder de la asociación de estudiantes de secundaria Scholarism y la cabeza más visible de las revueltas, dijo hoy que no tiene un plan a corto plazo que implique la desobediencia civil e insistió en seguir pidiendo la reapertura del diálogo con el Gobierno local sobre el proyecto de reforma electoral.

Una petición con la que trató de buscar, sin éxito, una respuesta a través de una huelga de hambre que canceló cuatro días después por motivos de salud.

Alex Chow, secretario de la Federación de Estudiantes, otra de las agrupaciones instigadoras de las revueltas, dijo el jueves a Efe, momentos antes de ser detenido, que su más inmediata labor será la de buscar más apoyo popular, con campañas de información puerta a puerta por todo el territorio.

Grupos de manifestantes más radicales planean seguir con la campaña de desobediencia civil de forma inmediata, acudiendo en masa a las zonas céntricas de la ciudad para provocar el caos peatonal.

El gobierno local, que optó por no tomar protagonismo activo durante los 75 días que duró la ocupación de las calles, debe ahora poner sobre la mesa los detalles de la polémica reforma electoral que propició la campaña de desobediencia y que pasarán ahora una segunda ronda de consulta pública, no vinculante.

Y los partidos políticos liberales con representación en el Parlamento, que tomaron parte activa en el movimiento, serán los que deben mostrar, desde la tarima política, su capacidad de persuasión hacia un gobierno que aún no ha movido ficha.

La amenaza más fuerte en el foro político es la de que pueda producirse una parálisis legislativa, con el boicot de propuestas como forma de ejercer una mayor presión sobre el Gobierno, cuya imagen ha salido perjudicada tras estos dos meses.

Además, la protesta ha mostrado la aparición de los estudiantes como una posible fuerza política a expensas de los partidos establecidos.

Aunque los manifestantes no consiguieron ningún acercamiento por parte de las autoridades locales o del Gobierno central de Pekín a su objetivo, la libre elección de candidatos a la jefatura de la ciudad para las elecciones de 2017, estudiantes, políticos y analistas coinciden en que la ciudad ya no es la misma.

El movimiento ha sido también el mayor desafío a las autoridad China desde la masacre de Tiananmen, que celebraba el pasado junio su 25 aniversario y una profundización más en las tensiones entre los prochinos y quienes se oponen a la influencia cada vez más presente de la parte continental en Hong Kong