Crisis
La mayoría de los rusos creen que Estados Unidos es el culpable de las tensiones con Ucrania
Desde el endurecimiento de la crisis, el rublo ruso se ha devaluado casi un 10% y han caído las acciones de grandes empresas
Desde hace meses Rusia mira directamente a Ucrania ante lo que puede convertirse en una conflagración sin precedentes en su reciente historia postsoviética. Los rusos solo de reojo, pendientes de otros asuntos, cansados quizás de los conflictos con sus vecinos, convertidos en una noticia habitual que apenas les inmuta, desde que triunfara la Revolución Naranja, en 2004. Ese año, sin duda, supuso un antes y un después en la relación entre ambos países hermanos, que durante siglos compartieron fronteras. Ese frío invierno congeló la buena sintonía vivida hasta entonces, cuando los nuevos partidos tomaron el poder en Ucrania dirigiendo la vista hacia Europa y dándole la espalda a Moscú.
En todo este tiempo, los recelos y desconfianza de los ucranianos hacia Rusia, han crecido vertiginosamente, contrastando con la indiferencia que, a veces, muestran sus vecinos del este, conscientes de que Ucrania no supone una amenaza real, ya que les unen lazos de sangre y seguros de que si tuviese lugar un conflicto a gran escala entre ambos países no podría convertirse en una seria amenaza para su seguridad ya que se sienten superiores militarmente. A pesar de eso, los rusos no desean una guerra y les preocupa lo que acontece las últimas semanas, acusando de la situación actual a los Estados Unidos, según una encuesta realizada por el Centro Levada, que cifra en un 50 por ciento la cantidad de rusos que culpan a Washington y otros países de la OTAN de la reciente tensión, frente al 16 por ciento que acusa del problema a Ucrania. Según los resultados, el 37% de los rusos sí creen probable una guerra con Ucrania y el 20% de los encuestados piensa que de haber guerra sería con Occidente y las tropas de la OTAN.
El coronavirus y la crisis económica son considerados problemas más acuciantes en estos momentos y, aunque nadie piensa en una escalada bélica, sí son muchos los que temen que esta crisis acarree al país más sanciones de las que ya están sufriendo. La incertidumbre ante más restricciones económicas se ha convertido en el principal motivo de preocupación de los rusos, que soportan un estancamiento de la economía. Las sanciones impuestas en 2014 tras la anexión de Crimea y el estallido del conflicto en las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk siguen vigentes sin que se atisbe una relajación en las mismas. La inflación ha crecido más de lo esperado durante los últimos diez años y los ingresos reales de la población se han reducido alrededor de un 15%.
Desde el recrudecimiento en la tensión entre Estados Unidos y Rusia, el rublo se ha devaluado casi un diez porciento y han caído las acciones de las grandes empresas, lo que ha obligado al Banco Central de Rusia a frenar en seco la compra de divisa extranjera, algo que se podría enmendar si se acallaran los tambores de guerra, pero que podría empeorar hasta límites insospechados de llegar a las armas. La pandemia, el otro gran quebradero de cabeza de los rusos, ha hecho coincidir estas semanas de hipotéticas amenazas bélicas con la amenaza real del ómicron, que ha llegado a Rusia de manera incontenible y provocando una inimaginable subida de la curva de contagios, que ayer contabilizaba casi 90.000 nuevos casos en la estadística oficial del Ministerio de Salud.
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