Despliegue militar

Unión Europea y OTAN piden a Rusia dar “marcha atrás” a la concentración militar en torno a Ucrania

Borrel señala que las tensiones y desacuerdos “deben resolverse mediante el diálogo y la diplomacia”

De momento, el Kremlin ha pinchado en hueso. El alto representante de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell contestó ayer con una misiva conjunta de los Veintisiete a una carta que Moscú había decidido enviar por separado a cada Estado miembro, con el objetivo de explotar las divergencias existentes en el club comunitario sobre cómo lidiar con la crisis en Ucrania.

Un nuevo intento más del Kremlin de dividir a los socios europeos que se une a las maniobras para sembrar cizaña entre los Veintisiete y Washington con el ninguneo constante al club europeo. Este pasado martes, desde Washington, el propio Borrell ya anunció que este carta- de la que se desconocen los detalles- constituiría una señal clara de cierre de filas europeo. “Será una buena ocasión para demostrar la unidad europea y quizás el hecho de que no hay Veintisiete países diferentes sino una unión, algo que los rusos no aceptan”. En cuanto al contenido de la respuesta al Kremlin, fuentes europeas explican que no aborda nuevas planteamientos más allá de los explicados hasta el momento. La OTAN también respondió con una única misiva a los requerimientos de Moscú.

A pesar de que los Veintisiete aseguran sin cesar que existe unidad en las cancillerías europeas sobre un ambicioso paquete de sanciones que golpeará con contundencia a Rusia si acaba invadiendo Ucrania, en las últimas semanas se han vivido algunos episodios que están siendo explotados por el Kremlin como la visita a Moscú del mandatario húngaro, Viktor Orban, que causó desconcierto en la capital comunitaria o el infructuoso encuentro con Emmanuel Macron, quien fue despreciado y desmentido por el Kremlin un día después de que el mandatario francés asegurase que Vladimir Putin se había comprometido a no emprender nuevas maniobras militares. A esto se suma la tibieza demostrada por parte de Alemania sobre el gasoducto North Stream II, una tubería polémica que a través del Mar Báltico conecta a Rusia y Alemania, sorteando a Ucrania, y que nunca ha sido bien vista ni por Washington ni por Bruselas ya que aumenta la dependencia energética europea frente a Moscú. Aunque las obras de la infraestructura terminaron en septiembre, el gas no ha comenzado a bombear y puede que no lo haga nunca si Putin acaba invadiendo la antigua república soviética. Si bien el canciller Olaf Scholz siempre se ha mostrado cauto sobre esta posibilidad, en los últimas semanas ha ido subiendo el tono. Muchos, sin embargo, lamentan el bajo perfil del nuevo canciller en esta crisis que supone una prueba de fuego para la inédita coalición germana.

De momento, la UE guarda con celo la envergadura de las sanciones que prepara contra Rusia, lo que también está ayudando a no evidenciar posibles fisuras en la posición europea. A pesar de tanto hermetismo, el abanico de opciones parece claro: los Veintisiete tienen en su poder restringir las exportaciones europeas de productos claves para la economía rusa; cerrar el mercado de capitales a las entidades financieras del país o incluso prescindir de las importaciones rusas de gas y petróleo que suponen en términos globales el 40% y el 26% respectivamente según los datos del primer semestre de 2020.

Según los últimos datos del Ejecutivo comunitario, Rusia es el quinto socio comercial de la UE y representa el 4,8% de su comercio de mercancías. Al contrario, para Rusia la UE es su principal socio y constituye en 37,3% de sus intercambios comercial en 2020. El 36,5% de sus importaciones vienen de la UE y el 37,9 se dirigen a ella. En cuanto a inversión, los Veintisiete son el mayor socio para Rusia y en 2019, este montante ascendió a 311.400 millones de euros.

Dentro de la batería de castigos, también se baraja la posibilidad de desconectar a Rusia del sistema electrónico de pagos internacionales SWIFT, una opción que es vista por Moscú como una declaración de guerra y que parece gustar más a Washington que a los Veintisiete.

La gran pregunta es si, en el momento de la verdad, a los países con más intereses energéticos les temblarán las piernas a la hora de enfrentarse a Moscú. En los últimos meses, las tensiones geopolíticas han hecho que el Kremlin haya comenzado a chantajear a la UE y haya reducido el suministro a través de sus cuatro gasoductos principales que conectan Rusia con los Veintisiete, como modo de aprovecharse también de la escasez generalizada de gas y del repunte de los precios de la energía que pone en peligro la recuperación económica.

En las últimas semanas, tanto EEUU como la UE están llevando a cabo negociaciones con otros países para suplir el agujero que dejará Moscú, si Putin decide responder a las sanciones europeas con el cierre del gas. Este pasado lunes se celebró un Consejo de Energía entre EEUU y la UE en el que se abordó el transporte de gas licuado hasta el club comunitario y la necesidad de encontrar a suministradores alternativos como Qatar, Japón, Noruega, Azerbaiyán, Egipto o Argelia. El problema reside en la falta de infraestructuras para desplazar el gas dentro de la UE y el encarecimiento que esto supondría en un momento en el que las facturas de los hogares europeos registran records. A todo esto se suma que en los últimos meses las reservas de gas europeas han estado de media al 40%, una media de 10 puntos menos que sus niveles habituales en los últimos años. La tormenta perfecta.