Ucrania
Mariupol, el Stalingrado del siglo XXI
Los ucranianos defienden Mariupol con uñas y dientes y hasta la última gota de sangre. La batalla por la ciudad portuaria comenzó el mismo día que la invasión y ha costado
La batalla de Mariupol se ha convertido en el Stalingradodel siglo XXI, sólo que esta vez las tropas rusas son las agresoras que rodean la ciudad y los ucranianos los que defienden su tierra con uñas y dientes, y hasta la última gota de sangre. Tanto es así que el presidente ruso, Vladimir Putin, ha pedido a sus fuerzas que detengan la ofensiva para conquistar los últimos reductos de esta ciudad clave al sureste de Ucrania.
El asalto en la ciudad portuaria empezó el mismo día que la invasión del Ejército ruso, el cual llevó a cabo los primeros bombardeos sobre la ciudad en preparación de la ofensiva terrestre. Sin embargo, esta se topó con una resistencia numantina del Ejército ucraniano, que llegó a destruir hasta 22 tanques enviados por Moscú. Mientras, a unos 70km, el Kremlin ordenó un asalto anfibio masivo desde el oeste con el objetivo de envolver a la urbe.
Para finales de ese mes, y tras la muerte en combate del general ruso Andrey Sukhovetsky, Mariupol ya estaba casi cercada y las tropas rusas quisieron vengar su muerte aumentando los ataques aéreos. Las víctimas civiles empezaban a amontonarse, mientras cientos de miles intentaban huir desesperados. El 2 de marzo, la tenaza alrededor ya estaba casi cerrada y daba comienzo el sitio de la ciudad con hasta 15 horas seguidas de bombardeos, según testigos presenciales, sin diferenciar entre objetivos civiles y militares.
A mediados de la primera semana de marzo las tropas ucranianas lucharon a muerte abriendo un pequeño corredor por el que Kiev consiguió organizar una evacuación masiva de más de 200.000 civiles. Los recursos ya empezaban a escasear mientras Moscú, que incumplió el alto el fuego del 5 de marzo, se negaba a establecer corredores humanitarios mientras bombardeaba a placer con artillería y sus misiles BM-21 Grads zonas residenciales y centros médicos como la maternidad del mayor hospital de la ciudad.
Para la segunda semana de marzo los que se habían quedado, o no habían podido huir, empezaron a cavar fosas comunes donde fueron a parar miles de los que nunca conoceremos el nombre. Sólo el 13 de marzo «los rusos bombardearon 22», según informó el alcalde. Los crímenes de guerra contra los civiles ya eran el pan de cada día. La ciudad apenas tenía alimentos, los heridos no podían ir a los hospitales, pero el 15 de marzo un corredor humanitario consiguió sacar a 20.000 civiles. Aunque lo peor estaba por llegar. Las tropas del Kremlin ya estaban en los arrabales.
La muerte de otro general ruso, Oleg Mityaev, comandante de la 150ª División Motorizada, aumentó las ansias de venganza de Moscú. Y los civiles fueron quienes pagaron el pato sufriendo bombardeos salvajes que no se veían desde la Segunda Guerra Mundial. El 18 de marzo las tropas enviadas por Putin tomaron el aeropuerto, y el 19 comenzó la batalla en la fábrica Azovstal.
Además, el Kremlin comenzaba la evacuación forzosa de «al menos 20.000 ciudadanos», según el Gobierno ucraniano, a varias partes de Rusia. Poco después, el presidente ruso mandó un ultimátum a Kiev para que rindiera la ciudad, pero tanto el presidente Volodimir Zelenski como su alcalde se negaron. El resultado fue demoledor con ataques aéreos cada diez minutos.
En el mes de abril, Mariupol ya se había convertido en un auténtico infierno en la tierra. Cada vez quedaban menos defensores ucranianos y el cerco ruso se estrechaba hacia el centro de la ciudad. El 10 de abril, Kiev perdió el control del puerto y el 80% de la localidad estaba en manos rusas. En ese momento, hasta Zelenski creía que la ciudad ya no podía aguantar más, pero lo hizo. Poco a poco, los últimos soldados ucranianos y del batallón Azov fueron concentrándose en la fábrica Azovstal donde, desde entonces, continúa la lucha y cada vez quedan menos defensores llevando a cabo pequeños contraataques más destinados a escapar que a mantener la ciudad; luchando cuerpo a cuerpo contra los atacantes rusos que, aunque aseguran que controlan la zona, todavía no lo han hecho del todo.
El líder del Kremlin ordenó el jueves al ministro de defensa, Sergei Shoigu, parar el asalto contra la planta industrial de Azovstal, rodeada por el Ejército ruso y donde todavía queda una bolsa de soldados ucranianos y voluntarios extranjeros defendiéndose sin apenas munición, suministros y capacidad para ser reabastecidos. Algo que también recuerda al momento crucial de la batalla de Stalingrado, cuando el Ejército soviético defendió la fábrica de tractores de las hordas nazis en unos combates feroces que cambiaron el rumbo de una batalla que las tropas de Hitler creían ganada. Un momento épico que fue descrito en primera persona por el periodista Vasili Grossman.
«Siempre tenemos que pensar en preservar la vida y la salud de nuestros oficiales y soldados”, justificó Putin. “No hay necesidad de descender a las catacumbas y arrastrarse a través del complejo industrial. Bloquearemos la zona de tal manera que no podrá pasar ni una mosca», añadió. Se cree que desde el inicio de la invasión el 24 de febrero Rusia ha perdido a más de 20.000 soldados, ocho generales y 35 coroneles.
Por otro lado, después de que Shoigu anunciara el jueves que ya controlaban todo el puerto marítimo de la ciudad, añadió que la ciudad “había sido liberada”, contradiciendo su propia información: “cuando la capital de los nacionalistas de Azov”, dijo refiriéndose al batallón de extrema derecha combatiendo en la zona junto a los marines ucranianos, «fue rodeada había unos 8.100 soldados y mercenarios extranjeros, de los que 1.500 se han rendido y ahora sólo quedan unos 2.000 completamente atrapados en la planta de acero de Azovstal. La operación estará completada en unos tres o cuatro días”, aseguró, admitiendo sin quererlo que, de momento, la ciudad no está bajo su control total y, por lo tanto, no ha sido «liberada».
El último episodio de horror conocido sobre Mariupol es la localización a través de las imágenes de satélite publicadas por Maxar Technologies de unas 200 fosas comunes cerca de la ciudad, donde las tropas rusas habría enterrado hasta 9.000 civiles ucranianos en un esfuerzo por ocultar la masacre que tuvo lugar durante el sitio de la ciudad portuaria.
Rescatar a los defensores
Por su parte, el comandante de la 36ª Brigada de Marines del ejército ucraniano, Serhii Volynskiy, hace días que pide a las potencias extranjeras aliadas de Ucrania una “extracción urgente de los defensores que quedan y de los civiles atrapados” en la ratonera de Mariupol, la cual ha sido arrasada por los bombardeos rusos y ya “no existe”, según informó el 18 de abril el ministro de Exteriores ucraniano, Dmytro Kuleba, después de más de siete semanas de ataques constantes por parte de las tropas de Moscú.
Asimismo, se mostró muy preocupado «porque parece que allí el Ejército ruso se ha empeñado en arrasar la ciudad a cualquier coste» El alcalde de Mariupol, Vadym Boychenko, estima que «21.000 civiles han muerto durante los combates», cuyos cuerpos siguen esparcidos por las ruinas de la ciudad, motivo por el que los rusos «están cavando grandes fosas comunes a las afueras para enterrar a los difuntos”. Además, acusa al Kremlin de “haber bloqueado durante semanas los convoyes para evacuar a los civiles” con el objetivo de aumentar la masacre. En estos momentos se estima quedan alrededor de 100.000 civiles atrapados, sin acceso a comida, ayuda humanitaria ni servicios básicos en esta otrora próspera ciudad portuaria donde vivían medio millón de personas.
Mariupol ha estado bajo sitio desde el 1 de marzo. Desde entonces se combate a muerte y las fuerzas ucranianas intentan romper el cerco sufriendo cuantiosas bajas. El jueves pasado alrededor de 500 marines de Kiev y diversos miembros del batallón Azov consiguieron escapar a través de la zona portuaria, desoyendo las demandas del Kremlin para que «depongan las armas y se rindan». Algo que el famoso comandante del batallón, Svyatoslav Palamar alias Kalyna, se negó a hacer ante el temor de que sus miembros fuesen ejecutados.
Sin embargo, Mykhailo Podoliak, asesor de la oficina del presidente ucraniano aseguró que están preparados para realizar una ronda de negociaciones especiales con Rusia para acabar con el bloqueo de Mariupol. «Estamos listos para negociar y salvar a nuestra gente: militares, miembros de Azov, civiles, niños y heridos. A todos porque son nuestros, porque están en mi corazón para siempre», escribió en redes sociales.
El presidente Zelenski hace días que asegura que «Ucrania está preparada para acabar con el bloqueo a través de la diplomacia, pero Rusia no ha indicado que esté preparada para ello», a pesar de que Kiev «ofrece continuamente la posibilidad de abrir corredores humanitarios». Para el ex cómico y líder político sólo hay dos maneras de romper el cerco: «los esfuerzos diplomáticos o que los países occidentales hagan llegar armamento pesado a Mariúpol».
Por su parte, el jueves, el presidente ruso se dirigió directamente a los defensores ucranianos pidiéndoles «una vez más, que quien no haya depuesto las armas lo haga. Rusia garantiza las vidas y promete un trato digno de acuerdo con las leyes internacionales para los que se rindan. Los heridos serán asistidos con ayuda médica cualificada», explicó. Unas palabras que, entre la población ucraniana suenan a vacías después de los crímenes de guerra cometidos en Bucha y otras tantas ciudades alrededor de Kiev y en la zona del Donbás, donde continúa la nueva ofensiva ordenada por el Kremlin.
Más aún, cuando Petro Andriushchenko, uno de los asesores del alcalde de Mariúpol, aseguró a través de un canal de Telegram que «los rusos están disparando a cualquier persona que no lleve la cinta blanca en el brazo, incluidos los civiles», la cual es el distintivo que llevan todas las tropas rusas y que te señala como partidario de Moscú. El de las tropas de Kiev es azul. De esta manera, “pretenden confundir a los francotiradores ucranianos para que disparen contra civiles».
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