Opinión

Putin, viejo y amortizado

El presidente ruso cumple hoy 70 años atrapado en un agujero negro que él mismo ha cavado

El artista ruso Alexey Sergienko posa junto a su obra "Putin con su mascota" dedicada al presidente de su país por su cumpleaños
El artista ruso Alexey Sergienko posa junto a su obra "Putin con su mascota" dedicada al presidente de su país por su cumpleañosANATOLY MALTSEVAgencia EFE

Hubo unos años en los que Vladimir Putincelebraba sus cumpleaños con imágenes que exaltaban su condición de macho alfa, pero es difícil que este 2022 le veamos adentrándose en la naturaleza de la taiga siberiana con su camarada, Sergei Shoigu, para pescar. El presidente ruso cumple hoy 70 años enfangado en una guerra personalista en Ucrania. Putin ha tratado de contrarrestar sus derrotas militares con el anuncio de la anexión ilegal de cuatro regiones orientales, Jersón, Zaporiyia, Donetsk y Lugansk, que todavía están en disputa. La sensación que cunde entre la élite rusa y entre el resto del mundo es que el jefe del Kremlin está perdiendo el control de la guerra. Los soldados abandonan sus puestos en el sureste a pesar de que sus mandos militares les han dado la orden de luchar hasta el final. Rusia no cuenta con los efectivos suficientes para mantener la invasión del segundo país más extenso de Europa y ha tenido que movilizar a civiles. Más de 700.000 personas han abandonado el país en las últimas semanas para evitar ser reclutados. Los rusos -como escribía en estas páginas nuestro inestimable colaborador Vladislav Inozemtsev- están preparados para ver la guerra por las pantallas, pero no para combatir en ella. Si el Kremlin no ha logrado completar con éxito su ocupación con un Ejército regular no parece que pueda hacerlo con una legión de hombres desentrenados y desmoralizados. Los partidarios de la línea dura se enfurecen cada vez más por los fracasos en el frente y piden la cabeza de su viejo amigo Sergei Shoigu, el ministro de Defensa. Putin no les ha dado todavía ese gusto porque es consciente de que Shoigu es su cortafuegos. Cesar a su ministro de Defensa en plena incursión militar sería reconocer que su Ejército se está derrumbando en Ucrania. Además, la salida de Shoigu le podría a él directamente en el disparadero. Y eso es lo que el presidente ruso quiere evitar a toda costa. Fuera del Kremlin su mejor escenario sería la cárcel.

Putin está a sus 70 años atrapado en un agujero negro que él mismo ha cavado. Por eso, ha elevado el riesgo de una confrontación nuclear en su nivel más alto desde el fin de la Guerra Fría. El ex agente de la KGB arremetió contra el «satanismo descarado» de Occidente en el «show» (si se puede calificar de alguna manera) que montó para celebrar la violación de la integridad territorial de Ucrania. Subido en un escenario con los focos de luces de la bandera rusa apuntándole la cara hizo una abominable referencia al «precedente» que, según él, sentó Estados Unidos al lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Fue su discurso más agresivo y disparatado –por el fondo y la forma- de sus 22 años en el poder. «¿Cómo hemos llegado al punto de que nuestro país esté gobernado por un viejo loco con armas nucleares?», escribió en las redes sociales Ksenia Torstrem, una dirigente opositora en San Petersburgo. Nadie sabe qué va a hacer Putin finalmente. «A menudo ni él mismo lo sabe», ha dicho un ex colaborador del Kremlin, Abbas Gallyamov. Lo que sí puede estar seguro es que los ucranianos no piensan doblegarse al chantaje nuclear. Putin no puede romper las reglas internacionales ni el tratado de no proliferación sin sufrir consecuencias masivas. El miedo puede cambiar de bando y en Rusia se extiende la idea de que es un líder amortizado.