Oriente Medio
El Gobierno sirio anuncia un alto el fuego en Sueida tras una semana de extrema violencia sectaria
Damasco anuncia el despliegue en la gobernación de una fuerza de seguridad para consolidar el cese de hostilidades
El Gobierno sirio, en manos de un conjunto de fuerzas islamistas radicales lideradas por Ahmed al Sharaa, confirmó a primera hora de este sábado el alto el fuego en la gobernación de Sueida y el despliegue de sus fuerzas de seguridad para preservar el cese de hostilidades tras una semana de combates entre beduinos afines a las autoridades de Damasco contra milicias de la minoría drusa en su feudo del sur de Siria.
Los enfrentamientos, que hablan de una profunda hostilidad entre comunidades etno-religiosas en el crisol sirio y auguran semanas de tensión y violencia a pesar del cese el fuego decretado ayer, han dejado ya más de 940 muertos, entre ellos 262 civiles, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.
La implicación de Israel, que bombardeó esta semana posiciones del ejército sirio en Sueida y en la propia capital esgrimiendo la defensa de la comunidad drusa –la minoría representa en Israel un 1,5 % de la población y es altamente apreciada por su lealtad al Estado judío–, confiere a la situación una dimensión regional. Con todo, el objetivo indisimulado del primer ministro Benjamin Netanyahu es la desmilitarización de la región siria limítrofe con los Altos del Golán, que Israel ocupa desde 1967.
«Con el objetivo de evitar derramamiento de la sangre de los sirios, preservar la unidad del territorio sirio y la seguridad de su pueblo, y en respuesta a la responsabilidad nacional y humanitaria, la Presidencia de la República Árabe Siria declara un alto el fuego inmediato y completo», anunciaba ayer la Oficina del presidente interino sirio y antiguo líder yihadista Ahmed al Sharaa.
«La Presidencia insta a todas las partes, sin excepción, a adherirse plenamente a esta resolución, cesar de inmediato todas las operaciones de combate en todas las zonas, garantizar la protección de la población civil y asegurar el acceso sin trabas a la ayuda humanitaria», añadía la nota presidencial. A lo largo del día de ayer, las fuerzas de seguridad de las nuevas autoridades de Damasco –los antiguos yihadistas se hicieron con el poder el pasado mes de diciembre tras el desmoronamiento de la dictadura de Bachar al Asad– a fin de «garantizar la aplicación del alto el fuego, mantener el orden público y garantizar la protección de la ciudadanía y sus bienes».
La confirmación del alto el fuego y del despliegue militar de Damasco en Sueida tuvo lugar horas después de que el enviado de EE. UU. para Siria, Tom Barrack, anunciara que Israel había aceptado poner punto y final a sus bombardeos contra las fuerzas de las autoridades sirias. El cese de las hostilidades vino precedido de un viernes de duros combates entre las fuerzas beduinas y las milicias drusas, que venían resistiendo encarnizadamente la presencia militar de los islamistas suníes en su feudo de Sueida.
Según medios estatales sirios y los líderes drusos, el acuerdo supone la plena integración de la provincia drusa en la estructura del nuevo Estado sirio en construcción tras la disolución de la dictadura de los Asad y la retirada de las fuerzas armadas de Damasco una vez se recupere la seguridad.
Vistos con recelo por la mayoría suní de Siria por la buena relación de los drusos israelíes con Tel Aviv, la hermética y misteriosa minoría –que en Siria representa el 2 % de la población y practica una religión emparentada con el islam chií con elementos comunes a otros credos– aspira a preservar su autonomía y seguridad –los lazos de los drusos sirios con los de Israel y el Líbano son más fuertes que los que puedan mantener respectivamente con Damasco, Tel Aviv y Beirut– en la provincia de Sueida –y el resto de localidades de Siria donde tiene representación– en una Siria donde las minorías están cada vez más amenazadas.
A pesar de sus llamadas a la concordia y la convivencia entre las distintas comunidades etno-religiosas, lo cierto es que Al Sharaa, su gobierno y sus fuerzas armadas –que aseguran apostar por un futuro democrático y de apertura económica– han sido incapaces de garantizar la seguridad de alauíes, cristianos y drusos en los menos de ocho meses transcurridos desde que tomaran el poder, en parte por falta de control sobre las numerosas facciones islamistas radicales y yihadistas que operan en el país y también por miedo a enfrentarse con grupos afines que podrían acabar convirtiéndose en una amenaza para el nuevo poder en Damasco.
El último balance del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos –la ONG con sede en Londres cuenta con una amplia red de colaboradores sobre el terreno– estima que al menos 940 personas han perdido la vida en la última semana en la provincia de Sueida y Damasco. Entre los fallecidos hay 588 drusos, sumando 326 combatientes y 262 civiles. Hasta 182 han sido «ejecutados sumariamente por personal de los ministerios sirios de Defensa e Interior», según la ONG. Además, hay 312 miembros de las fuerzas de seguridad y 21 beduinos suníes, tres de ellos civiles «ejecutados sumariamente por milicianos drusos». Otros 15 uniformados han muerto en ataques israelíes.