Ataques en Belgorod y Moscú
La guerra llega al corazón de Rusia: "Estamos seguros que nuestro Ejército nos protege y Ucrania no tendrá éxito"
Con las incursiones fronterizas y los ataques con drones, los rusos asumen que la guerra ni es corta ni es inofensiva para ellos
El oeste de Rusia, y más concretamente la zona que comparte frontera al otro lado de Ucrania, ha vivido estos 15 meses de conflicto en una relativa calma tensa. Sus ciudadanos son conscientes de que los contraataques ucranianos podrían llegar en cualquier momento. Nadie hablaba del tema, confiados en los potentes sistemas de defensa de su Ejército y en una guerra que imaginaban tan corta como inofensiva para ellos. Pasados unos meses, los rusos del oeste han empezado a observar atónitos cómo varias incursiones lanzadas desde Ucrania se adentraban en sus poblaciones.
La llamada «Legión Libertad para Rusia», formada por algunos de sus compatriotas que luchan del lado ucraniano, protagonizó los primeros ataques en suelo ruso, que han dado paso a la llegada de drones que sobrevuelan sus casas atacando barrios residenciales. Esas mismas naves no tripuladas se colaban en el cielo de Moscú esta semana acercando la guerra a las puertas del Kremlin y recordando a los rusos que también ellos pueden convertirse en víctimas. Estos ataques en suelo ruso han pasado de ser hechos aislados a ocupar las cabeceras de los telediarios de manera continuada.
Ayer mismo, el gobernador de la ciudad rusa de Belgorod, Vyacheslav Gladkov, confirmó que se había producido al menos un bombardeo durante la noche en el distrito de Shebekino y anunció que más de 2.500 personas estaban siendo evacuadas de la zona. La formación rusa de voluntarios volvió a firmar otra incursión en la región asegurando que uno de sus blindados alcanzó la aldea de Nóvaya Tovolzhanka, a menos de 10 kilómetros de Shebékino.
En otro punto de Rusia, más concretamente en la región de Briansk, las fuerzas ucranianas bombardearon esa misma noche las aldeas de Lomakovka y Novaya Pogoshch, muy cerca de la frontera con Ucrania, sin lamentar heridos. La versión oficial no siempre coincide con la opinión de muchos rusos, aunque ha dividido su manera de pensar ante lo que está pasando.
Andrei ha vivido durante los últimos años en Belgorod. Llegó allí a mediados de los ochenta para trabajar como ingeniero en la industria química, muy desarrollada en la zona. Ya jubilado, nunca se ha planteado mudarse a otro lugar, a pesar de tener hermanos en San Petersburgo. «Aquí el clima es más agradable y ya estamos hechos a la ciudad después de tanto tiempo», nos explica Andrei al otro lado del teléfono con voz sosegada. «La gente comenta lo sucedido. Cómo no lo va a hacer, la situación ahora es distinta. Pero nadie ha pensado en salir de la ciudad porque la zona está rodeada de nuestro Ejército y estamos seguros de que estos intentos ucranianos de hacer daño no van a tener éxito».
Sus hijos viven en Ekaterimburgo desde hace tiempo y las llamadas a su padre ahora son diarias. «Están preocupados por todo lo que escuchan en la televisión, pero yo les digo que no corro peligro y estoy bien. Esto solo es temporal. Los nuestros han reforzado su presencia aquí. Mis amigos también tienen hijos fuera y les ocurre lo mismo que a mí». Andrei cree que pueden volver a producirse ataques en la ciudad y solo saldría de allí si le obligasen a evacuarse.
La opinión de Andrei coincide con la de muchos rusos, que siguen viendo la guerra como algo lejano, a pesar de haber ya traspasado la frontera del país. La salida de ciudadanos al extranjero se explica más por el miedo a ser movilizados que por el peligro que suponga por futuros ataques. Algunos no comprenden por qué se ha llegado a esta situación, ya que Rusia lanzó la llamada Operación Militar Especial para derrocar al gobierno de Kyiv, informados cada día en detalle de que los objetivos militares rusos no son otros que las infraestructuras y el Ejército ucraniano.
Más movilización
Sectores de la población han respondido elevando el sentimiento patriótico y, según los medios de comunicación rusos, desde que han empezado los ataques a territorio ruso la afluencia a los centros de reclutamiento ha subido. Hablamos de la población calificada como clase media que se pregunta por qué Rusia no responde de manera contundente a estas agresiones, que han sido llamadas «actos terroristas» por el propio presidente Putin. En el otro lado están las élites, que tampoco se han librado de los ataques. El martes pasado varios drones fueron abatidos cuando sobrevolaban el lujoso barrio de Rubliovka, al oeste de Moscú, situado a pocos kilómetros de la residencia habitual del presidente, en Novo-Ogorievo.
Se podría decir que el mensaje lanzado desde Ucrania quiere que todos los sectores de la población se sientan amenazados, aunque se sabe que muchos de los rusos pudientes llevan meses residiendo fuera del país, la mayor parte de ellos en Europa. Un miembro destacado de esta élite es Evgueni Prigozhin, el creador y jefe del Batallón Wagner y uno de los pocos rusos que se atreve a criticar lo que no le gusta, aunque ello suponga hablar mal de los gerifaltes del Kremlin. "Me da igual que destrocen vuestras casas en Rubliovka; por mí, que ardan en llamas, pero ¿qué pasará cuando les toque a los ciudadanos normales?", gritaba el oligarca en un audio publicado en sus redes sociales. Una voz discordante que se puede permitir dar sus opiniones sin miedo a represalias.
Una voz discordante que se puede permitir dar sus opiniones sin miedo a represalias. El resto prefiere no hablar, sabiendo que pueden continuar los ataques desde el otro lado aunque dudan que suba la intensidad de los mismos. Siguen cautos sufriendo además las sanciones impuestas por Occidente y deseando que termine ya una guerra que, hoy más que nunca, no parece tener fin.
✕
Accede a tu cuenta para comentar