Farsa electoral

«No iré a votar porque no va a cambiar nada en Rusia»

El veto a todos los candidatos que podían rivalizar con Putin extiende la apatía entre los rusos en la primera jornada elecotral

Rusia vive este fin de semana sabiendo que las elecciones presidenciales que se celebran no van a suponer ningún cambio en la vida del país. La campaña electoral, que no ha existido como tal, demuestra la falta de incertidumbre del resultado. La pregunta que los rusos se hacen los unos a los otros es si votarán, no a quién piensan hacerlo.

Maxim es un estudiante de medicina de 21 años cuya vida ha estado marcada por Putin. Cuando nació, el presidente ya llevaba dirigiendo el país más de tres años. Cree que su vida puede cambiar si sale al extranjero, algo que se ha planteado seriamente desde el comienzo de la movilización. «Mis padres me han animado a irme. Me dicen que los sueldos de los médicos no dan lo suficiente para comprarte un piso, tener una vida desahogada. Es algo que no descarto, pero no puedo irme sin haber recibido antes mi diploma. No voy a ir a votar porque no va a cambiar nada».

Larissa, una maestra jubilada, cree que el país ha mejorado durante los años de Putin. No tiene problema para hablar de política, pero prefiere no responder a preguntas sobre la guerra. «Yo he vivido la Perestroika y el final de la URSS. El país estaba en bancarrota. Trabajábamos y apenas nos pagaban, teníamos que arreglárnoslas para buscar comida. Ahora nadie se muere de hambre. La sanidad y la educación funcionan. Hay carreteras, infraestructuras para la gente. Todo esto se ha conseguido gracias a Putin».

El eterno presidente seguirá dirigiendo el país hasta que la salud se lo permita, obteniendo un mandato más que le concederá seis años más en el poder, sin opciones alternativas y compitiendo este año en las urnas contra tres rivales que saben de antemano que su premio ha sido el de figurar en las papeletas. Durante las últimas semanas, las apariciones televisivas del presidente se han multiplicado, eclipsando a los demás candidatos. El registro de aspirantes a la presidencia había empezado con cierto optimismo y un candidato llamado Boris Nadezhdin, que se convirtió en un fenómeno social al prometer poner fin a la guerra en Ucrania en el momento de ser elegido. No pasó el filtro de la Comisión Electoral.

Meses antes, otra desconocida candidata de 40 años llamada Ekaterina Duntsova se había postulado como aspirante a la presidencia de Rusia, desde la pequeña ciudad de Rzhev. Su discurso se basaba en la reconciliación y el primer punto de su programa también era el de terminar con la guerra de Ucrania. Tampoco pasó el corte.

Los tres candidatos bendecidos por la Comisión Electoral son viejos conocidos de la política rusa y no van a plantearle ningún problema a Putin. Nikolai Jaritonov, del Partido Comunista, ya participó en las presidenciales de 2004, quedando en segundo lugar. A sus 75 años, ha confesado que lo suyo es una revancha contra Putin y tiene todas las papeletas para repetir los resultados obtenidos hace veinte años. Se encuentra entre los políticos sancionados por Reino Unido y Estados Unidos por su expreso apoyo a la invasión de Ucrania.

Leonid Slutski, el segundo de los elegidos, es el heredero del polémico Vladimir Zhirinovski, fallecido en 2022. Su formación, el Partido Liberal-Demócrata de Rusia (LDPR), se ha caracterizado por sus ideas ultraconservadoras. Slutski fue acusado por varias periodistas en 2018 de acoso sexual, protagonizando uno de los escándalos más sonados de la historia política reciente. Ese mismo año, el desaparecido Alexei Navalni publicó un informe en el que daba cuenta de los chanchullos y corruptelas del político.

Vladislav Davankov, del partido Gente nueva, es el menos conocido de los tres y puede presumir de pertenecer al único partido ruso que se abstuvo en la votación para reconocer la independencia de Donetsk y Lugansk. En 2023 fue candidato a la alcaldía de Moscú obteniendo un 5,38% de votos.

La sombra de Navalni estará, sin duda, presente durante el fin de semana de las votaciones. El disidente, muerto el pasado 16 de febrero, era el único político que podía plantarle cara a Putin y, tras su desaparición, ese espacio ha quedado huérfano, con el resto de opositores encarcelados, fuera del país o enterrados. Esta misma semana, la mano derecha del político y su principal socio, Leonid Volkov, fue atacado cerca de su casa en Vilna (Lituania). El agresor de Volkov rompió una ventana del vehículo donde este se encontraba y le roció con gas lacrimógeno en los ojos antes de empezar a golpearlo con un martillo. Volkov, junto con la viuda de Navalni, Yulia Navalnaya, habían movilizado a sus seguidores a través de las redes sociales durante las últimas semanas para llevar a cabo una campaña bautizada como «mediodía contra Putin» que pretende congregar a quienes estén en contra de la reelección del presidente ruso enfrente de los colegios electorales.

El reto del eterno presidente está en registrar una alta participación del electorado que valide los comicios. Lo que pase después de conocerse los resultados y el porcentaje de apoyo a Putin sólo lo sabe el jefe del Kremlin.