Política

Papel

La estrategia demócrata humilla a Trump

El presidente afronta a la defensiva su mayor fracaso en la Casa Blanca tras aceptar reabrir el Gobierno

Donald Trump se dirige hacia los micrófonos el pasado viernes para anunciar la reapertura del gobierno / Efe
Donald Trump se dirige hacia los micrófonos el pasado viernes para anunciar la reapertura del gobierno / Efelarazon

El presidente afronta a la defensiva su mayor fracaso en la Casa Blanca tras aceptar reabrir el Gobierno.

Cuando el viernes Donald Trump anunció un principio de acuerdo con los demócratas que permitirá aprobar los presupuestos y reabrir la Administración federal, posiblemente ya imaginaba que estaba ante su mayor fracaso político desde que llegó a la Casa Blanca. De poco sirvió que asegurase que el pacto es más bien un parche, que en apenas tres semanas, si los demócratas no dan luz verde a los 5.700 millones para el muro, volverá a vetar los presupuestos. Fue salir a los jardines de la Casa Blanca y anunciar la medida y sentir el aguijonazo de los suyos. Ann Coulter, comentarista conservadora y una de sus grandes valedoras durante la campaña, lo acusó, directamente, de mentir. Entrevistada por Bill Graham fue categórica. «Que cumpla con su promesa y volveré a su campo». «Te voy a decir cómo vencer a Trump», añadió, «prometió algo durante 18 meses y mintió al respecto. Así es cómo tumbas a Trump, y con esa tontería de Rusia». Más dura había sido en Twitter, donde escribió «Buenas noticias para George Herbert Walker Bush: a partir de hoy, ya no es el peleador más grande en servir como presidente de Estados Unidos».

A nadie puede sorprenderle entonces que Trump haya respondido con una sucesión de mensajes en las redes sociales. Algo así como un desesperado intento de control de daños por parte de un político muy poco acostumbrado a desenvolverse a la defensiva. «Desearía que la gente leyera o escuchara mis palabras sobre el muro», comentó. «No fue de ninguna manera una concesión. Estaba tratando de cuidar a millones de personas gravemente lastimadas por el cierre, sabiendo que en 21 días, si no se logra un acuerdo, ¡no habrá más pactos!». Casi inmediatamente añadió que «21 días transcurren muy rápido». Las negociaciones con los demócratas comenzarán de inmediato. No será fácil llegar a un acuerdo. Ambas partes estaban muy involucradas. «El caso de la Seguridad Nacional se ha visto mejorado en gran medida por lo que ha estado sucediendo en la frontera y mediante el diálogo. ¡Construiremos el Muro!», añadió.

En realidad, Trump no podía mantener por más tiempo un pulso que amenazaba su Presidencia de forma casi existencial. Washington D.C., y cientos de agencias gubernamentales, museos e instituciones, y 800.000 funcionarios obligados a estar de baja y/o a trabajar sin sueldo, y por supuesto decenas de millones de ciudadanos exigían la reapertura de la Administración federal. La situación comenzaba a ser particularmente insostenible en el caso de los millones de personas que dependen de los llamados sellos, o sea, los cheques intercambiables por comida, para sobrevivir.

Basta echar un vistazo a las encuestas para comprender que ni siquiera entre su electorado más fiel parecía existir consenso respecto a la necesidad de mantener el pulso. Con el agravante tóxico de que su propia forma de negociar, tomando como rehén la Administración pública y estrangulándola poco a poco en tanto no sean atendidas sus demandas, solo funciona en términos absolutos: o forzaba el muro y ganaba a lo grande o después de repetir durante semanas que el país vive una emergencia nacional cualquier intento de justificar una retirada sería considerado como una claudicación inapelable.

La baza del Estado de la Unión

Para entender mejor lo sucedido, para comprender cómo el maestro del funambulismo mediático y las negociaciones en el alambre ha podido caer en su propia celada, basta con pronunciar un nombre: Nancy Pelosi. La primera demócrata con el bagaje y la dureza necesarios para enfrentarse a una figura a la que propios y extraños siempre cometieron el error de minusvalorar. Pelosi no solo aceptó el reto de mantener el cierre, no solo aceptó el pulso con independencia del veredicto popular, sino que encima le advirtió de que no autorizaría la celebración del discurso del Estado de la Nación desde el Congreso. Aunque Trump podía hablar desde el Despacho Oval, o incluso recuperar la tradición de dirigirse a la nación por escrito, perder la solemne plataforma suponía una derrota demasiado evidente en términos de imagen.

Fue así que un 24 de enero de 2019 tuvo que elegir entre la realidad y el deseo y, derrotado, no le quedó más alternativa que aceptar la evidencia. El país no podía soportar más días de cierre. Pelosi, hermana e hija de dos fieros políticos demócratas de Baltimore, amamantada en una tradición política que tiene muy poco que ver con la que hoy sostiene a los demócratas de la identidad y el discurso líquido, le había ganado el pulso.