Política

Terrorismo yihadista

Las 16 españolas del ejército del Daesh

Constituyen un peligro para la seguridad nacional. fueron 25 las que se unieron a daesh, pero faltan 16 por localizar, entre ellas una que llegó a ser dirigente de la temida «Brigada Al khasaan», que controlaba la «moral» de las mujeres del «califato»

MUJERES SIN PIEDAD. La «Brigada Al Khasaan», integrada por unas 300 mujeres, entre ellas la española Hassad, «corregía» a las «pecadoras» contra la moral
MUJERES SIN PIEDAD. La «Brigada Al Khasaan», integrada por unas 300 mujeres, entre ellas la española Hassad, «corregía» a las «pecadoras» contra la morallarazon

Constituyen un peligro para la seguridad nacional. fueron 25 las que se unieron a daesh, pero faltan 16 por localizar, entre ellas una que llegó a ser dirigente de la temida «Brigada Al khasaan», que controlaba la «moral» de las mujeres del «califato»

Un total de 16 mujeres españolas (o con estrecha vinculación con nuestro país), que viajaron a Siria e Irak para unirse a Daesh, se encuentran en ignorado paradero. Contra algunas de ellas existen requisitorias judiciales con orden de detención, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterroristas.

Otra española, de las que se las que se convirtió en militante de la banda yihadista, falleció, aunque las circunstancias de la muerte no han sido reveladas.

Tres regresaron a España y están en prisión. La misma cifra, para las que están encarceladas en otros países y que también son españolas. Otras tres que volvieron a nuestra nación se encuentran en libertad, al no existir contra ellas ningún tipo de imputación.

Éste es el cuadro de situación de las mujeres españolas, algunas de ellas de origen magrebí, que decidieron integrarse en la organización terrorista. El número, según las mismas fuentes, puede variar en función de las investigaciones que se realizan y las comprobaciones subsiguientes. Las derrota territorial de los yihadistas ha generado un fenómeno, no sólo en mujeres sino también entre hombres, que se encuentran confinados en los campos de prisioneros kurdos, y que se identifican como españoles con el fin de ser repatriados.

Por razones no bien definidas, han interiorizado erróneamente que, en contra de lo que ocurre con otras naciones occidentales, la vuelta a España resultaría menos problemática pese a que, en su caso, tuvieran que comparecer ante la Justicia. Por eso, cualquier identificación espontánea (en el caso de las españolas, han sido tres) es sometida a rigurosas comprobaciones, dado el peligro que suponen estas personas por su grado de fanatización. Como ha quedado comprobado recientemente, aunque ingresen en prisión siguen, en este caso mediante el proselitismo, con sus actividades yihadistas. Dos de los grandes atentados perpetrados por Daesh en Europa en los últimos años, en Berlín y en la localidad francesa de Estrasburgo, fueron perpetrados por individuos que se habían radicalizado en la cárcel.

Algunas de las mujeres viajaron por amor a sus maridos o personas que habían conocido a través de las redes sociales, pero otras tuvieron un papel activo dentro de la banda terrorista, hasta el punto de encabezar la temida «Brigada Al Khasaan,» encargada de que las que habían llegado al «califato» cumplieran las estrictas normas contempladas en la Sharia, la interpretación más rigorista del Islam, hasta el punto de ejecutar castigos públicos contra las «pecadoras» mediante latigazos. Entre las más radicalizadas, según investigaciones ya judicializadas, se encontraría una tal Fadoua Hassad, una marroquí nacida en 1982, que residió en España y cuyo marido fue detenido en Málaga en abril de 2018.

Se le imputaba financiar, desde 2015, las actividades yihadistas de su esposa mediante el envío de dinero, de forma regular, todos los meses.

Hassad estaba, al parecer, integrada en dicha Brigada y resultó herida en un ataque aéreo de la Coalición Internacional, en el que murieron una treintena de integrantes del grupo. Sobrevivió y es una de las terroristas más buscadas y peligrosas de Europa.

Se sabe, por investigaciones realizadas, que tiene como objetivo prioritario atentar en España. Existe contra ella una orden de detención internacional dictada a propuesta de la Comisaría General de Información de la Policía Nacional. Abandonó nuestro pais en febrero de 2016 en un vuelo con destino Grecia pero su destino real era Turquía para desde allí, por vía terrestre y gracias a los encargados de Daesh de pasar a los nuevos combatientes por la frontera, entrar en Siria. A partir de ese momento, su marido le envió dinero, unos 700 euros al mes, destinado a sufragar su estancia en esa zona, en la que se encontraba en compañía de un palestino, de 25 años. Le había conocido en internet y era un mando intermedio en el «aparato logístico» de Daesh. Lo llamativo es que la relación entre ambos era conocida por el marido de Hassad, ya que, entre 2015 y 2016, ella envió importantes cantidades de dinero a la familia del «novio» y financió sus movimientos por Europa.

El que pagaba era el marido «oficial». En julio de 2016, la mujer regresó a Málaga hasta que, en noviembre de ese año, emprendió viaje de vuelta a Turquía, adoptando medidas de seguridad para borrar su rastro. Tras pasar por Francia e Italia, donde le esperaba el palestino al que ya denominaba «marido» en redes sociales. Finalmente, por

Hatay (Turquía), un área limítrofe con Siria, cruzó la frontera.

La Brigada Al Khasaan estaba integrada por varios centenares de mujeres extranjeras y sirias. Se encargaba de «corregir» a las de su propio sexo, incluso a las niñas, con castigos físicos y presiones sicológicas si se apartaban de la Sharia. Esos castigos los materializaban en jaulas, en las calles, y debían ser contemplados por todos los ciudadanos como ejemplo de lo que no se debía hacer.

La sede central estaba en Raqa, hasta que fue bombardeada por la Coalición internacional y perdieron la vida al menos una treintena de las yihadistas. La brigada estaba formada por entre 300 y 400 mujeres, la mitad extranjeras y la otra mitad sirias. Algunas de las cabecillas, además de la española, eran británicas , entre ellas una cantante de rap.

Las mujeres de la Brigada compaginaban las funciones de vigilancia y castigo, así como la formación ideológica y «religiosa», con el oficio de «casamenteras» con el fin de buscar esposas para los mouyahidines (combatientes). También recibían entrenamiento militar.

Según un informe del Real Instituto Elcano, la captación, radicalización y envío de mujeres para Daesh se realiza fundamentalmente a través de redes sociales, hasta un 56% de las detectadas. La fiscal y hoy ministra de Justicia, Dolores Delgado, señaló en su momento que «la captación de mujeres es más fácil cuando el agente de radicalización es otra mujer, aunque también intervienen combatientes que ya están en zonas de conflicto y personas del entorno más íntimo y familiar». La media de edad de los hombres que abrazan la causa yihadista en España es de 31 años y la de las mujeres desciende hasta los 24. El 75% de ellas tiene entre 19 y 28 años. También están mejor formadas: ninguna de las detenidas en España es analfabeta, mientras que el 10% de los varones sí lo era.

El estudio del citado Instituto analizó las motivaciones de estas mujeres para querer apuntarse a la yihad. Seis de cada diez fueron atraídas por causas existenciales e identitarias (en el caso de los hombres uno de cada diez); al 15%, por cuestiones ideológicas y utilitarias (70% en los varones) y el 25% por emocionales y afectivas (20% en hombres).

En diciembre de 2016, fueron detenidas en Turquía, en una operación de la Guardia Civil, dos de las yihadistas españolas que regresaban a nuestro país. Una de ellas era Asia Ahmed Mohamed, de 26 años, viuda de un terrorista apodado «Kokito», que se hizo tristemente famoso por difundir fotos con cabezas decapitadas. La otra era Fátima Akil Laghmich.

Fueron arrestadas en la frontera turco-siria.

Sobre ambas, que residieron en Ceuta hasta su integración en Daesh, existía una orden de detención internacional instada por el Servicio de Información de la Guardia Civil (SIGC).

El nivel de adoctrinamiento en el extremismo terrorista experimentado durante su estancia en Siria por las detenidas y su vinculación con miembros muy destacados y conocidos de Daesh, las convertía en elementos «extraordinariamente valiosos para la organización terrorista, especialmente en el entorno español y marroquí».

Un chaleco explosivo como regalo de boda

Asia Ahmed Mohamed, detenida en Turquía cuando regresaba a España probablemente para cometer atentados, era la esposa de Mohamed Hamduch, «Kokito», un yihadista fallecido en Alepo y que publicó en las redes sociales varias fotografías en las que aparecía rodeado de cabezas decapitadas, se supone que por él mismo. El regalo de bodas no pudo ser más «romántico»: un cinturón de explosivos de los que hacen detonar los terroristas suicidas. Tras tan macabra exhibición fotográfica, resultó muerto en la localidad de Alepo, en un ataque de la Coalición Internacional. Tenían un hijo.

La otra mujer que fue capturada en esa operación, que fue posible gracias a la Guardia Civil, también se había quedado viuda tras perder a su esposo en la «guerra santa» que organizó Daesh, como primer paso para alcanzar el «califato mundial» y que, como es sabido, terminó en un estrepitoso fracaso. El peligro continúa, ahora mediante el terrorismo puro y duro, que preconizan los cabecillas de la banda, en especial contra los países occidentales.