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La derrota de May sume a Reino Unido en su mayor crisis política desde 1945

Westminster tumba por 230 votos de diferencia el acuerdo de salida en una derrota histórica. Un centenar de diputados "tories"traiciona a su "premier"

La «premier» Theresa May defiende ayer su acuerdo del Brexit ante el Parlamento, que lo tumbó sin contemplaciones / Ap
La «premier» Theresa May defiende ayer su acuerdo del Brexit ante el Parlamento, que lo tumbó sin contemplaciones / Aplarazon

Westminster tumba por 230 votos de diferencia el acuerdo de salida en una derrota histórica. Un centenar de diputados "tories"traiciona a su "premier".

La derrota de un Gobierno suele ser sinónimo de cambio. En muchas ocasiones, incluso aporta algo de luz tras un periodo turbulento. Pero en el caso de Theresa May no se cumple ninguna regla. La humillación sufrida anoche por la premier vuelve a dejar el Brexit en el punto de partida y refleja la incapacidad de un Ejecutivo y el Parlamento de una de las democracias más longevas del mundo para sacar adelante un divorcio sin precedentes. Más de dos años después de un referéndum que ha dejado completamente dividida a la sociedad británica y cuando quedan menos de tres meses para que el Reino Unido tenga que abandonar la UE, nadie sabe exactamente qué va a pasar con el Brexit.

En Westminster, se cumplieron las previsiones y sus señorías rechazaron el Acuerdo de Retirada y de la Declaración Política sobre futuras relaciones que May y los Veintisiete habían pactado el pasado mes de noviembre.

La premier cosechó una humillación sin precedentes. Sus señorías tumbaron el pacto por 432 votos en contra (incluidos los de 118 tories rebeldes) frente a tan sólo 202 votos a favor. La diferencia de 230 votos supone la derrota más grave para un Gobierno en la historia del Reino Unido. Hasta la fecha, el dudoso honor se reservaba al que fue primer ministro laborista Ramsay MacDonald, que en 1924 fue derrotado por 166 votos.

En cualquier caso, May no se plantea su dimisión. Tras sobrevivir a distintos desafíos en estos últimos dos años e incluso una moción de confianza planteada por sus propias filas el mes pasado, ha dejado claro que la perseverancia es quizá su mayor cualidad.

La solicitud de la extensión del Artículo 50 toma cada vez más peso porque se antoja complejo que la crisis institucional más importante de la historia reciente del país vaya a quedar solventada para el 29 de marzo, cuando, según el calendario oficial, los británicos deben salir del club. Un divorcio sin pacto no sería permitido por la Cámara. Es más, muchas voces apuntan a que, cuanto más se alargue el proceso, más suavizará Londres su postura. En definitiva, que el país se podría quedar en la unión aduanera y con una relación muy estrecha al mercado único.

Esta es la postura del líder de la oposición, Jeremy Corbyn, que quiere forzar elecciones anticipadas a través de una moción de confianza contra el Ejecutivo, cuya votación está prevista para este miércoles. Antes incluso de que el laborista presentara la medida, fue la propia May quien se adelantó a recalcar que, teniendo en cuenta la situación, “entendía perfectamente” que se tenía que comprobar si aún contaba “con el apoyo de la Cámara Baja”.

La moción no tiene opciones de salir adelante, porque los tories rebeldes que rechazaron ayer el pacto, incluso los más euroescépticos, no quieren sacar de nuevo las urnas, sobre todo teniendo en cuenta que en 2017 perdieron la mayoría absoluta. Y por su parte, los norirlandeses del DUP -de cuyo apoyo depende el Gobierno en minoría- confirmaron ayer que apoyarán al Gobierno.

Esto lleva al laborista a un escenario delicado, ya que está más presionado que nunca por sus filas para apoyar un nuevo referéndum. Aunque el foco de atención ha estado puesto en el Partido Conservador, el Brexit ha creado las mismas divisiones en la principal formación de la oposición y Corbyn no tiene fácil ahora la toma de decisiones.

En medio del caos, May señaló ayer que si gana la moción de confianza intentará renegociar con Bruselas, a la que pedirá más garantías respecto al llamado backstop, el punto más polémico del Acuerdo de Retirada. Se trata de la salvaguarda para evitar frontera dura en Irlanda. En caso de que Londres y la UE no hayan llegado a un convenio comercial para diciembre de 2020 -cuando finalice el periodo de transición que sólo se aplicará si hay divorcio consensuado-, todo el Reino Unido se quedaría, temporalmente, dentro de la unión aduanera e Irlanda del Norte estaría además alineado con el mercado único, sólo para bienes.

La salvaguarda protagonizó la única de las enmiendas que se debatió antes de la votación final. El tory John Baronm propuso que Londres tuviera el derecho a salir de la salvaguarda de manera unilateral y aunque la mayoría de la Cámara está a favor, la propuesta fue derrotada para no dar ninguna opción a May. La petición fue en su día rechazada por la UE, pero Bruselas podría reconsiderar ahora su postura.

La enmienda carece ya de cualquier valor, porque el convenio fue rechazado. Pero refleja las preocupación que existe en Westminster relativa a esta cuestión y puede guiar ahora a May de cara a renegociar un nuevo documento.

La premier tiene un plazo de 3 días para presentar un plan B y ayer se comprometió a presentar una alternativa el próximo lunes. Algunos rotativos apuntan que su estrategia sería la de celebrar distintas votaciones en Westminster para saber qué opción cuenta con más apoyo por parte de sus señorías antes de presentarla a los líderes comunitarios. Otros sugieren que, tan pronto como la próxima semana, se intentaría plantear una nueva votación.

El Reino Unido atraviesa la peor crisis institucional de su historia reciente y el futuro de la UE está en sus manos. Pero por mucho que al otro lado del Canal de la Mancha se quiera ayudar a terminar con el caos, Londres tiene primero que concretar qué quiere realmente. Y hoy, por hoy, sus señorías no logran acercar posturas.