Paz

Putin, en busca de la «coreanización» de la guerra de Ucrania

La aplicación de la solución coreana supondría un armisticio sin declaración de paz entre Moscú y Kyiv que dejaría un país dividido en dos como sueña Rusia

A woman with flowers walks past a building fortified with sandbags in the Podil neighborhood of Kyiv, Ukraine, Thursday, July 27, 2023. (AP Photo/Jae C. Hong)
Russia Ukraine War Daily LifeASSOCIATED PRESSAgencia AP

Hace justo 70 años, un armisticio puso fin a la Guerra de Corea. El conflicto, que partió en dos la península coreana, causó la muerte de entre dos y tres millones de personas. La Guerra de Corea tuvo su origen en los disturbios que siguieron a la II Guerra Mundial. En 1945, la península coreana, hasta entonces colonia japonesa, quedó dividida en dos. Cinco años después, en junio de 1950, Corea del Sur fue invadida por Corea del Norte y su líder comunista, el mariscal Kim Il Sung, primer representante de la dinastía Kim que aún gobierna el país. Ante esta agresión, Corea del Sur recibió el apoyo de Occidente, con EE UU a la cabeza, que envió dos millones de soldados. A pesar del armisticio, las tensiones entre Norte y Sur siguieron siendo muy fuertes. Tras ocho meses de guerra, el frente se estabilizó en torno al paralelo 38º. El 27 de julio de 1953, tras largas negociaciones, se firmó un armisticio, pero nunca fue seguido de una declaración de paz. Hoy en día, la península sigue dividida y las tensiones siguen siendo muy fuertes entre el Sur y su aliado estadounidense, por un lado, y el Norte, por otro, un país comunista que se ha convertido en potencia nuclear y lo está demostrando.

Hace poco más de un año, con el pretexto de proteger el este de Ucrania de las «atrocidades nazis de Kyiv» contra la población de Donbás y Járkiv, Rusia invadió el territorio ucraniano, tras haberse anexionado Crimea en 2014. El origen de esta invasión hay que buscarlo en el deseo de Putin de devolver Ucrania al redil ruso para marcar los límites de la expansión de la OTAN y reconstruir el imperio «zar-soviético». Por el momento, no está previsto ni un armisticio ni un alto el fuego, ya que los muertos se cuentan en una contraofensiva ucraniana y en una nueva ofensiva rusa que intenta establecerse. Frente a la agresión rusa, Ucrania recibe el apoyo de Occidente, encabezado una vez más por Estados Unidos, pero también de Japón y Corea del Sur, mientras que Rusia recibe el apoyo «moderado» de China y el incondicional de Corea del Norte.

La implicación de las dos Coreas en el conflicto ucraniano ha ido in crescendo. Pyongyang ha aprovechado la oportunidad para mejorar sus relaciones con Rusia, mientras Seúl bate récords de exportación de armas.

¿Pueden ampliarse los paralelismos entre estos dos acontecimientos? En otras palabras, ¿es posible que, como en 1953, como resultado de una cristalización del conflicto, se declare un armisticio y se establezca un nuevo «paralelo 38» o «nuevo telón de acero» entre dos o más Ucrania(s), una en el este y otra en el oeste?

Las similitudes con la desastrosa Guerra de Corea son cada vez mayores, ya que Rusia considera la «opción coreana» como una salida. A falta de una invasión total, a los dirigentes rusos les gustaría que el país se dividiera, como en 1953. Sin embargo, esta partición ya se ha producido, mientras que la línea del frente se estabiliza poco a poco.

La «coreanización» de la guerra en Ucrania no es obviamente un escenario ideal, pero tampoco es el peor. Significaría convertir parte del este de Ucrania en una zona desmilitarizada en la que no se produzcan enfrentamientos, pero en la que siga habiendo soldados presentes para impedir cualquier reanudación de los combates.

Al igual que en Corea, en Ucrania hay una concentración muy elevada de minas antipersona, y es muy probable que su presencia prolongue el conflicto, dificultando la reanudación de la vida cotidiana. Marcadas por un conflicto largo y brutal, es poco probable que Ucrania y Rusia alcancen la paz. Tanto más cuanto que las superpotencias podrían desviar su atención de la cuestión ucraniana en caso de producirse otras crisis internacionales, como la de Taiwán, al igual que la de Vietnam, que centró rápidamente las intenciones estadounidenses en Asia a mediados de los años sesenta.

Tal escenario alteraría sin duda el equilibrio internacional. En primer lugar, aseguraría una victoria territorial a Rusia, que lograría retener los territorios obtenidos desde el Acuerdo de Minsk, abriendo una vía militar a los regímenes autoritarios para resolver sus conflictos. Además, se pondría en entredicho el dominio de Estados Unidos, incapaz de ayudar a su aliado a triunfar a pesar de la importante ayuda material.

Por último, hay que recordar que fue tras el alto el fuego coreano cuando los estadounidenses se acercaron a Taiwán por temor a perder influencia en la zona. Del mismo modo, con el campo occidental debilitado, China podría intentar aprovechar la situación para recuperar militarmente la isla, a pesar del apoyo de Estados Unidos.

Se establecería un verdadero equilibrio del miedo en el Viejo Continente, como ha ocurrido en el norte de Asia durante muchas décadas a causa de una belicosa Corea del Norte.

Frédéric Mertens de Wilmars es profesor titular y coordinador del Grado en Relaciones Internacionales Universidad Europea de Valencia