Hinduismo

Qué revela sobre la India de Narendra Modi la inauguración del templo hindú de Ayodhya

El primer ministro quiere materializar con Ram Mandir su visión del país, un Estado próspero que exalte su identidad hindú

Indian Prime Minister Narendra Modi, arrives to lead the opening of a temple dedicated to Hinduism’s Lord Ram in Ayodhya, India, Monday, Jan. 22, 2024. The magnificent temple lies at the site of a 16th-century mosque that was destroyed by a Hindu mob in December 1992, sparking massive Hindu-Muslim violence. (AP Photo/Rajesh Kumar Singh)
El primer ministro indio, Narendra Modi, inaugura en Ayodhya el templo hindú de Ram MandirASSOCIATED PRESSAgencia AP

Política y religión forman un cóctel explosivo. Narendra Modi es consciente, pero conoce bien la receta. El primer ministro indio inauguró el lunes en la ciudad de Ayodhya el templo hindú de Ram Mandir. Cumplía así una de las aspiraciones históricas del nacionalismo hindú y otra de las reivindicaciones de su familia política, el Partido Bharatiya Janata (BJP, por sus siglas). Y se encargó de demostrarlo con una ceremonia multitudinaria cargada de simbolismo.

«Nuestro Ram ha llegado tras siglos de espera», proclamó el primer ministro ante las más de 7.000 personas presentes en el evento. Los sacerdotes hindúes entonaban versos en sánscrito y hacían ofrendas a los pies de la estatua de piedra negra que representa a la deidad hindú Rama de niño. Mientras, millones de personas seguían un acto que colonizó todos los canales de televisión.

Los fieles se desplazaron desde varios puntos del país hasta esta ciudad santa del estado de Uttar Pradesh, en el norte, para presenciar la inauguración del templo, cuya construcción ha costado cerca de 200 millones de euros. No solo hicieron acto de presencia los grises funcionarios del partido; también asistieron las grandes fortunas del país y varias estrellas de Bollywood. Se requería, eso sí, estar invitado.

Muchos aterrizaron en el nuevo aeropuerto de Ayodhya; otros llegaron a pie, a modo de peregrinación, hasta esta ciudad a orillas del río sagrado de Sarayu que Modi pretende convertir en algo más que un centro turístico: el equivalente hindú del Vaticano o La Meca. Su Gobierno ha invertido hasta la fecha unos 9.600 millones de dólares en infraestructuras con este fin. Quiere el primer ministro materializar en Ayodhya su visión de la India, un Estado próspero –la economía y la modernización siguen una tendencia de crecimiento vertiginosa– que promueva al mismo tiempo la identidad hindú.

Un repaso a la historia

La ceremonia supuso un nuevo revés para la comunidad musulmana del país, que representa el 14% de una población que se cifra en 1.430 millones de personas. Esto tiene una explicación histórica. Y es que el templo está construido sobre las cenizas de la mezquita de Babri Masjid, levantada en el siglo XVI por las tropas del emperador Babur, fundador de la dinastía mogol que gobernó la India durante siglos. Los hindúes, en cambio, creen que antes de Babri Masjid había un templo. Para ellos es, además, el lugar de nacimiento de Rama, dios al que veneran como la encarnación de la rectitud moral y el valor.

Bajo el dominio británico, posterior al periodo mogol, las distintas confesiones alcanzaron un compromiso para rebajar las tensiones alrededor de Ayodhya. Los musulmanes podían rezar en el interior de la mezquita; los hindúes, en una plataforma habilitada en el exterior. Sin embargo, en 1949, solo dos años después de la independencia, apareció un icono del dios Rama dentro de la mezquita. Muchos hindúes creyeron que se trataba de una intervención divina. En realidad, los suyos lo habían colocado adrede. Las autoridades locales, que temían una reacción violenta, llegaron a la conclusión de que la mejor solución pasaba por cerrar la mezquita.

Esa situación, del todo anómala, no cambiaría hasta finales de la década de 1980. El partido fundamentalista hindú Vishva Hindu Parishad (VHP, por sus siglas) puso en marcha una intensa campaña política para «liberar» a la deidad Rama de su «cárcel musulmana». En ese momento entran en escena los líderes del conservador BJP, una formación entonces marginal en la que Modi servía como secretario regional. Los discursos incendiarios escalaron de tal forma que acabaron provocando que una turba nacionalista hindú arrasara la mezquita en 1992.

Indian Prime Minister Modi presides over inaugural ceremony at Ram Mandir temple
Indian Prime Minister Modi presides over inaugural ceremony at Ram Mandir templeINDIA PRESS INFORMATION BUREAU HAgencia EFE

El incidente desató una serie de enfrentamientos entre hindúes y musulmanes que se cobraron la vida de más de 2.000 personas en todo el país. Y los de Modi sacaron el máximo rédito político posible. El BJP pasó de tener dos escaños en la Lok Sabha, la Cámara baja del Parlamento, en 1984, a ocupar un total de 161 asientos en 1996. El crecimiento fue exponencial.

Respaldo legal

Una ley de 1991 establecía que todos los lugares de culto de la India debían conservar el carácter que tenían en el momento de su independencia. Pero la cláusula excluía precisamente a la mezquita de Ayodhya, cuyo estatus llevaba para entonces varias décadas dirimiéndose en los tribunales. Sin embargo, en lugar de permitir la reconstrucción de Babri Masjid, el Tribunal Supremo concedió en 2019, ya con Modi en el Gobierno, un permiso para construir un templo hindú. La Justicia anulaba así un veredicto emitido en 2010 que dividía el terreno entre hindúes y musulmanes, a los que se ofrecía un terreno próximo a Babri Masjid para levantar una nueva mezquita.

Envalentonados por esa sentencia, los nacionalistas hindúes esperan ahora hacerse con el control de al menos otras dos mezquitas importantes, las de Benarés y Mathura, construidas por el emperador mogol Aurangzeb. Buscan, de esta forma, eliminar las expresiones de lo que consideran «siglos de humillación colonial». Primero, a manos de los mogoles; después, a manos de los británicos. Es la misma agenda que comparte Modi. El primer ministro habla de deshacerse del yugo de «1.200 años de esclavitud».

Campaña electoral

Los observadores de la política india interpretaron la ceremonia de inauguración como el pistoletazo de salida de su campaña electoral. Un grito de guerra a sus bases. Modi, que gobierna de forma ininterrumpida desde 2014, buscará su tercera victoria electoral consecutiva en los comicios del próximo mes de mayo. Los pronósticos son favorables. Las encuestas dejan entrever que su formación alcanzará de nuevo la mayoría en la Lok Sabha. Sería el primero en conseguirlo desde Jawaharlal Nehru, la primera persona que ocupó el cargo de primer ministro. Su recorrido, sin embargo, poco o nada tiene que ver con el del histórico líder nacionalista.

Otros líderes del BJP, como el también primer ministro Atal Bihari Vajpayee, rebajaron la carga ideológica hinduista del partido en aras de apelar a la mayoría de indios. En cambio, Modi, implicado en los sangrientos disturbios antimusulmanes de 2002 en el estado de Gujarat, en el que entonces gobernaba, ha revertido esta dinámica impulsando una ley de ciudadanía que discrimina a los musulmanes y promoviendo que varios estados saquen adelante leyes anticonversión. No han sido sus únicas medidas.

Indian Prime Minister Modi presides over inaugural ceremony at Ram Mandir temple
Indian Prime Minister Modi presides over inaugural ceremony at Ram Mandir templeINDIA PRESS INFORMATION BUREAU HAgencia EFE

«¿Por qué fracasó tan estrepitosamente el laicismo nehruviano?», se pregunta el columnista Sadanand Dhume en las páginas de The Wall Steet Journal. «En parte, las élites occidentalizadas de la India calcularon mal la profundidad de la religiosidad hindú». Sus críticos no se resignan y vienen denunciando el desprecio de Modi por la Constitución laica y sus normas de campaña. Mientras, la oposición, dividida y debilitada, advierte de los planes del primer ministro para convertir India en un Estado hindú de corte autoritario.

El 80% de los indios son hindúes, pero no todos celebran la victoria de la construcción del templo de Ram Mandir. Muchos apelan aún a la sentencia emitida por los nueve jueces del Tribunal Supremo en 1994, el fallo judicial más citado en la historia del país, que sirvió para certificar en base al artículo 356 de su Carta Magna que «política y religión no pueden mezclarse». Modi enmienda la plana.