Tribuna

El régimen de los ayatolás, en la encrucijada

Su capacidad para resistir depende de su habilidad para calibrar una respuesta que evite una confrontación directa con EE UU, cuya superioridad militar es abrumadora

El líder supremo iraní, Ali Jamenei
El líder supremo iraní, Ali Jamenei Europa Press

No se podía tener éxito en los ataques a la infraestructura militar y nuclear iraní sin que Israel llevase años preparando y planificándolo. Su red de inteligencia dentro de Irán ha demostrado ser vasta, profunda y no ha sido descubierta. Los comandos de inteligencia han superado la más audaz ficción. La combinación de todo lo anterior y la aviación israelí ha demostrado ser letal. El régimen y sus mandos militares incluidos los fanáticos de la Guardia Revolucionaria siguen perplejos sin saber muy bien de dónde les vienen. El presidente Trump, tan impredecible siempre, ha usado justamente la impredecibilidad como arma estratégica de manera hábil. Resta por ver si la acumulación de fuerzas estadounidenses en la región es más una forma de presionar a la mal llamada teocracia iraní a que acepten las condiciones de negociación expuestas por Trump, o es de verdad la preparación de un golpe de proporciones bíblicas contra las infraestructuras nucleares más sensible aán intactas en sus escondites bunquerizados en las entrañas de las montañas iraníes.

El régimen iraní: debilitado, pero desafiante

El régimen iraní podría estar frente a una crisis existencial tras las operaciones israelíes que han decapitado al mando militar y de la brutal Guardia Revolucionaria y lo han mermado seriamente desde el punto de vista estratégico. La destrucción de instalaciones críticas como el centro de enriquecimiento de Natanz, ha expuesto la vulnerabilidad de un régimen que durante décadas intentó proyectar una falsa imagen de invencibilidad regional, más por las amenazas a través de sus aliados terroristas regionales que una verdadera capacidad de proyección de fuerza militar (más allá de los misiles).

Sin embargo, la respuesta desafiante de Jamenei, marcada por una retórica clásica de este execrable régimen, revela más impotencia y desesperación. Su declaración en X el 17 de junio, amenazando con represalias contra intereses estadounidenses, fue un error estratégico en un momento en que el presidente Donald Trump, profundamente irritado por la definición que de él hacen algunos medios “Trump siempre se raja al final” (TACO, Trump always chickens out) podría sentirse espoleado por las amenazas del régimen de los ayatolás.

La capacidad de respuesta militar de Irán, aunque debilitada, no debe subestimarse. Los centenares de misiles lanzados por Irán han causado cerca de 250 muertos (hasta la fecha) y daños muy importantes en zonas residenciales y financieras. Esto demuestra que el régimen conserva cierta capacidad ofensiva si bien se va notando una disminución en la frecuencia e intensidad de los ataques, como señala el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, 19 de junio de 2025), refleja el deterioro de su arsenal y la eficacia de las operaciones israelíes.

La sombra de la intervención estadounidense

La posibilidad de una intervención militar estadounidense tiene importantes detractores en el seno del movimiento MAGA, esta “guerra civil interna merece un analisi en profundidad aparte. Sin embargo, si finalmente se lleva a cabo un ataque contra la planta de enriquecimiento de Fordow, entraríamos en una nueva e incierta fase del conflicto, pero en todo caso sería una de las principales justificaciones para todo el conflicto

La reciente movilización de decenas aviones cisterna de reabastecimiento en vuelo y el despliegue de tres grupos de ataque de portaaviones, (Carrier Strike Groups) el USS Nimitz y el USS Carl Vinson, al que se va a unir en breve el USS Ronald Reagan, uno en el Mediterráneo Oriental los otros dos en el Golfo Pérsico y en el Índico Occidental, sugieren preparativos para una operación de alta intensidad. Como destacó el ex director de Oriente Medio del Consejo de Seguridad Nacional de Biden, Brett McGurk en CNN el 18 de junio, "los movimientos militares están en marcha" para un posible ataque a Fordow, una instalación que, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), solo puede ser neutralizada por las bombas estadounidenses anti-búnkeres más avanzadas las GBU 57 de 30.000 libras y guiadas por láser, GPS y navegación inercial, para garantizar precisión absoluta en cualquier circunstancia. McGurk, un profesional que trabajó también con Obama y Trump 1.0, subrayó que, si Fordow permanece intacto, Irán podría acelerar su programa nuclear tras el conflicto, lo que supondría una seria e inminente amenaza.

Sin embargo, una acción militar estadounidense no estaría exenta de riesgos. Irán, aunque debilitado, conserva aproximadamente 500 misiles balísticos capaces de atacar bases estadounidenses en Irak, Siria o el Golfo, según el ISW. Además, la retórica de Jamenei sugiere la posibilidad de represalias asimétricas, como ataques terroristas contra intereses estadounidenses. No obstante, su capacidad para ejecutar tales operaciones se ha visto seriamente mermada por la presión sobre sus proxies, como Hizbulá, Hamás, los hutíes, y las milicias terroristas pro-iraníes de Irak (decenas de ellas), que conformaban el pomposamente denominado “Eje de Resistencia”, así como la desaparición de su joya de la corona del terror, el régimen de Bashar Al-Asad.

Consecuencias regionales: un Oriente Próximo en tránsito. ¿Hacia dónde?

Una escalada estadounidense tendría profundas implicaciones para la dinámica regional. En primer lugar, la neutralización de Fordow podría debilitar permanentemente al régimen iraní, erosionando más si cabe su red de proxies y alterando el equilibrio de poder en favor de Israel y las monarquías del Golfo, especialmente Arabia Saudí. Como señaló McGurk en el Atlantic Council, la reducción de la amenaza de Hezbolá y otros grupos respaldados por Irán podría facilitar una mayor integración regional.

No obstante, la intervención también podría exacerbar las tensiones sectarias, alimentando narrativas de victimización entre las comunidades chiíes y fortaleciendo a actores extremistas. Sin embargo, la comparación entre Irán y otros países donde se produjo un cambio violento de régimen, algunos de los cuales entró, y sigue, en el caos, es ignorar la realidad social, sociológica e histórica de una gran nación como es Irán. Es un inmenso error confundir Irán con su régimen, y creer que, si se produce una implosión del mismo, el país será una segunda Libia o una reedición del Irak de la posguerra del golfo. Más que un error demuestra una ignorancia de la realidad iraní y es un verdadero disparate que dirigentes de países serios puedan razonar así. Sin embargo, no cabe duda que de producirse algún tipo de enfrentamiento civil si la parte esencial del régimen colapsa, y los sectores más fanáticos resisten, que la inestabilidad podría trasladarse a Irak donde el abyecto régimen iraní tiene muy hundidas sus garras.

Consecuencias geopolíticas: un equilibrio global en juego

La implicación de Estados Unidos podría redefinir las alianzas y rivalidades regionales y globales. Una acción militar exitosa contribuiría a consolidar la percepción de la supremacía real militar estadounidense frente a sus adversarios y competidores como China o Rusia, que han mantenido una postura ambigua ante el conflicto. Sin embargo, la intervención también podría tensar las relaciones con algunos aliados europeos, que abogan por la diplomacia, y complicar la cooperación en foros multilaterales. No obstante, lo anterior, nadie echará de menos este bestial régimen promotor de la inestabilidad y el terror si finalmente hace implosión. Un número creciente de líderes, incluso alguno europeo, dice que, si nadie dice claramente que busca provocar un cambio de régimen en Irán, éste podría ser una consecuencia colateral del conflicto. Está por ver…

Por otro lado, una escalada prolongada podría acercar aún más Irán a Rusia y China, que podrían llegar a intensificar su apoyo económico o militar para contrarrestar la presión occidental. En este sentido, el Departamento de Defensa de EE.UU. advirtió en un informe de 2024 que Irán estaba intensificando de manera importante su cooperación militar con Moscú (como se puede comprobar en la guerra de Ucrania), lo que podría fortalecer el régimen y plantar las semillas de un futuro conflicto aún más intenso y peligroso que el actual. Este escenario, nada improbable, subraya la necesidad de una estrategia cuidadosamente calibrada que combine presión militar con incentivos diplomáticos.

Consecuencias geoeconómicas: el espectro de una crisis energética

El impacto económico de una intervención estadounidense sería de gran impacto, particularmente en los mercados energéticos. Actualmente, los precios del crudo Brent se mantienen por debajo de los 76 dólares por barril, gracias a la capacidad excedentaria de la OPEP+ y los esfuerzos de Arabia Saudí por estabilizar el mercado. Sin embargo, un ataque israelí o estadounidense contra la isla de Kharg, que gestiona el 90% de las exportaciones petroleras iraníes, podría retirar entre 2 y 2,5 millones de barriles diarios del mercado, disparando los precios a 95-100 dólares, según la Agencia Internacional de Energía (IEA, 19 de junio de 2025).

El prestigioso economista Nouriel Roubini advirtió que un aumento sostenido por encima de los 90 dólares podría inducir una inflación del 5-6%, forzando a los bancos centrales a elevar las tasas de interés y precipitando una recesión estanflacionista (Bloomberg, 19 de junio de 2025). Las economías dependientes de la importación de energía, particularmente en Europa y Asia, serían las más afectadas.

Reflexiones finales: entre la diplomacia y la confrontación

El régimen iraní, debilitado por las operaciones israelíes y enfrentado a la perspectiva de una intervención estadounidense, se encuentra en una grave encrucijada existencial. Su capacidad para resistir depende de su habilidad para calibrar una respuesta que evite una confrontación directa con Estados Unidos, cuya superioridad militar es abrumadora.

Para Estados Unidos, la decisión de intervenir debe sopesar cuidadosamente los beneficios estratégicos de neutralizar Fordow frente a los riesgos de una escalada regional y una crisis económica global. La diplomacia, aunque difícil, sigue siendo una vía viable, como sugieren líderes europeos y algunos senadores estadounidenses. La historia nos enseña que las intervenciones militares en el Oriente Próximo rara vez producen resultados predecibles.

En conclusión, el conflicto Israel-Irán y la posible implicación estadounidense representan un momento definitorio para el Oriente Próximo y el orden global. La resolución de esta crisis requerirá una combinación de firmeza, prudencia y visión estratégica.