
Casa Blanca
El Senado pretendía quitarle poderes de guerra a Donald Trump y acaban de fracasar
La política estadounidense se asoma al abismo entre un inminente cierre del Gobierno, el enésimo fracaso republicano contra el «Obamacare» y la creciente tensión en un Senado paralizado

El arresto de un conocido influencer conservador en la ciudad de Portland, al otro lado del país, se ha convertido en un asunto de Estado. El propio presidente Donald Trump ha estado siguiendo de cerca el incidente desde la Casa Blanca, un gesto que evidencia hasta qué punto las tensiones sociales se han colado en la agenda política al más alto nivel. Lo que ocurre en las calles ya no es un problema local, sino el síntoma de una fractura mucho más profunda que recorre Estados Unidos.
De hecho, el clima de crispación que se respira en algunas ciudades es el reflejo de la parálisis que atenaza a Washington. La incapacidad de la clase política para forjar acuerdos se ha vuelto crónica, creando un ambiente de bloqueo constante donde los grandes debates nacionales quedan encallados. La capital del país parece envuelta en una maraña de conflictos partidistas que impiden cualquier avance real.
Prueba de ello es el reciente naufragio en el Senado de una propuesta que, en teoría, contaba con apoyos de ambos partidos. Según informa Washingtonpost, la iniciativa buscaba bloquear ataques letales contra presuntos narcotraficantes en Venezuela, pero ni un asunto de esta envergadura logró superar la inercia del desacuerdo. El episodio demuestra que el estancamiento va más allá de la simple pugna ideológica.
Del fracaso partidista a la amenaza de parálisis total
Asimismo, esta falta de consenso no solo afecta a los posibles pactos, sino también a las agendas de las propias formaciones. Un ejemplo claro es el repetido fracaso del Partido Republicano en sus múltiples intentos por desmantelar la ley sanitaria conocida popularmente como «Obamacare». Lejos de conseguir su objetivo, estos esfuerzos han servido para airear las profundas divisiones internas del partido conservador, incapaz de articular una alternativa sólida.
Por todo ello, el fantasma de un nuevo cierre de Gobierno vuelve a sobrevolar la capital. Esta parálisis administrativa, que amenaza con materializarse de forma inminente, se perfila como la consecuencia más visible y directa de la crisis institucional. Al final, será la ciudadanía de a pie la que, una vez más, pagará los platos rotos por la incapacidad de sus políticos para alcanzar acuerdos básicos que mantengan el país en funcionamiento.
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