Elecciones británicas

El dilema «tory»: reconstrucción o aniquilación

Sunak asume la responsabilidad de la derrota sin paliativos y liderará la transición a la derecha o al centro

Cuando Rishi Sunak anunció en mayo un adelanto electoral aprovechando que la inflación -que llegó hasta los dos dígitos- mejoraba, su aspiración era repetir el milagro cosechado por John Major en 1992, cuando éste desafió todo pronóstico y terminó superando incluso los triunfos cosechados por la Dama de Hierro en 1979, 1983 y 1987. Ningún gobierno desde la reforma parlamentaria de 1832 había ganado cuatro elecciones consecutivas y ninguno había conseguido una victoria empezando la campaña con los sondeos en contra.

Pero, lejos de poder repetir tal hazaña, los tories sufrieron ayer una auténtica aniquilación, con tan solo 121 escaños de los 650 que estaban en juego, una auténtica humillación en la ilustre historia del partido, que supera su punto más bajo anterior de 156 asientos en 1906.

El Partido Conservador había sido hasta ahora la máquina más eficaz de la democracia británica con asombrosa capacidad camaleónica. En estos últimos catorce años en el poder, nada tuvo que ver la formación liderada por David Cameron, con la de Theresa May. No digamos ya la de Boris Johnson o la fugaz Liz Truss. Y luego con Sunak, el primer inquilino de Downing Street de origen indio y religión hindú.

Tras conservar su escaño por la circunscripción de Richmond y Allerton Norte, algo que se ponía en duda, el ya ex primer ministro reconoció que “hay mucho que aprender y reflexionar” y asumió “la responsabilidad del fracaso”. Lo cierto es que ha sido uno de los líderes tories más sensatos y trabajadores. Pero la carga que llevaba a sus espaldas era demasiado pesada.

Desde hace tiempo la formación es un barco a la deriva. El hecho de que el euroescéptico Jacob Rees-Mogg perdiera su escaño revela el fracaso del Brexit. La derrota de la propia Liz Truss (que quiso ser copia barata de Boris Johnson) evidencia el hartazgo del circo político. Y la irrupción del populista Nigel Farage, con Reform UK, demuestra hasta qué punto el votante de derechas del núcleo duro estaba desencantado con un partido al que acusan de haber perdido su identidad.

La sangría de votos hacía Farage tendrá tremendas repercusiones en la dirección que tome ahora el Partido Conservador que casi con toda seguridad girará a la derecha radical en las primarias que se abren tras la más que esperada dimisión de Sunak. Prueba de ello es que tanto Penny Mordaunt (hasta ahora presidenta de la Cámara de los Comunes) y Grant Shapps (ya ex ministro de Defensa), representantes del centro, también perdieron ayer su escaño.

En su discurso de despedida, Sunak recalcó la importancia de mantener los valores de un país que permitió convertirse en primer ministro a un descendiente de inmigrantes. “Una de las cosas más notables de Reino Unido es, precisamente, lo increíble que es que, dos generaciones después de que mis padres emigraran a este país, yo pudiera convertirme en primer ministro. Debemos mantener viva esa posibilidad que define quienes somos. Esa visión de bondad, decencia y tolerancia que siempre ha sido la británica”, matizó.

No obstante, el radicalismo es casi inevitable. Kemi Badenoch, que actuaba como ministra de Negocios y Comercio, gana cada vez más terreno para ser su sucesora. De padres nigerianos, nació en Londres, pero se crio entre Estados Unidos y Nigeria, y no volvió al Reino Unido hasta los 16 años. Anti woke, anti trans, defensora del estado pequeño y admiradora de Churchill y Thatcher, la bautizada como la “niña querida de la derecha” se ha convertido en la favorita del núcleo duro.

La situación ahora de los tories se compara con los conservadores canadienses en 1993, cuando terminaron con tan sólo el 16 por ciento de los votos, un apoyo tan nimio que pasaron de 169 escaños a sólo dos. Hasta el día de hoy, es la peor derrota sufrida por cualquier partido gobernante en una democracia avanzada.

Coincide que en Canadá (donde existe el mismo sistema electoral británico del FPTP) había surgido un nuevo partido populista, audaz, descarado e influenciado por el núcleo duro de la derecha llamado Reform, el mismo nombre con el que Farage -`enfant terrible´ de la política británica y amigo de Donald Trump- ha bautizado ahora su nuevo proyecto (Reform UK). ¿Casualidades?

Stephen Harper, uno de los fundadores de Reform, se convirtió luego en primer ministro canadiense en 2006 fusionándose con lo que quedaba de los antiguos conservadores ¿Absorbieron los conservadores canadienses a Reform? ¿o viceversa?