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Armamento

El talón de Aquiles del Tomahawk: ¿Por qué el misil que desafía a Rusia tiene un punto débil crucial?

La imposibilidad de distinguir entre una ojiva nuclear y una convencional de los Tomahawk una vez que han sido lanzados genera un gran temor en Moscú

Un misil Tomahawk de Estados Unidos Raytheon

Trump ha amenazado a Rusia con enviar a Ucrania los misiles Tomahawks. La posibilidad de que esta amenaza se acabe cumpliendo ha puesto nerviosos a los altos cargos de las fuerzas armadas rusas, que temen las capacidades del misil de crucero estadounidense BGM-109 Tomahawk por su largo alcance y su alta precisión. Este avanzado proyectil puede impactar objetivos a más de 1.600 kilómetros de distancia con una precisión de aproximadamente 10 metros, y es capaz de golpear centros de mando o infraestructuras críticas.

Pese a la reputación del misil, ganada a pulso durante la Guerra del Golfo de 1991, el Tomahawk posee puntos débiles que pueden resultar cruciales ante los sistemas de defensa aérea rusos, en concreto hay que hablar de dos puntos: la naturaleza subsónica y la dependencia de sistemas de navegación precisos.

El talón de Aquiles más importante del Tomahawk tiene que ver con su velocidad. Es un misil de crucero que opera a velocidad subsónica, aproximadamente 885 kilómetros por hora, considerablemente más lento que la velocidad del sonido.

Esta velocidad contrasta fuertemente con los misiles hipersónicos o incluso con los misiles balísticos más veloces de los que dispone Rusia. Aunque el Tomahawk vuela bajo para evadir la detección de radares convencionales, su velocidad lo convierte en un objetivo potencialmente manejable si es detectado a tiempo por sistemas de defensa aérea modernos.

Los sistemas avanzados de misiles superficie-aire rusos, como el S-400 o el Buk, están diseñados para derribar aviones y misiles de crucero que vuelan a baja altitud. Una vez que el misil es detectado, la relativamente baja velocidad del Tomahawk ofrece a estos sistemas una ventana de tiempo suficiente para calcular su trayectoria e interceptarlo de manera efectiva. Esta ha sido precisamente la experiencia documentada en conflictos anteriores donde sistemas similares han logrado derribar misiles de crucero de tecnología comparable.

Para compensar su velocidad subsónica, el Tomahawk utiliza un vuelo rasante a muy baja altitud (que oscila entre 15 y 60 metros del suelo), empleando un sofisticado sistema de navegación de contorno de terreno que le permite seguir valles y colinas, ocultándose del radar. Sin embargo, esta capacidad hace que sea más vulnerable a la guerra electrónica. Los sistemas rusos están especializados en interferir las señales del Sistema de Posicionamiento Global (GPS) y los sistemas de navegación óptica de los misiles enemigos. Un Tomahawk cuya navegación se ve degradada o bloqueada es susceptible de desviarse de su trayectoria programada o, en casos extremos, de ascender, exponiéndose entonces a la detección y destrucción por los radares de defensa aérea.

La respuesta desde Rusia

El expresidente ruso Dmitri Medvédev advirtió el lunes que el posible suministro de misiles Tomahawk a Ucrania podría tener "funestas consecuencias para todos," especialmente para el presidente estadounidense, Donald Trump. Medvédev hizo hincapié en un punto ya señalado por el portavoz de Vladímir Putin: la imposibilidad de distinguir entre una ojiva nuclear y una convencional de los Tomahawk una vez que han sido lanzados. Esta ambigüedad técnica, según la cúpula rusa, eleva el riesgo de una escalada incontrolada y subraya el profundo recelo de Moscú ante el despliegue de este armamento de largo alcance en la zona de conflicto.

El Tomahawk marcó un hito en la evolución de la guerra de precisión. Su primer despliegue operacional en la Guerra del Golfo de 1991 revolucionó el concepto de ataque a objetivos estratégicos desde la retaguardia, demostrando la viabilidad táctica de los misiles de crucero de largo alcance. Desde entonces, ha sido empleado en múltiples operaciones en Oriente Medio con tasas de éxito generalmente elevadas.

Sin embargo, los expertos creen que en Ucrania este misil presenta un escenario totalmente distinto al de conflictos anteriores, ya que se trata de un espacio aéreo saturado de defensas, con sistemas de detección temprana coordinados y capacidades sofisticadas de guerra electrónica.