Opinión

Terremoto (geo)político en Turquía

Erdogan pagará en las urnas la negligencia y la corrupción que han contribuido a las consecuencias humanas de los seísmos

Hatay (Turkey), 13/02/2023.- A woman stands near the rubble of a collapsed building and the wreckage of a car in the aftermath of a powerful earthquake in Hatay, Turkey, 13 February 2023. More than 35,000 people have died and thousands more are injured after two major earthquakes struck southern Turkey and northern Syria on 06 February. Authorities fear the death toll will keep climbing as rescuers look for survivors across the region. (Terremoto/sismo, Siria, Turquía, Estados Unidos) EFE/EPA/STR
Destrucción en Hatay, al sur de Turquía, tras el terremotoSTRAgencia EFE

Los dos terremotos en Turquía y Siria han causado muchas víctimas y probablemente causarán otras en el terreno político en Turquía, ya que Siria es un país en guerra. También es probable que las réplicas geopolíticas se dejen sentir en los próximos días o semanas. En el plano interno, el choque ha sido violento para el Gobierno turco. De hecho, durante las próximas elecciones, Erdogan pagará las consecuencias de la negligencia y la corrupción que han contribuido en gran medida al desastre humano del terremoto. Más allá de la responsabilidad de este, se plantea también la cuestión de la descentralización del Estado en términos de eficacia del control administrativo y de la política pública de ordenación del territorio. Además, se plantea la delicada cuestión de la democratización del sistema político turco.

Desde hace varios años se viene reclamando una gestión más autónoma a nivel local y regional, tanto desde los municipios como desde los círculos económicos. Es concebible que la opinión pública cuestione al Estado como «padre absoluto», una autoridad investida de todas las competencias y prerrogativas. De ahí la preocupación de Erdogan por su «edificio político» que se está tambaleando. Los altos funcionarios van a ser destituidos por no haber hecho frente al terremoto o por haber carecido de previsión.

Desde el exterior, la ayuda internacional a Turquía y Siria se complica por la situación geopolítica. Estos dos países, atravesados por tres placas tectónicas, se encuentran también en la frontera de bloques políticos antagónicos, lo que complica la entrega de ayuda internacional.

En efecto, si la OMS, la UE y numerosos Estados –muchos de ellos enfrentados a Erdogan, como Grecia y Ucrania– muestran su solidaridad con Ankara, Damasco no puede contar con la misma movilización tras doce años de guerra civil y con dirigentes sometidos a sanciones internacionales. Aunque el Ministerio de Exteriores sirio ha pedido apoyo a los Estados miembros de la ONU y al Comité Internacional de la Cruz Roja, solo Rusia se ha mantenido al lado del régimen sirio. Moscú dijo que estaba dispuesta a enviar personal de rescate, además de organizar una operación de rescate con los militares rusos que ya se encontraban allí. No obstante, la Medialuna Roja ha pedido a la UE que levante las sanciones contra Damasco para ayudar a las zonas afectadas.

El silencio de la comunidad internacional se explica por el hecho de que el país está internacionalmente aislado y olvidado tras años de una guerra que continúa lejos de los focos. Asad, que ha logrado mantenerse en el poder gracias a Irán y Rusia, ha sido acusado de crímenes de guerra y contra la humanidad en la guerra civil desde 2011.

Bajo un goteo humanitario, la provincia de Idlib solo es abastecida por un único paso fronterizo en la frontera entre Turquía y Siria. Esta es la condición planteada al Consejo de Seguridad de la ONU por Vladimir Putin, aliado de Asad, que presiona para que toda la ayuda internacional se canalice a través de Damasco y beneficie al régimen. Aparte de la provincia de Alepo, controlada por las fuerzas del régimen, las provincias fronterizas con Turquía afectadas por el terremoto están ocupadas por fuerzas rebeldes, incluidos grupos yihadistas, por fuerzas kurdas o por las mismas fuerzas turcas. Esto plantea la cuestión de cómo ayudar a la población siria, sobre todo porque millones de personas sobreviven gracias a la ayuda internacional, que empieza a escasear, ya que los corredores humanitarios desde Turquía han sido cerrados por el Kremlin y Damasco.

En otras palabras, no hay lugar para la compasión internacional a pesar de las necesidades desesperadas de los millones de desplazados que han huido del régimen criminal de Bachar al Asad. La prueba es que las operaciones de la ONU en la región están notoriamente infrafinanciadas.

En cuanto a la Turquía de Erdogan, si bien se ha convertido en una potencia ineludible, especialmente desde el inicio de la guerra contra Ucrania en la que no supone una amenaza para ninguno de los dos bandos, está seriamente debilitada económica (inflación cercana al 200%) y políticamente. La cuestión es si este debilitamiento le permitirá mantener su «posición ruso-occidental». La tragedia del terremoto dará paso rápidamente a intenciones políticas ocultas: ¿serán los rusos, o incluso los chinos, lo bastante generosos como para que los turcos se echen en sus brazos y den definitivamente la espalda a Occidente, con consecuencias geopolíticas inciertas como la salida de la OTAN o el ostracismo de la comunidad internacional? En el lado occidental, en el contexto del conflicto ruso-ucraniano, ¿algunos pueden intercambiar su apoyo como hizo Turquía con Suecia por la entrada de este último en la OTAN?

Frédéric Mertens de Wilmars es profesor y coordinador del Grado de Relaciones Internacionales en la Universidad Europea de Valencia