Cargando...

Escandinavia

La ultraderecha aspira a “sorpassar” a los conservadores en unas reñidas elecciones en Noruega

Los socialdemócratas en el poder parten con una ligera ventaja gracias al “efecto Stoltenberg”

Norway Election ASSOCIATED PRESSAP

Un puñado de votos decidirá quién gobernará Noruega los próximos cuatro años. Los sondeos anticipan un resultado ajustado entre la izquierda en el Gobierno y la oposición de derechas en las elecciones que el país nórdico celebra este lunes.

Las últimas proyecciones de la televisión pública NRK apuntan a una estrecha victoria del bloque de izquierdas liderado por el primer ministro, el socialdemócrata Jonas Gahr Støre, con 91 escaños, seis más de los 85 necesarios para tener mayoría absoluta en el Parlamento (“Storting”). A poca distancia, el bloque de derechas reuniría 78 diputados.

Los socialdemócratas, que lograron regresar al poder hace cuatro años, han sufrido un fuerte desgaste por la fuerte subida de precios de los alimentos y las disputas con su socio de coalición, el euroescéptico Partido de Centro, que abandonó la coalición de Gobierno a principios de año por sus diferencias en política energética.

Sin embargo, el regreso de Jens Stoltenberg a la política noruega tras diez años en Bruselas como secretario general de la OTAN ha devuelto las esperanzas a los socialdemócratas. Tras anunciarse en febrero su nombramiento como ministro de Finanzas en la remodelación del Gobierno, el partido subió inmediatamente diez puntos en las encuestas.

En opinión de Elisabeth Ivarsflaten, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de Bergen, Stoltenberg, que fue primer ministro entre 2000 y 2001 y entre 2005 y 2013, llegó a ser visto "como una especie de salvador que llegó para arreglar las cosas en Noruega, y con gran efecto", dando un impulso a la izquierda.

Asimismo, el Gobierno noruego parece beneficiarse del sentimiento de estabilidad que domina a los votantes en medio de la inestabilidad de la vuelta a la Casa Blanca del impredecible Donald Trump. Según el politólogo Johannes Bergh, del Instituto de Investigación Social (ISF), Støre se estaba beneficiando de un efecto de "manifestación en torno a la bandera" en medio de la guerra comercial lanzada por el presidente de EE UU y las preguntas sobre la voluntad de Washington de seguir defendiendo militarmente a Europa.

"Con la elección de Donald Trump en Estados Unidos y la guerra en Ucrania, se está produciendo una especie de aglutinamiento en torno a gente con mucha experiencia, como el primer ministro", explica Bergh a Afp. No por casualidad, el primer ministro aparece en los carteles electores de los socialdemócratas junto a Stoltenberg bajo el lema "Seguridad para el futuro".

Con todo para que Støre permanezca en el cargo no le basta con que los socialdemócratas repitan el resultado de 2021, que ya fue uno de los peores de su historia, sino que depende de que dos socios, el Partido Rojo y el Partido Verde, logren al menos 4% de votos necesario para entrar en el Parlamento. Ambas formaciones obtendrían un 6,2% y 9 escaños, según los sondeos. El voto táctico de los noruegos a los pequeños partidos decantará la victoria hacia el bloque rojo o azul.

Mientras, la derecha no pierde la esperanza de recuperar el poder, al tiempo que afronta una competencia interna en su propio bloque electoral por quién será el partido más votado y, por tanto, la futura primera ministra. Como ocurriera en la vecina Suecia en las elecciones de 2022, la ultraderecha está a punto de “sorpassar” por primera vez a los conservadores, que históricamente se han turnado en el Gobierno con los socialdemócratas.

La líder del Partido del Progreso (PrP), Sylvi Listhaug, se alza con el segundo lugar en las encuestas (21,6% y 42 escaños) gracias a sus duras posiciones contra la inmigración. Listhaug, que fue ministra de Integración en la antigua coalición con los conservadores (2013-2020), exige una inmigración neta cero de supuestos "países de alto riesgo" de Oriente Medio, África y partes de Asia, argumentando que los inmigrantes de estas regiones son responsables de los problemas económicos y sociales de Noruega.

Relegada al tercer puesto en intención de voto queda Erna Solberg, quien ya estuvo, precisamente, al frente del Gobierno noruego durante los años de coalición con el FrP. La derecha tradicional, según los sondeos, se hundiría hasta el 14,5% de los votos y 27 escaños, lo que convertiría a los conservadore en socio menor de una hipotética coalición con los conservadores. Solberg insiste en que ella es la candidata del bloque de derechas (conservadores, extrema derecha, democristianos y liberales) para encabezar el Gobierno, mientras Listhaug defiende que el cargo de primer ministro debe corresponder al partido más votado del bloque.

El coste de la vida, los impuestos y el futuro de la actividad petrolera han marcado la campaña electoral noruega. Precisamente, la transición verde es uno de los asuntos de fricción más importante entre los partidos de izquierdas.

Los socialdemócratas abogan por que Noruega, el principal suministrador de gas y petróleo a Europa desde que la guerra de Ucrania obligó a la UE a dejar de importar energía a Rusia, mantenga su producción, al mismo tiempo que se rebaja las emisiones de carbono. "Hay un largo camino por recorrer hasta el punto en que no se necesiten los suministros noruegos, porque se quiere deshacerse de las fuentes rusas y otras no occidentales", asegura el ministro de Asuntos Exteriores laborista, Espen Barth Eide.

Mientras, los partidos a la izquierda desean acelerar el abandono de las energías fosiles. "Obviamente intentaremos obligar al Gobierno a cumplir algunas de nuestras políticas, en particular sobre el clima y el petróleo", advierte el diputado verde Rasmus Hansson, cuyo partido aboga por una salida "gradual" del petróleo.

El interés por las elecciones entre los noruegos lo demuestra la cifra récord del voto por correo, superior incluso a la ya alta en las elecciones de 2021, marcadas por la pandemia de coronavirus. La cifra de votantes alcanza los 1,71 millones frente a los 1,65 millones de hace cuatro años y equivale al 42,2% del total de electores registrados. El voto anticipado en 2021 supuso casi el 58% del total de papeletas emitidas, en unas elecciones con una participación del 77,2%, en las que la izquierda se impuso con 100 escaños, frente a los 61 de la derecha.