Entrevista
Xavier Colás: "El putinismo ha sido una dictadura consentida, sobre todo al principio"
El periodista y autor del ensayo ‘Putinistán’ considera que el régimen ruso "transmite miedo y cultiva la desesperanza para que la gente entienda que, sean buenas o malas, las alternativas no son posibles"
Buen conocedor de la Rusia actual como corresponsal del diario "El Mundo" en Moscú desde 2012, el periodista Xabier Colás disecciona en ‘Putinistán’ (La Esfera de los Libros) el régimen que ha construido Vladimir Putin desde que un enfermo Boris Yeltsin le cedió el poder la Nochevieja de 1999. En su opinión, casi un cuarto de siglo después, se ha roto el pacto tácito entre los rusos y Putin por el cual la población renunciaba a la política a cambio de bienestar económico y prosperidad.
¿Tan peligroso era el fallecido opositor Alexei Navalni para Putin?
En una dictadura, el poder tiene que contestar con hechos a quien le interpela. Lo principal de la ideología de Navalni, en contra de todo lo que se ha dicho sobre él, que era un nacionalista, era que Rusia estaba en manos de una banda de mafiosos. En eso estaba de acuerdo muchísima gente, incluso quienes no salen a la calle a protestar, pero también decía que no hay que tener miedo. Al acabar con él, el régimen ha tratado de revertir eso. Las dictaduras funcionan así y el miedo es una divisa y las transacciones tienen que ser constantes. Igual que no se puede quedar el dinero quieto en el capitalismo, no se puede quedar el miedo quieto en una dictadura. Hay que andar suministrando más y más y da igual las grandes o pequeñas que sean las amenazas para el régimen. De Navalni dijeron primero que era un don nadie y cada vez le fueron poniendo más trabas. Lo ignoraron los medios de comunicación, por supuesto, y se pasaba períodos cortos en prisión. Navalni siempre pensó que no lo iban a matarlo porque se consideraba más nocivo muerto que vivo. Y muchos le dábamos la razón hasta que en 2020 lo intentaron matar con Novichok y en 2021 lo encerraron. Parece que eso no era suficiente y lo llevaron a una cárcel en el Ártico de máxima seguridad, donde apenas tenía acceso a comunicación o abogados. Y, aun así, eso no ha sido suficiente. Nada es suficiente para una dictadura, porque sabe que su poder es discutido y, según avanzan los años, es más consciente de ello.
La lista de opositores rusos que mueren en extrañas circunstancias es muy larga en estos últimos 20 años. ¿Putin es realmente su brazo ejecutor o es su entorno?
Sí, esa es una pregunta que se hace mucha gente y que yo hace tiempo que no me hago porque el putinismo no es una persona. No tenemos que imaginar a Putin como un hombre en un despacho rodeado de teléfonos y de papeles. El putinismo es un sistema que se ha construido con la ayuda de muchísima gente que ha querido contribuir a él. Gente incluso de a pie con su indiferencia; gente con dinero por conveniencia; gente ultranacionalista por convicción; arribistas por codicia. Y ahí todos los agentes del putinismo, en función de su tamaño, juegan un papel. La judicatura tiene un 90% y pico de veredictos de culpabilidad y las fuerzas de seguridad, los servicios de inteligencia, etcétera juegan un papel fundamental en la represión. Ellos van ofreciendo servicios al zar, a veces de una manera más acertada y otras veces con errores y ridículos, como cuando en 2020 no sólo no lo mataron [a Navalni], sino que antes de volver desenmascaró a los que le habían estado siguiendo del FSB para intoxicarle.
En realidad, no importa mucho de qué lugar salió la orden. La respuesta la hemos tenido pocos días después con Putin ascendiendo a las personas responsables del sistema penitenciario en el que ha muerto Alexei Navalni. Esto ha ocurrido muchas veces. El sistema va retirando los obstáculos que se le ponen en medio para su prolongación, que es a lo que aspira. No sólo está interesado en la prolongación el sistema Putin, sino también gente que es más joven que quiere prolongarse más allá. Esa es la razón por la que muchas veces no hace falta ni siquiera que salgan las órdenes del zar, sino que el sistema directamente sabe qué es lo que tiene que hacer, transmitir miedo y cultivar la desesperanza para que la gente entienda que, sean buenas o malas, las alternativas no son posibles. El sistema es viejo, ya la gente que rodea Putin tiene entre sesenta y pico y setenta y pico años. Cuanto más viejos, más vulnerables se sienten a la idea del paso del tiempo. Y por eso suceden estas cosas, que se mata a enemigos debilitados, a enemigos neutralizados, a enemigos pequeños, precisamente porque el viejo no quiere que lo nuevo crezca y sea en un momento suficientemente vigoroso, no para acabar con el sistema, sino para ponerlo en aprietos, de manera que haya que redistribuir de alguna manera el “statu quo”, quo es lo que nadie quiere cambiar aquí
Pero al fallecido Yevgeny Prigozhin, el jefe de Wagner, sí se le permitió públicamente criticar al régimen por el desarrollo de la guerra de Ucrania. ¿Su rebelión ha sido el mayor desafío al poder de Putin?
Sí, yo creo que ha sido el momento más delicado que atravesó Vladimir Putin. Los Wagner no representaban la amenaza más grande. Recordemos que son gente que depende, por ejemplo, para las municiones del Ejército. Es decir, tenían una autonomía limitada. Pero aun así sí que ha sido el momento más delicado. Y creo que Putin ahí demostró que está en forma. Ese tipo de crisis internas todavía hoy las resuelve bien. Primero mostró fuerza, pero, al mismo tiempo, ofreció un compromiso. El compromiso lo utilizó para calibrar cuál eran los apoyos reales que tenía este señor para separar, digamos, el grano de la paja, lo que llevó tiempo. Y cuando ya lo tenía aislado y parcialmente desactivado, entonces le volvió a asestar un golpe brutal, rompiendo, por supuesto, todos los compromisos y negando cualquier tipo de implicación, pero sin hacer una investigación decente. El régimen se ha cuidado mucho de no dar ninguna explicación real sobre lo que ocurrió con ese avión. Y es porque quiere que sin explicar todo el mundo entienda. Es decir, nunca van a decir, nosotros hemos matado a Prigozhin, pero lo hacen de manera que todo el mundo entienda por qué ha muerto a por qué cualquiera que intente algo parecido tiene que morir también.
Según la última reforma constitucional hecha a su medida, Putin podría gobernar sin problemas hasta 2036, más tiempo que Stalin en la URSS. ¿Sobrevivirá el putinismo sin Putin?
Serían 36 años de putinismo si gobierna hasta 2036. Se podría haber hecho tal vez si el putinismo hubiese sabido poner fin a ese período en un momento de mayor fortaleza, pero ahora el putinismo cada vez gasta más energías, quema más libertades y quema más vidas en conseguir lo mismo de siempre. O sea, lo que antes conseguía de una manera sutil, ahora lo tiene que hacer de manera brutal y violenta. Lo que antes hacía para prolongarse durante diez años, ahora lo hace para prolongarse durante cinco. Yo creo que no habrá putinismo después de Putin. Todo es posible porque también depende un poco del contexto y de lo que esté pasando en ese momento en Europa, en Rusia y en el mundo. Pero mi sensación aquí es que todo el mundo ha dado por hecho que nada cambiará mientras esté Putin y que nadie sabe lo que va a pasar cuando Putin no esté. Desde ese punto de vista es lo contrario de una democracia, donde todo el mundo sabe que algunas cosas pueden cambiar con el Gobierno que eliges y todo el mundo sabe más o menos lo que pasará cuando el Gobierno no esté. Durante algún tiempo, hubo gente que pudo pensar, aunque nunca fue realmente una idea realista, que Putin pudiese apartarse. Por razones psicológicas, pero también judiciales, Rusia no es un lugar seguro para dejar el poder. Así como en España los expresidentes viven mejor cuando dejan el poder que cuando lo ocupan, en Rusia dejar el poder no supone una garantía de nada.
¿Una derrota militar en Ucrania podría precipitar el fin del régimen?
Podría precipitar las cosas, aunque ya decía antes que los problemas internos son tal vez lo que gestiona mejor Putin y lo gestionaría lo mejor posible. Podemos usar el paralelismo de lo que pasó con Brezhnev. Fue un presidente que presidió el estancamiento, un estancamiento que es recordado con añoranza por muchos rusos. Brezhnev presidió una época que los rusos recuerdan con cariño, que plantó cara a Occidente militarmente, pero evitó las guerras. Pero Brezhnev se hizo viejo en el cargo y cuando ya estaba acabando se metió en 1979 en Afganistán, que fue un error tremendo. Esa guerra, que se prolongó diez años, hasta 1989, fue la estocada mortal del régimen para Gorbachov. Si se perdiese la guerra de Ucrania, Putin encontraría una salida temporal buena, pero probablemente la persona encargada de prolongar su régimen lo pagaría. Estoy elucubrando sobre lo que puede ocurrir. En Rusia, además, existe una tradición de que todos los líderes políticos que han ido pasando por el Kremlin han deshecho parte de lo que hizo el anterior.
¿Cómo ha tolerado la población rusa que Putin haya transformado la débil democracia que heredó de Yeltsin en un régimen autoritario?
Ha sido una dictadura consentida, sobre todo al principio. Intento explicar en los primeros capítulos que en Rusia hubo un malentendido sobre la libertad. Es decir, no había habido libertad nunca y la gente malinterpretó lo que era. Para empezar, el fin de la URSS tuvo unos efectos como los de una derrota militar sin que hubiese habido una guerra. Una guerra que no aparece en los mapas ni en los libros de historia, pero tuvo los mismos efectos de una, pues vivieron una posguerra desde un punto de vista económico, como si hubiera habido una guerra. Vivieron una pérdida de territorios desde el punto de vista geográfico como si hubiese habido una conquista que tampoco la había habido. Vivieron un cambio de régimen como si hubiese habido una ocupación. Todo esto sucedía al mismo tiempo que llegó algo que no se había visto nunca, la libertad. Entonces la gente confundió la inestabilidad y la pobreza con la libertad. Fue en buena medida una casualidad que todo eso ocurriese a la vez, pero es verdad que los años de mayor libertad, que es la primera parte de los 90, fueron los años de mayores dificultades económicas y de mayor inestabilidad. Y eso ha quedado marcado a fuego no para siempre porque la demografía hace su trabajo. Y ahora hay un montón de gente que tampoco recuerda los 90. Por eso, creo que el futuro será, en cierta manera, distinto de lo que llevamos viendo desde hace mucho tiempo. Yo creo que los rusos sufrieron un malentendido sobre la libertad porque la entendieron como una cuestión privada, como un disfrute personal. No entendieron la libertad como la entendemos en España también como un aspecto colectivo. Es decir, no sólo es que yo pueda comprar lo que quiera, viajar a donde quiera e incluso decir lo que quiera, sino que es necesario que este señor pueda escribir lo que quiera, que este juez pueda tomar la decisión que quiera, que esta persona pueda presentarse en el partido que quiera. Pero como todas esas personas no eran ellos, la mayor parte de la gente no escribe ni se presenta a las elecciones, todo lo que estaba ocurriendo durante esos primeros años ya con Putin no les importó porque había un crecimiento económico, porque había una estabilidad y porque aparentemente la democracia funcionaba. Pero en realidad no funcionaba porque, aunque podías escribir cualquier cosa, no podías leer cualquier cosa. Podías votar a quien quisieses, pero no todo el mundo se podía presentar.
Había un pacto tácito entre el Gobierno ruso y la población. Es decir, la gente no se mete en política y el Gobierno, el Estado, no se mete en la vida de la gente. Durante mucho tiempo fue verdad. Durante mucho tiempo, dentro de su casa no entraba el Estado. Ese pacto en realidad nunca se respetó porque hubo siempre que gente que quedó fuera, gente que perdió la libertada, el trabajo, la propiedad, e incluso la vida.
¿Y ese pacto tácito entre la población y el régimen cuándo dejó de funcionar?
La población, incluso los más apolíticos, se han topado de bruces con la realidad, precisamente con la guerra, con el reclutamiento, con el recorte brutal de libertades, con el aislamiento, con las sanciones, con que la gente tenga miedo a postear en redes sociales, con que te detengan por la calle si vas a una manifestación. Aunque está silenciosa, la gente está mucho más atenta que hace uno o cinco años. ¿En qué va a desembocar eso? Yo soy corresponsal, no soy adivino, pero creo que los países cambian y que los regímenes se hacen viejos.
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