
Guerra en Ucrania
Trump enfría la opción del envío de los "Tomahawk" a Ucrania
El presidente de EE UU recibe por tercera vez a Zelenski en la Casa Blanca sin despejar si entregará a Kiev los misiles que reclama para cambiar el curso de la guerra
Por tercera vez desde su regreso a la Casa Blanca, el presiente Donald Trump ha recibido este viernes al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en Washington. Una visita que, lejos de ser protocolaria, condensa todas las tensiones que atraviesan el tablero geopolítico: la guerra de Ucrania, el papel de Rusia y el intento de Trump por erigirse en el gran mediador de la paz mundial, mientras mantiene una relación ambigua con Vladímir Putin.
El reencuentro entre Trump y Zelenski llega precedido de dos reuniones previas con resultados dispares. La primera, en enero, fue un auténtico desastre diplomático; la segunda, que incluyó a líderes europeos, transcurrió con cierta calma. Pero esta tercera cita ha estado marcada por un tema espinoso: la solicitud ucraniana de misiles Tomahawk de largo alcance, capaces de alcanzar objetivos militares y energéticos dentro del territorio ruso.
Trump, consciente del peso simbólico y militar de esa decisión, evitó dar una respuesta definitiva. El mandatario estadounidense se mueve en un equilibrio difícil: por un lado, presume de haber logrado un alto el fuego en Oriente Medio; por otro, no quiere enemistarse con un Putin al que, pese a llamar "tigre de papel" en las últimas semanas, aún considera pieza central para la paz.
Budapest, un escenario cargado de simbolismo
El jueves, Trump habló por teléfono con el presidente ruso y anunció que ambos celebrarán una segunda cumbre en Budapest, Hungría, en una fecha aún por definir. El secretario de Estado, Marco Rubio, será el encargado de mantener los contactos previos con funcionarios rusos.
La elección de Budapest no es casual. Hungría, gobernada por Viktor Orbán -uno de los pocos aliados europeos que mantiene buena sintonía con Moscú y con el propio Trump-, se perfila como un escenario neutral pero cargado de simbolismo. Trump pretende proyectar la imagen de un negociador capaz de sentar a enemigos irreconciliables, aunque de momento Putin se niega a reunirse cara a cara con Zelenski.
Durante la rueda de prensa conjunta, Trump no ocultó su impaciencia con el presidente ruso: "Putin no quiere hablar. Quiere alargar esto todo lo que pueda". Sin embargo, el magnate no ha impulsado aún medidas punitivas. Un proyecto de ley que impondría duras sanciones a Moscú sigue atascado en el Senado, aunque algunos movimientos recientes apuntan a que podría avanzar.
Fiel a su estilo, Trump convirtió la comparecencia en un espectáculo político. Cuando un periodista preguntó a Zelenski cuál era la diferencia entre la diplomacia de Biden y la suya, el ucraniano trató de responder con cautela. Trump lo interrumpió: "Uno es extremadamente competente y el otro es grotescamente incompetente", lanzó, arrancando una sonrisa forzada del líder invitado.
Zelenski: "Necesitamos sentarnos y hablar"
El tema de los misiles Tomahawk, diseñados para volar a baja altitud y escapar de los radares, se ha convertido en el eje del encuentro. Kiev considera que disponer de ese armamento le permitiría golpear en profundidad las infraestructuras militares rusas y modificar el curso de la guerra. Pero en Washington soplan otros vientos. Muchos congresistas republicanos comparten la idea de que Estados Unidos no debe seguir involucrado en conflictos lejanos. "Nuestro país sufre una fatiga de guerras extranjeras", espetó un periodista durante la conferencia. "El presidente ha hecho grandes concesiones para lograr la paz; ¿qué está dispuesto usted a ceder para acabar con esta guerra? ¿Renunciará a entrar en la OTAN?".
Zelenski, visiblemente incómodo, replicó con prudencia: "Necesitamos sentarnos y hablar. Queremos un alto el fuego. Queremos la paz. Putin no la quiere. Discutiremos lo que necesitamos hoy".
La jornada dejó más preguntas que respuestas. Trump intenta venderse como el único capaz de detener la guerra en Ucrania, del mismo modo que presume de haber "resuelto" el conflicto en Oriente Medio. Zelenski, por su parte, sabe que depende del apoyo militar y financiero estadounidense, pero también percibe el creciente cansancio de Washington.
En ese contexto, la propuesta más extravagante del día llegó del propio Trump: la idea de construir un "túnel Trump-Putin" que conecte Rusia con Alaska. "Es una idea interesante", dijo con su característico tono de desafío. Zelenski, en cambio, no ocultó su disgusto: "No estoy feliz con esa idea", comentó lacónicamente. Pese a la teatralidad del encuentro, ni Trump ni Zelenski ofrecieron un plan concreto para poner fin a la guerra. La posibilidad de un alto el fuego depende de la voluntad de Putin, que sigue apostando por el desgaste militar.
Zelenski busca mantener viva la atención internacional y evitar que Ucrania se convierta en una moneda de cambio en las negociaciones entre Washington y Moscú. Trump, en cambio, se enfoca en reforzar su imagen de líder global eficaz, capaz de resolver lo que su antecesor -al que califica de "incompetente"- no supo hacer. Mientras tanto, el reloj político corre. Si Trump logra reunir a Putin y Zelenski en Budapest, podría anotarse un triunfo diplomático sin precedentes. Pero si la cita fracasa, su estrategia de "paz por prestigio" podría convertirse en otro capítulo más de su imprevisible política exterior.
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