La columna de Carla de la Lá
Los niños de la curva (y sus madres)
Los ACI padecen acoso, críticas, ansiedad y, eventualmente, depresión porque no encajan; a veces ni siquiera saben que su “problema” no es un problema si no un tesoro: ¡un don!
Hay personas que dan más miedo a la sociedad (y a sus propios padres) que las historias de fantasmas y son aquellas que por su extraordinaria inteligencia son más difíciles de comprender, convencer y sobre todo de controlar.
Les explico: hubo un tiempo de inmenso sufrimiento para ambos donde era habitual que me comunicara con mi hijo a través del reproche o el castigo… ¡Pobre mío!
_Hijo, voy a recoger las notas, ¿quieres prevenir a tu pobre madre de alguna cosa?
Hijo (10 años): mamá, sólo tienes que saber que no te van a entregar las notas del mejor estudiante del colegio.
Recuerdo acudir con palpitaciones a las tutorías (de muchas salía llorando), absolutamente indefensa, porque me arrojaban las dificultades de mi hijo en el (infinitamente mediocre) sistema, como quien te tira una piedra en el ojo, sin ningún tipo de compasión ni empatía:
_Profesora: “Nada, que es disruptivo, auto referencial, distraído, irresponsable, vacila a los profesores, tiene problemas relacionales, no se entera de nada, no estudia nada, no hace nada, no entiende nada y no sabe nada”
_Gracias, me voy que tengo una cita con mi revolver entre las dos cejas.
_Profesora: De nada.
Entonces (una madre no descansa ni dormida) y pasando por encima de todo, supe, en medio del infierno, que mi hijo no era ni vago, ni rebelde, ni mucho menos torpe, todo lo contrario. Su forma de percibir el mundo, de analizarlo y devolver su visión verbalmente e incluso dibujando, eran amplísimos, brillantes, por momentos geniales. Tras unas semanas de análisis le diagnosticaron de ACI (yo casi nunca hablo de esto porque la gente se pone mala) y les voy a contar lo que ha supuesto para nosotros, a las puertas de comenzar en un colegio increíble (volcado en el desarrollo cultural y afectivo de los alumnos, más que en su contención).
Comparto mis vivencias porque se habla muy poco de los niños ACI (¡y menos de sus madres, desconcertadas y castigólicas!), tan poquito, que las familias con esta peculiaridad (y riqueza) estamos totalmente desatendidas por parte de las instituciones, donde las ayudas y estrategias para mejorar la situación de estos alumnos (que son patrimonio intelectual para un país) son totalmente insignificantes.
Mi hijo pertenecía a un macro colegio concertado con muy buena voluntad pero poca preparación para atender a niños diferentes, a los que se salen de la curva.
Los niños y niñas altamente creativos (y sus padres) son los grandes perjudicados en las aulas porque suponen un reto constante y porque, esto es increíble, la creatividad está mal vista. Por supuesto, muchos niños como el mío, suspenden asignaturas, y lo que es peor, desarrollan un patrón de desorganización y fobia a las tareas por la forma cuadriculada, reiterativa y profundamente aburrida (e incompatible con su cabeza) con la que se les obliga a trabajar.
Entonces, la autoestima del niño cae en picado y su alegría, y, con ella, la de su madre (yo con mis hijos soy como E.T. con Elliot, sufrimos en paralelo) y su comportamiento empeora y deja de adaptarse y eso también le perjudica socialmente.
Los ACI padecen acoso, críticas, ansiedad y, eventualmente, depresión porque no encajan; a veces ni siquiera saben que su “problema” no es un problema si no un tesoro: ¡un don! En España hay un 3% de personas superdotadas, en comparación con el 8% que hay en Europa, se nos pierde un 5% a causa del infra diagnóstico.
Padres atención: cuando un niño no se adapta, ¡hay que detectar por qué! aunque lo verdaderamente alucinante es que algún niño se aclimate a los kafkianos planes de estudio españoles. Aprovecho para preguntar ¿Quién los diseña? Por ejemplo, me perturba el hecho de que la sintaxis que estudian nuestros niños sea de un nivel de exhaustividad tan desorbitado (que haría sentirse abrumados a los lingüistas del Círculo de Viena) mientras apenas saben escribir y hablar correctamente en su idioma, ni conocen (ni disfrutan de) obras tan sencillas y gratificantes como las de Cervantes, Becker, Melville, Hemingway, Verne, Twain, Dickens, Gogol, Stevenson, Wilde…
El pensamiento divergente, el cuestionamiento de lo establecido, la voluntad de hacer las cosas a su manera de los niños ACI es incompatible con la incoherencia de estos métodos, sencillamente no los acatan y salirse de la campana para crear otros escenarios posibles molesta al docente medio, cuyo objetivo inmediato no es el aprendizaje de los alumnos (y menos su felicidad) sino su sometimiento.
Durante años me cuestioné como madre, y cuestioné a mi hijo (y he llegado a insultarle_y pobre de mí porque insultar a tu hijo es como abofetearte a ti misma_ por no acatar mis normas y porque siempre tiene un argumento demoledor) pero finalmente opté por sacarlo de un colegio donde los valores para triunfar son la quietud y la sumisión. Recordaba a mi padre: Carlita, ¿crees que Napoleón Bonaparte obedecía en todo a su mamá?
Los ACI no son dóciles, son lacerantemente inconformistas y cuestionadores, la autoridad incongruente, que es el establishment social y escolar, no sirve con estos niños, porque procesan rapidísimo, sintetizan, desechan y no se someten dos veces a la misma necedad.
Por lo demás (yo lo reconozco), tener un hijo superdotado, es como tener el pecho gigante, o como ir al supermercado con un diamante de 25 kilates, de vergüenza ajena, vamos, o así te lo hace sentir todo el mundo. Nadie te entiende y nadie quiere escucharte (ni los más allegados); unos se enfadan y otros se burlan: si el narcisismo propio es “jodido”, la proyección narcisística sobre los hijos ya es inefable.
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