
Inteligencia
La ciencia lo confirma: estos son los hábitos cotidianos que te están haciendo menos inteligente
Dormir mal, beber más de la cuenta o un entorno pesimista. Hábitos mucho más comunes de lo que parece y que pasan una factura directa a nuestro cerebro, mermando la memoria y la atención

El cerebro, ese complejo órgano que rige cada uno de nuestros pensamientos y acciones, es mucho más sensible a nuestros hábitos diarios de lo que solemos imaginar. Decisiones aparentemente menores, gestos cotidianos que a menudo pasamos por alto, pueden tener un impacto profundo y duradero en su rendimiento y salud a largo plazo. Tres factores en particular, vinculados al descanso, el consumo de alcohol y el entorno social, emergen como elementos clave que pueden estar mermando nuestra capacidad cognitiva de forma silenciosa.
De hecho, uno de los pilares fundamentales para el buen funcionamiento cerebral es el sueño, y su ausencia se paga muy cara. No es necesario pasar noches enteras en vela para sufrir las consecuencias; una privación de sueño, incluso moderada, afecta de manera directa en funciones esenciales. La atención se dispersa con facilidad, la memoria de trabajo (aquella que nos permite manejar información para realizar tareas complejas) se debilita, y tanto el estado de ánimo como la capacidad para emitir juicios certeros se ven seriamente comprometidos. Un descanso insuficiente es, en la práctica, un sabotaje a nuestra propia lucidez.
Asimismo, el consumo de alcohol, una práctica socialmente extendida y normalizada en nuestro país, revela una cara menos amable cuando se examina bajo la lupa de la neurociencia. Las investigaciones han establecido un vínculo preocupante entre un consumo regular, cifrado en ocho o más bebidas alcohólicas a la semana, y la aparición de marcadores de lesión cerebral. Esta cantidad, que para muchos podría encajar dentro de un patrón de consumo social, parece ser un umbral de daño cerebral, de acuerdo con la información recogida por GQ.
Más allá de lo físico: el lastre de un entorno tóxico
Por otro lado, los peligros para nuestra mente no provienen únicamente de sustancias o de la falta de descanso. Un factor igualmente crucial, aunque a menudo subestimado, es el entorno social y emocional en el que nos movemos. Estar rodeado de forma constante por personas y pensamientos negativos actúa como un verdadero lastre para el cerebro, impidiendo que pueda desplegar todo su potencial y operar con claridad. Este tipo de ambiente resulta perjudicial para la agilidad mental. Frente a estas influencias externas, cultivar el bienestar interior se vuelve una defensa clave, por lo que seguir algún consejo para mejorar la autoestima puede ayudar a construir un escudo protector contra la negatividad.
En este sentido, un entorno tóxico no solo afecta al estado de ánimo, sino que consume valiosos recursos cognitivos y energéticos. La exposición continua a la negatividad obliga al cerebro a un esfuerzo extra para mantener la concentración y el enfoque, dificultando la creatividad, la resolución de problemas y, en última instancia, la capacidad para rendir a un nivel óptimo. Proteger nuestra mente implica, por tanto, ser selectivos también con las personas e ideas que permitimos en nuestro día a día.
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