Salud
Fuerza con propósito: el club de powerlifting que promueve un estilo de vida saludable
El cáncer de endometrio avanza entre un grupo de edad poco habitual hasta ahora: mujeres de entre 30 y 40 años. Un tumor uterino cuyo riesgo aumenta con la obesidad, el sedentarismo o los desequilibrios hormonales
La batalla contra el cáncer de endometrio a menudo comienza con una ventaja. Cuando este tumor, que se desarrolla en el revestimiento del útero, se detecta en sus fases iniciales —como ocurre en el estadio 1—, el tratamiento quirúrgico suele ser extraordinariamente eficaz. Esto se traduce en un pronóstico generalmente favorable para las pacientes y una tasa de supervivencia elevada, un dato alentador en el campo de la oncología.
De hecho, la razón principal de este éxito radica en que la enfermedad suele dar la cara pronto. El cuerpo emite una principal señal de alerta que es difícil de ignorar: el sangrado uterino anómalo. En mujeres que ya han pasado la menopausia, cualquier tipo de sangrado es un motivo de consulta inmediata, mientras que en las más jóvenes puede manifestarse a través de ciclos menstruales irregulares.
Sin embargo, detrás de esta aparente previsibilidad se esconde una realidad que preocupa cada vez más a los médicos. La enfermedad está dejando de ser un mal casi exclusivo de la postmenopausia para afectar a mujeres mucho más jóvenes, en la treintena y la cuarentena. Este cambio de patrón, inquieta a los especialistas, que han puesto el foco en las causas subyacentes de este repunte.
El estilo de vida moderno bajo el microscopio
En este sentido, los expertos señalan que el incremento de casos está estrechamente ligado a los hábitos de vida contemporáneos. La obesidad, el sedentarismo y una alimentación deficiente se perfilan como los principales detonantes del desequilibrio hormonal que fomenta la enfermedad. Concretamente, unos niveles elevados de estrógeno sin la contrapartida de la progesterona pueden provocar un crecimiento descontrolado del tejido endometrial, el caldo de cultivo perfecto para el cáncer.
Asimismo, a esta lista de factores de riesgo se suman otras patologías en auge, como el síndrome de ovario poliquístico, la diabetes o la hipertensión, que multiplican las probabilidades. Una vez que existe la sospecha, a menudo por un engrosamiento anómalo detectado en una ecografía, la confirmación llega mediante una biopsia. Si el resultado es positivo, pruebas de imagen como resonancias magnéticas o tomografías PET son cruciales para determinar la extensión del tumor y planificar el tratamiento.
Por todo ello, la prevención se convierte en la herramienta más poderosa. Los especialistas insisten en que la mejor estrategia de defensa pasa por adoptar un estilo de vida saludable. Mantener un peso adecuado, realizar ejercicio de forma regular y seguir una dieta equilibrada no solo reduce el riesgo de desarrollar este tipo de cáncer, sino que mejora la salud general de manera integral.