Industria de Moda

La Bella Italia

Carmen Lomana, junto al diseñador Stefano Gabanna durante su estancia en Milán
Carmen Lomana, junto al diseñador Stefano Gabanna durante su estancia en Milánlarazon

Siempre que vuelvo a mi país de un viaje por Europa, siento que es poco serio todo lo que ocurre y me viene a la cabeza esa antigua frase de «Europa empieza en los Pirineos». Las elecciones catalanas me han pillado en Milán, ciudad que sin ser de las más bonitas de Italia es muy elegante y está absolutamente entregada a la belleza y la moda, ya sea en diseño de muebles o en maravillosas creaciones de ropa que estos días he tenido la oportunidad de contemplar. Entre los desfiles a los que he asistido, elijo sin lugar a dudas el de Dolce&Gabbana en el que, como suele ser habitual, se hizo una exaltación de todo lo italiano en su manifestación más típica y auténtica, con una puesta en escena rememorando los rincones y mercados, en este caso de Portofino pero también Capri y Venecia, vendiendo con gran orgullo la marca Italia desde los productos gastronómicos hasta sus preciosos vestidos, que puedo asegurarles que nos tenían a todos los allí presentes entusiasmados.

Este imperio del lujo creado por Domenico Dolce y Stefano Gabbana es totalmente coherente con su discurso como buenos sicilianos de amor a la familia, tradición y admiración por la mujer italiana fuerte y racial;, no en vano en su publicidad suele salir desde la «nona» a las féminas más bellas de la familia. Siguiendo con su tónica de exaltación de lo nacional, la modelo de su última barra de labios, con un favorecedor color buganvilla, es Sofía Loren, que ya ha cumplido los ochenta años y está divina, y es todo un símbolo en ese país. Y yo me pregunto, no sin cierta tristeza, por qué Italia, –que hasta la unificación con Garibaldi (1871) estaba dividida en diversos estados independientes vinculados a dinastías no italianas como los Habsburgo o los Borbones–, tiene ese sentimiento de orgullo patrio y de nación y aquí estamos viviendo nacimientos independentistas, totalmente para mi entender, llevados por intereses partidistas y que el 27 de septiembre ha consumado la división en dos mitades de la sociedad catalana cuya reconciliación es bastante improbable en los próximos años. A los irresponsables que han inducido a este desastre les alegra liquidar la pluralidad cultural, las identidades diversas de una de las comunidades más abiertas, europeas y avanzadas de nuestra nación. Los catalanes que se sienten también españoles necesitan más que nunca saberse queridos, apoyados y entendidos por el resto de España. Y así entre todos intentar poner un mínimo de coherencia y cordura a este disparate que parece que quieren arreglar con un «ménage à trois».

Mi semana ha terminado con el estreno de la nueva película de Alejandro Amenábar en el cine Capitol de la Gran Vía madrileña, con un ambientazo y convocatoria que parecía la alfombra roja de Hollywood. Allí estaban desde Vassile a Eduardo Noriega, Loles León, Alaska y un sinfín de amigos apoyándolo. Admiro mucho a Amenábar, me parece un genio, pero ésta no es su mejor película. El planteamiento es muy interesante, aunque termina metiéndose en unos vericuetos difíciles para salir airoso. De cualquier forma se la recomiendo, pues estoy segura de que pasarán un buen rato de suspense y expectación. Yo, de momento, me dedicaré a tener un fin de semana disfrutando de paseos y cenitas con amigos en plan relax y nada de tacones ni morritos rojos...