Política

Sevilla

Felicidad en calles abarrotadas

Procesión extraordinaria de la Esperanza de Triana el pasado sábado / Foto: Ke-Imagen
Procesión extraordinaria de la Esperanza de Triana el pasado sábado / Foto: Ke-Imagenlarazon

El sábado volví a vivir uno de esos días en los que uno se siente plenamente feliz de ser sevillano. Salí temprano, quería exprimir el día, como si se tratara de un Domingo de Ramos. Dejé el coche en el Paseo Colón, crucé el puente y ya en el Altozano volví a mi infancia. Estaban los balcones y las calles de fiesta. Banderines, flores de papel, mantones, colchas... esos adornos de barrio que te devuelven a la Sevilla de hace cincuenta años. Al cruzar de nuevo el puente ya llevaba incorporado esa especie de acelerón que te recorre el cuerpo en los días grandes. Dicen los que saben que andar es muy bueno para la salud, pero andar por esta ciudad es bueno para el corazón, el alma y para los ojos, que tienen siempre delante una especie de pintura de gran belleza. Parada en el mismo Postigo, la capillita de la Virgen Pura y Limpia estaba con su cancela abierta, algo inusual. Seguían las buenas señales, recé como acostumbro a tan querida imagen, pero esta vez junto a Ella. Caminando se llega no solo a Roma, incluso al restaurante donde había quedado con unos amigos. Me encaminé a buscar a la Señora. Pensando mal, supuse que iría retrasada y más viendo el gentío que abarrotaba todas las calles. Como pude, llegué a la altura de la calle Adriano y desde lejos ya sentí el tirón de la emoción, ese bellísimo paso de palio, y Ella, La Esperanza de Triana, las marchas, los vivas, las palmas en llamas... Pude con no poco esfuerzo volver a verla por el Paseo Colón, acompañarla por el puente era imposible. Volviendo a casa, pensaba que lo que acababa de ver era una lección para todos que no nos de miedo de llenar las plazas, las avenidas para actos como éste. Las más de 500.000 personas que han estado inundando las calles sevillanas habrán acudido por devoción, por el espectáculo, por la belleza, por pasarlo bien... Todas cosas positivas, tanto que no hay incidentes dignos de mención. Les hemos regalado nuestras ciudades a los violentos, a los que las llenan de odio, de enfrentamiento, incluso de sangre. Esperanza, gracias por demostrarnos que las calles son para convivir.