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Jorge Molist: «'Juego de Tronos' y 'El Quijote' tienen raíces comunes»

El autor posa a las puertas del Alcázar de Sevilla, donde presentó su libro la semana pasada / Foto: Manuel Olmedo
El autor posa a las puertas del Alcázar de Sevilla, donde presentó su libro la semana pasada / Foto: Manuel Olmedolarazon

–¿Cómo está siendo el recibimiento de «Canción de sangre y oro», después de recibir el Premio Fernando Lara de Novela?

–Bien, llevaba cinco años sin publicar y ha sido una vuelta a la escena. Detrás de este trabajo hay una gran investigación histórica, que es la base de todo. Podía haber hecho una novela sin entrar tanto en detalle, inventándome el 80%, pero me he inventado solo el 20%.

–Cuenta la vida de Pedro III, al que, dice, «borraron» de la Historia tras ser expulsado de la Iglesia.

–Pedro III no admitió a un Papa impuesto por los franceses y es el único rey español que murió excomulgado. A los Reyes Católicos también los excomulgaron, y a su padre, Jaime I «El Conquistador». Fue una historia bastante chusca: este señor conquistó Valencia y Mallorca, pero también conquistaba señoras casadas. Era muy católico y se confesó con el obispo de Gerona; este se lo contó al Papa y «El Conquistador», al sentirse traicionado, le cortó la lengua al obispo.

–¿Cree que la Historia se acordará del Pedro actual? Tiene un poco de épica su llegada a la Presidencia del Gobierno.

–Tiene mucha épica el tema, no creo que pase a la Historia como Pedro III, pero es intrigante lo que está ocurriendo en la política española. Yo tengo la fortuna de que cuando leo el periódico o veo la televisión y no me gusta lo que ocurre, me voy al siglo XIII. Vosotros os tenéis que quedar aquí (risas).

–¿Se atrevería a abandonar la novela histórica y venirse a nuestro tiempo?

–Creo que no se me daría tan bien, sería más duro. Puedo ver mejor a través de la historia, el presente aparece borroso con todos los conflictos que estamos viviendo.

–Cuenta que con 14 años su padre le metió a trabajar en una imprenta porque suspendía. Y acabó siendo ingeniero industrial. ¿Qué lectura sacó de aquello?

–Diría que el destino es tan interesante porque es desconocido. Una experiencia dura en ciertos momentos te hace ver mejor la vida. Yo quería ser escritor y no estudiaba; mi padre me dijo «así estarás cerca de los libros», pero qué va, ¡si imprimíamos cartonaje!

–¿Fue entonces cuando el veneno de la tinta se le metió dentro?

–Sí, ¡en las uñas!, Que no me la podía sacar ni los fines de semana. Aquel mismo año me apunté al Bachillerato nocturno y fui cambiando de trabajo hasta un taller de reparación de radios y de ahí me decidí por la ingeniería. Luego descubrí que no me iba la ingeniería, así que busqué otros caminos.

–¿Durante los veinte años que pasaron hasta que publicó su primer libro no escribió?

–Leía, pero no escribía nada. Bueno, algunos poemas, versos de esos que hacemos todos (risas).

–¿Hubo algún hecho concreto que le hizo parar?

–Sí. Había alcanzado una posición muy cómoda y llegó un folleto a mi oficina que ponía «Cómo gestionar tu vida». Me hizo pensar y me puse como propósito de primero de año, en 1.996, escribir la primera línea de la que fue mi primera novela («Los muros de Jericó»).

–¿Aquél 1 de enero escribió ya aquella primera línea?

–Sí.

–Debe ser una de las poquísimas personas que cumplen un propósito de Año Nuevo.

–Porque estaba ya madurado. Sudé bastante para publicarla porque nadie la quería, hasta que tuve la fortuna de que una agente literaria, Carmen Balcells, se interesara por ella.

–¿Cómo fue aquel encuentro con la mítica agente literaria?

–Era todo un personaje. Yo en ésa época tenía responsabilidades en Europa y ella me dijo que fuera a Barcelona a verla. Volé desde Milán, había comido en el avión y llegué a la agencia sobre las cuatro. La oficina estaba cerrada y subí a su casa, que estaba en la planta de arriba. Ella me preguntó si había comido, estaba obsesionada con que los escritores no pasaran hambre. Le dije que sí y aún así me puso de comer. Y estoy seguro de que si no llego a comer, no me coge (risas).

–En la promoción de su libro se ha jugado con la frase «Del Quijote a Juego de Tronos». Ambos son muy conocidos pero poco leídos. ¿Ha visto la serie, ambientada también en la Edad Media, como su novela? ¿Le chocan muchas de las cosas que ocurren?

–Sí, y me obligué a leerme el primer tomo. «Juego de Tronos» y «El Quijote» sorprendentemente tienen raíces comunes: «Juego de Tronos» no deja de ser una novela de caballería, la innovación que le ha puesto el «divino» George R. R. Martin son los zombies. Es una edad media fantástica y a mí hay alguna cosa que no me cuadra, como por ejemplo que tuvieran palomas y cuervos mensajeros que comían maíz. Pero la realización es espectacular. Lo mío no es un libro de caballerías porque está basado en la Historia y me lo he currado mucho.