Fernando Alonso

Los hermanos Caballer hacen temblar la plaza en la penúltima mascletà

La pirotecnia de Almenara utilizó 230 kilos de pólvora, con los que emocionó a todos los asistentes. El casal de LA RAZÓN disfrutó con sus amigos del increíble espectáculo

Arantxa González, Antonio González, Emilia Monzó, Jessica González y José Garrido
Arantxa González, Antonio González, Emilia Monzó, Jessica González y José Garridolarazon

Valencia retumbó ayer a ritmo de las potentes explosiones de ruido que la pirotecnia Hermanos Caballer de Almenara (Castellón) ofreció de principio a fin en la penúltima mascletà de Fallas, que brindó un final apoteósico para envolver la plaza del Ayuntamiento de humo y olor a pólvora.

Valencia retumbó ayer a ritmo de las potentes explosiones de ruido que la pirotecnia Hermanos Caballer de Almenara (Castellón) ofreció de principio a fin en la penúltima mascletà de Fallas, que brindó un final apoteósico para envolver la plaza del Ayuntamiento de humo y olor a pólvora.

Uno de los hermanos responsables de la empresa, Jose Vicente Caballer, explicó al final del disparo que fue una mascletá de su estilo, «tradicional con detalles más actuales» y en la que intentaron que predominara «el ritmo y la potencia hasta el final».

Asimismo, afirmó que se dan por satisfechos con saber que al público le gustó la sonoridad del disparo, en el que quemaron un total de 230 kilos de material pirotécnico reglamentado y utilizaron el máximo calibre permitido, de 60 milímetros.

Caballer confesó que la parte que más le gustó fue el final, que empezó con una descarga y truenos de más potencias, con truenos de aviso para volver con truenos de menor intensidad pero con mucha más cantidad «y acabar otra vez con truenos potentes y el golpe final».

«Era una mascletà del día 18 y pensamos que cuanto más te acercas al 19, lo que la gente reclama es ritmo y potencia y eso es lo que hemos pretendido, que tuviera mucho ritmo desde el principio y potencia».

Una de las partes más estruendosas se vivió con el terremoto previo al final, que estuvo dispuesto desde el final de la plaza hacia el balcón, con cuatro fases que «iban y volvían de un lado a otro para acabar en el centro de la plaza frente al balcón», algo que ya habían probado.