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«Regreso al pasado» en los cines: clásicos para atraer espectadores

Numerosas salas de Madrid han encontrado un nicho en la reposición de joyas cinematográficas y van ampliando esta oferta. Para su sorpresa, el público más joven está respondiendo de forma positiva

El profesor Higgins vuelve a enseñar a Eliza Doolitle a pronunciar correctamente aquello de «la lluvia en Sevilla es una pura maravilla». Marty McFly se monta de nuevo en su Delorean para viajar al futuro, retornar al pasado y, si tiene oportunidad, mantenerse en el presente. La pandilla de los Goonies se empeña en hacer buenas migas con el deforme Sloth Fratelli, mientras que Vincent Vega y Mia Wallace salen una vez más victoriosos de la pista de baile. De un tiempo a esta parte, la cartelera de Madrid mira al pasado, a los clásicos infalibles y más queridos por el público. Una fórmula que se está revelando beneficiosa para unas salas obligadas a reinventarse después de la irrupción de internet, primero, y de las plataformas digitales, después.

El pionero, hace cinco años, fue el Cine Verdi de Bravo Murillo. Fijaron un día y una hora concreta, los jueves a las 20:15, para su ciclo «Imprescindibles». Un espacio para películas de autor, ajenas a la actualidad y a los grandes estudios, y con sello de calidad, siguiendo su línea de programación. Al principio solo acudían cinco o seis espectadores de media. A día de hoy son por lo menos ochenta. Es más: debido a la acogida y la correspondiente demanda, en el último año han establecido una segunda sesión a las 22:30. Una hora pensada para un «público más joven y urbanita, estudiantes con interés por los clásicos y que, por las clases, no podían acudir a otra hora», afirma a LA RAZÓN David García, de A Contracorriente Films, empresa propietaria de los Verdi y tambtambién programador de la sala. De esta forma, han conseguido reunir a un «público muy fiel, que no falla ni un solo jueves, haya fútbol o llueva ».

De todas las proyectadas, hay una con la que la «sala se queda siempre pequeña»: «La dolce vita» (1960), clásico de Fellini que se ha ganado el corazón de los cinéfilos, entre otros motivos, por la «ducha» de Anita Ekberg en la Fontana de Trevi. Win Wenders, Akira Kurosawa y Jacques Tati son otros de los autores que despiertan especial entusiasmo entre su público.

El precio reducido, la clave

Sus redes sociales se llenan de sugerencias. Tras la muerte de José Luis Cuerda, mucho les reclaman cintas como «Amanece que no es poco» (1989). Con todo, los Verdi, salvo excepciones, no repiten película. Cambian de clásico cada semana. «Queremos que el público reserve ese día como una cita semanal cinéfila, muy exclusiva», añade García.

Para Eduardo Escudero, de A Contracorriente, la analogía perfecta sería una pizza: «Puedes estar en casa, llamar y pedirla. Pero también disfrutarla en un restaurante, rodeado de amigos y que se convierta en una experiencia colectiva». La grandeza de una banda sonora, el sonido envolvente, el «grano» de la película... Resulta muy obvio la diferencia que busca su público con respecto a la televisión o a una tablet.

En los Verdi son conscientes de que este tipo de propuestas solo pueden estar disponibles en «días valle» como el jueves, donde la entrada es más floja con respecto a los fines de semana o al día del espectador. Y muy importante, a precio reducido. «La sensibilidad del público con el precio de las entradas es brutal», explica García. Sobre todo entre los jóvenes. Así, el coste es de 3,90; 2,90 si se posee la tarjeta de fidelidad del Verdi.

«Nos dimos cuenta de que existe muchísimo interés por el cine clásico, que la gente quiere seguir disfrutando de buenas películas y que hay una gran inquietud en el público joven que no ha visto estos filmes en pantalla grande», afirma por su parte Carolina Góngora, de los cines Paz, uno de las contadas salas de Madrid que funciona todavía como un negocio familiar. En su caso, tuvieron su primera gran experiencia en noviembre de 2018, cuando su cine celebró su 75 aniversario. Repusieron 24 películas que se estrenaron originalmente en los Paz. Y se produjeron colas –una imagen ya inédita– para ver clásicos de la talla de «Doctor Zhivago» (1965), «West Side Story» (1961) o «My Fair Lady» (1964). Aquel éxito les ha llevado a crear un ciclo, «Cine con tertulia», organizado junto a Javier Redondo Jordán, donde varios expertos analizan para el público obras como «El padrino» (1972) y «Casablanca» (1942). «Curiosamente, funcionó mejor el cine de los años 50, 60 y 70 que el más reciente», apunta Góngora. Eso sí, con una excepción: «Regreso al futuro III».

«Este es el cine de mi infancia y juventud. ‘‘West Side Story’’ fue mi primer filme de adolescente. ¡Que sigan muchos años con nosotros!», escribió Marga, una espectadora, en el libro de visitas de los Paz. «Después de 50 años sin ver ‘Sabrina’’, hoy la disfrutamos de nuevo tres jóvenes veteranas y bellas», escribieron por su parte Blanca, Aída y Pilar.

Un detalle: el hecho de que se trate de clásicos no significa que resulten más baratos para la sala. Al contrario que los filmes recientes, que van por porcentaje de taquilla –parte para la sala, parte para la distribuidora–, adquirir uno estos filmes supone un desembolso de entre 250 y 300 euros.

Otro cine, en su caso muy singular, se ha sumado a esta revisión: el Autocine Madrid RACE, en Chamartín Fuencarral, el más grande de Europa en su clase con un espacio de 25.000 m2 y 350 plazas de aparcamiento. Su estilo, de inconfundible aroma americano –«food trucks», con entrega en ventanilla, un auténtico «diner» importado pieza a pieza desde EE UU...–, armoniza con los viejos éxitos que, de vez en cuando, incluye su cartelera. De todos sus homenajes, el más sonado fue el de «Grease» (1978), el musical con John Travolta y Olivia Newton-John, que obligó a colgar el cartel de «sold out». «Pulp Fiction» (1994) y «Dirty Dancing» (1987) también han sido apuestas ganadoras. «La proyección de clásicos tiene muy buena acogida en público muy variado, no solo adulto. Y en muchos casos se disfruta en familia, entre los cinéfilos más veteranos y los más jóvenes», afirman desde el Autocine, que suma además la «experiencia única» que supone trasladarse a un recinto que constituye todo un viaje en el tiempo.

El Real Cinema, uno de los cines emblemáticos de Madrid, que podría ser derribado
El Real Cinema, uno de los cines emblemáticos de Madrid, que podría ser derribadoRuben mondelo .La razon .

«La emisión de películas icónicas resulta muy atractiva para el público», afirman desde Yelmo Cines. En su caso, si bien depende de la cinta en cuestión, «los espectadores en este tipo de sesiones tienden a superar los 30 años». Algunos de sus recientes triunfos han sido «Fantasía» (1940), el clásico de Walt Disney; «La vida de Brian» (1979), obra de culto de los Monty Python, y la no menos venerada «Los Goonies» (1985).

La «moda» va a más. A Contracorriente, como ya hizo con «Cinema Paradiso» (1988), piensa reestrenar, con todos los honores –pases de prensa incluidos–, uno de los clásicos de Kurosawa: «Dersu Uzala» (1975). Mientras, los Paz, reeditará su «Cine con Tertulia» con los pases de «Con faldas y a lo loco» (1959), «39 escalones» (1935) y «Cantando bajo la lluvia» (1952). De momento, el cine clásico no se moverá de la capital.

Un respiro para unas salas eternamente amenazadas

Casos recientes como el del Real Cinema –cine de Ópera que data de 1920 y que ya ha empezado a demoler para construir un hotel– o el Conde Duque Goya –último cine del barrio de Salamanca y cuyo cambio de uso podría suponer su desaparición–, han puesto de relieve la extrema precariedad de las salas de proyección. De cerca de 200 a poco más de una treintena en el último medio siglo. Así, los exhibidores han buscado fórmulas al margen de los estrenos para intentar rentabilizar sus espacios. Las «programaciones alternativas», además de clásicos, ofrecen también eventos en directo, como pueden ser conciertos –de música clásica o actual–, ballets, óperas... Del mismo modo, alquilan sus espacios para presentaciones de libros, películas y otros eventos.