Madrid
¿Hay que tapar las heridas de bala de la Puerta de Alcalá?
Cobra fuerza la idea de restaurar uno de los monumentos más representativos de la capital, aparcada desde los 80. Las cicatrices llevan el sello de Napoleón, de los Cien Mil Hijos de San Luis, de la Guerra Civil y del golpe del coronel Casado
«Mírala, mírala, mírala, la Puerta de Alcalá»... con su rostro marcado por cicatrices de guerra, huellas de bala y metralla sobre su epidermis de piedra blanca de Colmenar de Oreja y granito segoviano. Cinco veces se ha restaurado este monumento en sus 242 años de vida y en ninguna de ellas se abordó la idea de restañar esas heridas. Solo en tiempos de Juan Barranco en la alcaldía de Madrid se barajó esa posibilidad, pero no se llevó a término. Ganaron los partidarios de dejarlas al descubierto como testimonio de los acontecimientos vividos por este Monumento Histórico Artístico de carácter nacional y Bien de Interés Cultural. Así se hizo posteriormente con los impactos de bala que dejó el 23-F en el Congreso de los Diputados.
Ahora ha resurgido un movimiento en pro de retomar el proyecto y restaurar esas heridas producidas por el fuego enemigo-amigo (las primeras datan de 1808 y las últimas de 1939) como una manera de devolver a este emblema de Madrid todo el esplendor de las fachadas diseñadas por Sabatini por deseo expreso de Carlos III.
Tres veces los franceses
El primer acontecimiento bélico del que resultó herida la Puerta de Alcalá fue en la jornada heroica protagonizada por el pueblo de Madrid el 2 de mayo de 1808. Fue el levantamiento contra las tropas francesas comandadas por el general Murat, que habían entrado a la capital. Junto a la Puerta del Alcalá se libró una encarnizada batalla que acabó con el fusilamiento de patriotas junto a las tapias del Retiro.
El 3 de diciembre de ese mismo año, los franceses, otra vez, convertían sus inmediaciones en un frente de guerra tras librar y ganar unos días antes la batalla de Somosierra, pieza importante de la guerra de la Independencia. En la piedra quedaron también los agujeros producidos por la artillería de Napoleón en aquella segunda refriega.
Solo 15 años más tarde, en 1823, la Puerta de Alcalá volvió a ser escenario de otra acometida de las tropas francesas, episodio conocido como los Cien Mil Hijos de San Luis, un ejército monárquico compuesto por soldados franceses y españoles en apoyo al absolutismo de Fernando VII. Se enfrentaron a los liberales. Los partidarios de estos últimos llegaron a excavar trincheras en la calle de Alcalá.
El asesinato de Eduardo Dato
El 8 de marzo de 1921, Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros, se dirige en coche oficial a su casa en la calle de Lagasca. Cuando se encuentra entre las calles de Salustiano Olózaga y Serrano tres anarquistas (Pedro Mateu, Luis Nicolau y Ramón Casanellas) a bordo de una moto con sidecar descargan sus pistolas contra el vehículo presidencial. Impactaron en la parte de trasera y causaron la muerte de Dato, que recibió dos tiros en el cráneo. También hirieron a otras tres personas. También en esta ocasión la Puerta de Alcalá resultó «herida» por varios impactos de bala.
Testigos de la guerra
Este emblemático monumento, dicen que uno de los más fotografiados de la villa, luce sobre su dura piel los vestigios de la Guerra Civil. En los tres años de asedio fueron muchos los disparos de la artillería apostada en el frente de la Casa de Campo. De hecho, la Gran Vía fue llamada popularmente Avenida de los Obuses. La Puerta de Alcalá fue también víctima del fuego cruzado y así quedó de manifiesto en los impactos que se aprecian en su lado interior. Pero, sobre todo, en la fachada exterior.
Lo peor habría de llegar al finalizar la contienda con el golpe del coronel Segismundo Casado, que se inició el 5 de marzo de 1939. Tras la caída al gobierno republicano de Negrín se formó un Consejo Nacional de Defensa que quiso negociar con el bando sublevado, pero Franco impuso su condición final: la rendición sin condiciones del Ejército Popular Republicano. Fue el inicio de la ocupación de Madrid, Valencia y la zona centro-sur.
Cinco restauraciones
La Puerta de Alcalá ha sufrido cinco restauraciones a lo largo de su historia: una en el siglo XIX y las otras cuatro en el XX.
La primera tuvo lugar en 1869, cuando se actuó sobre su entorno para crear la plaza que hoy conocemos como de la Independencia. Antes de levantarse hubo en sus inmediaciones una plaza de toros con capacidad para 12.000 espectadores, obra de Sachetti. Se había inaugurado en 1749 en la esquina con la calle de Lagasca. Fue demolida en 1874, cuando se construyó la de la Fuente del Berro. Se dice que también presentaba huellas de disparos en su fachada.
En 1904 hubo nuevas obras: restauraron figuras de la cornisa y lavaron y limpiaron todo el monumento. No se volvieron a realizar trabajos hasta 1959, cuando se mejoraron varias de las figuras de los frontones. En 1979, coincidiendo con el segundo centenario de la plaza de la Independencia, se llevó a cabo la cuarta restauración. La última tuvo lugar en 1992, año en el que Madrid ostentó la Capitalidad Europea de la Cultura. En esta ocasión se renovó toda la cubierta de plomo, que estaba deteriorada.
Si se opta por mantener esas cicatrices de guerra, no estaría mal señalizar esas huellas, datarlas y referenciarlas, para conocimiento de propios y extraños porque puede que, para algunos, las cicatrices, como las arrugas, sean bellas.
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