Opinión

Lo breve, dos veces bueno

El director Fernando León de Aranoa recoge el Goya en la 36ª gala de los Premios Goya, en el Palau de les Arts de Valencia
El director Fernando León de Aranoa recoge el Goya en la 36ª gala de los Premios Goya, en el Palau de les Arts de ValenciaRober SolsonaEuropa Press

El sábado pasado se entregaron los premios Goya en Valencia, después de las dificultades por las que paso el propio Antonio Banderas el año pasado en su querida Málaga, donde los nominados tuvieron que conformarse con una presencia telemática y los ganadores celebrar sus premios en el calor de su hogar acompañados por su gente más allegada. De camino a la normalidad, pero sin haber llegado aún a ella, la gala contó con los rostros más importantes del cine patrio, que asistieron a casi 3 horas y media de entrega de galardones, dedicatorias eternas, actuaciones musicales de bastante nivel y para todos los gustos, con la ausencia de un presentador que liderase el cotarro. Todo lo que la academia puede controlar fue mas que acertado, desde la proyección internacional que supone el Goya Internacional para Cate Blanchett, hasta la actuación colosal de Sabina y Leiva o de la gran Luz Casal. Los estilismos de Eduardo Casanova y Paco León rompieron con la normalidad en los hombres, pero fue sin duda el look de Carla Pereira, nominada al mejor corto de animación, el que se llevó la palma de la estridencia.

La gala fue mucho mas vistosa que la temporada anterior y la audiencia lo agradeció, pero el eterno problema del tiempo que los ganadores dedican a los agradecimientos sigue teniendo una complicada solución. El cine, en contra de lo que mucha gente cree, es un mundo muy complicado, donde detrás del éxito y la hermosura que se ve delante de la cámara, hay esfuerzos tremendos por sacar los proyectos adelante, cuando no se quedan por el camino. Valga como ejemplo el agradecimiento del propio Fernando León De Aranoa, gran triunfador de la noche por El Buen Patrón, quien reconoció que empezó a idear la película hace 12 años. Es comprensible que uno quiera disfrutar el momento, casi siempre único en la carrera de la mayoría, pero esta muy reñido con el sentido del espectáculo que debería tener en cuenta la industria cinematográfica. En una gala bien hecha, con variedad, rostros conocidos, música, artistas, ritmo y glamour, sigue habiendo discursos eternos difíciles de digerir.