La escena final
Cuando ser demasiado ejemplar trae problemas
El Teatro Reina Victoria estrena «El peligro de las buenas compañías», una comedia del filósofo y dramaturgo Javier Gomá, dirigida por Juan Carlos Rubio
Cuando hablamos de Javier Gomá, el primer pensamiento que nos viene es el de pensador, filósofo o ensayista, pero no el de dramaturgo. Sin embargo, Gomá quiso experimentar este nuevo género literario y en «Un hombre de cincuenta años» reunió tres piezas teatrales, una de ellas, «El peligro de las buenas compañías», es la que se estrena ahora en el Teatro Reina Victoria dirigida por Juan Carlos Rubio, con Fernando Cayo, Carmen Conesa, Ernesto Arias y Miriam Montilla. Cuenta Gomá que al hacer el prólogo cayó en la cuenta «de que las tres tienen un hilo conductor y es que los personajes principales están en torno a los 50 años, una edad muy significativa, de ahí el título». Y en ese momento vital están las dos parejas protagonistas de esta obra, las que forman dos hermanas, Lola y Julia, con sus respectivos maridos Tristán y Félix. Tristán, abogado de prestigio a punto de alcanzar su cima profesional, entra en una crisis conyugal por la perversa influencia de su ejemplar cuñado Félix, bondadoso, servicial…un individuo sin tacha con quien se le compara más de lo que él quisiera y esto le despierta un intenso resentimiento. «A veces, ser demasiado ejemplar puede traer problemas al que está al lado y de eso trata esta divertida comedia moral, como la llama el autor», explica Juan Carlos Rubio.
«El mal ejemplo genera buena conciencia y, al contrario, el buen ejemplo mala. La ejemplaridad es siempre y necesariamente conflictiva –explica Gomá-. Tener al lado un ejemplo positivo puede provocar dos reacciones, una es reformar tu vida e imitar el ejemplo, que es lo más elogiable, pero tiene el inconveniente de que conlleva un gran coste personal y con frecuencia no queremos o no podemos imitarlo y ese ejemplo positivo te señala con el dedo: tú por qué no haces lo que yo hago. Eso produce incomodidad, inquietud, odio e incluso deseo de violencia y aniquilación». Y apostilla: «Esa es la razón por la que la virtud ha terminado muchas veces su vida de manera violenta, desde Sócrates y Jesucristo hasta Gandhi o Luther King». ¿Es eso envidia? «Creo que no porque envidia es desear un bien ajeno y no es el caso -afirma Gomá-. Más bien lo llamaría resentimiento, incluso odio. El resultado es que el buen ejemplo de unos, abre un juicio contra otros por comparación, porque les crea un problema de conciencia. En cambio, si a tu lado aparece alguien vulgar, desagradable, gorrona, tacaña, machista, desaseada….te hace sentirte superior, te genera una especie de superioridad moral», asegura.
Este es el conflicto que presenta Gomá de forma que mueve a la risa, algo que puede extrañar en un autor de filosofía. A un individuo a punto de coronar su existencia profesional se le distorsiona todo por la aparición del cuñado ejemplar y perfecto. «No he querido hacer una obra sesuda para lectores cultos, sino una comedia divertida para todos los públicos llena de enredos, equívocos, confusiones, malentendidos, suplantaciones y golpes de efecto que, sin embargo, se mueve sobre una base filosófica, que no se hace explícita, sino que transcurre como lo que es, una comedia, que no se queda en la mera carpintería o en el puro ingenio, sino que detrás hay, subyaciendo, toda una teoría de la ejemplaridad conflictiva –afirma-. No es una obra conceptual, es dramática, pero a través del humor subyace una idea que da para pensar, es un teatro que da para reflexionar sobre la condición humana. En Moliére se ríe uno mucho, pero sales pensando y por eso llamamos hoy Tartufo a los hipócritas o avaro a quien tiene una relación viciosa con el dinero, es decir, son reflexiones que van más allá del simple entretenimiento teatral», concluye.
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