Reivindicación
El “Día sin bañador” llega hoy a la piscina de Aluche en Madrid: cuando el verano se vive al desnudo
Las asociación naturista que impulsa esta iniciativa considera que el uso de bañador “es perjudicial porque priva de los beneficios del sol, conserva la humedad y puede generar infecciones”
Por lo visto, todo comenzó con una manzana y una gran sorpresa para aquellas dos primeras personas de la creación. Estaban desnudos. Nació, junto a este relato de sobra conocido, un concepto de pecado estrechamente vinculado a la sexualidad humana y, por ende, también a la desnudez. No nos hemos podido quitar de encima estos conceptos aún con el paso de los milenios, y aquellas partes que socialmente se consideran sexuales (más en un sentido erótico que ligado a sus funciones biológicas) siguen siendo ocultadas en todo momento, aunque la pregunta «¿por qué en la actualidad sigue habiendo partes de nuestro cuerpo que se consideran pecaminosas?» de vez en cuando asalta el espacio público. Como es en el caso de la piscina de Aluche este domingo, que se celebra el «Día sin bañador».
Esta iniciativa de la Asociación para el Desarrollo del Naturismo en la Comunidad de Madrid (ADN) no parte de otro deseo sino de hacer reflexionar acerca de «si usamos bañador por algún motivo que no sea que nos han educado así», dice a LA RAZÓN Ismael Rodrigo, presidente de ADN. La idea, que nació a nivel nacional en 2007, en un principio estaba pensada para las playas. Pero, como es evidente, Madrid no cuenta con estos espacios. «Decidimos intentarlo con las piscinas, y lo conseguimos en 2010 con la de la Universidad Complutense», apunta. Era la primera vez que se unían en un solo espacio de estas características personas que prescindiesen del bañador con otras que decidían no hacerlo, siempre desde la libertad individual. «Es un asunto de convivencia, pero fue totalmente bien», asegura Rodrigo. Así, desde entonces, cada tercer domingo de julio se celebra este día en las piscinas de Madrid que quieran dar el paso, como es el caso de este 2022 en Aluche.
«No solo es un avance, sino que con ello se trata de transmitir unos valores que, en el fondo, se encuentran muy en el fondo de nuestras raíces culturales a través de la tradición grecorromana», explica Rodrigo. En este sentido, Pedro López Anadon, autor del libro «El desnudo al desnudo», subraya que en el fenómeno del nudismo y nuestra idea actual del cuerpo confluyen dos civilizaciones: por un lado, la tradición clásica de culto al cuerpo desnudo como fuente de belleza e inspiración –sí, el deporte se practicaba sin ropa y las estatuas clásicas no tenían los genitales tapados inicialmente, sino que se ocultarían con la tradicional hoja de parra tras el auge del cristianismo–; y la tradición judeocristiana, que considera el cuerpo como pecaminoso. Curiosamente, el cristianismo encontró un buen cauce para expandir esta idea en las enseñanzas de Platón de que el cuerpo es una representación imperfecta de la «Idea de cuerpo», y este es, a su vez, la cárcel del alma. Unos conceptos que acabaron de implantarse cuando, en la Edad Media, los monjes católicos se dedicaron a traducir a los autores clásicos y redescubrir sus ideas.
«Más cerca de nuestra época», dice López Anadon, «el nudismo adquiere en Alemania y en Austria una gran preponderancia porque vuelven a esa concepción clásica del cuerpo, en la que se consideran que hay que cuidarlo y lo asocian también con la medicina natural, en contraposición al proceso de industrialización que vivía Europa a finales del siglo XIX». Así se crea una cultura que llega hasta nuestros días. «De hecho, en Alemania hay parques donde la gente se desnuda para tomar el sol, y nadie lo ve mal. En los países nórdicos las saunas son mixtas y se toman los baños desnudos», asegura, y señala además que este movimiento naturista llegaría a España a principios del siglo XX de la mano de renombrados doctores. «Hoy tenemos la suficiente información como para asumir que esta consideración es un constructo social, y eso se demuestra con que en otras culturas se considera de esta manera hasta el pelo de las mujeres. O en la misma cultura occidental, hasta finales del siglo XVIII, era pecaminoso ver los tobillos a una mujer».
«La verdad es que cuando preguntas a la gente por qué usa bañador nunca te dan una respuesta razonada», insiste el presidente de ADN, convencido de que, en realidad, «no se puede decir que sea necesario”. Más bien “lo que se pueden encontrar son motivos para no llevarlo». «Es perjudicial a nivel de salud porque priva de los beneficios del sol, porque conserva la humedad y puede generar infecciones», dice, pero, sobre todo, genera perjuicios «a nivel educativo, porque sexualiza algunas partes del cuerpo humano, y más en las mujeres que en los hombres». Por este motivo, el objetivo de esta iniciativa, además de hacer pensar, es «alcanzar el fin de que, en aquellos lugares en los que es obvio que no hace falta ropa, no sea obligatorio llevarla».
El único límite, eso sí, es la higiene. «De hecho, por esta misma razón en las ordenanzas municipales se prohíben los baños con ropa», explica Rodrigo. «Sobre todo en el caso de los hombres, que usan calzoncillos bajo el bañador, lo cual es tremendamente antihigiénico». Para él, lo correcto sería que en las ordenanzas se especificase que o se usa bañador o nada. «Cuando te duchas antes de entrar en la piscina, impide la higiene en la parte que tapa, aunque lo mejor, realmente, sería ducharse con jabón antes de ir», añade.
Más que el hecho en sí, para Rodrigo tal vez lo más difícil de transmitir son esos valores de no criminalizar el cuerpo humano, de no sexualizarlo. «Los niños van a acabar viendo desnudos, pero es tremendo que los primeros a los que se enfrenten sean aquellos que están relacionados la pornografía, cada vez a edades más tempranas», explica. «Van a pensar que todos tienen el pene pequeño, o que sus pechos están mal porque no son los perfectos que ven en la desnudez comercial», añade Rodrigo. «Además, van a vincular siempre la desnudez a la sexualidad, lo cual también influye en el modo en el que nos relacionamos», asevera. De hecho, insiste en que «esos problemas de falta de aceptación del propio cuerpo acaban por generar incluso enfermedades, y todo eso se cura, un poco, con actos como este», en los que la desnudez y la diversidad se normaliza totalmente. «Quienes vamos a ir este domingo a la piscina somos personas normales», asegura. «Si desde pequeños estuviéramos acostumbrados a la diversidad, nuestra relación con el propio cuerpo sería distinta. ¿Qué vamos a ver? Gente de todos los tamaños, gente como yo, con la espalda torcida, calvos, depilados y sin depilar. Y lo importante es que no pasa nada por no ser perfectos. Entender esto es muy importante para la sociedad». Todo esto en una sociedad que venera la perfección, suena como un elixir. «¿Cuánta gente dice eso de ‘a la playa no voy porque ya con este cuerpo…’? todos los cuerpos son nuestros cuerpos, y son válidos. No tenemos que ocultarlos». Parece que lo único que se necesita para tener un cuerpo de playa, es tener un cuerpo. Y eso lo tenemos todos.
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