Tesoros en los Museos

La colección de colecciones está en la calle Serrano de Madrid

Descubrimos junto a Begoña Torres, directora del Museo Lázaro Galdiano, las verdaderas joyas del palacio Parque Florido

Begoña Torres, Directora del Museo Lázaro Galdiano de Madrid.
Begoña Torres, Directora del Museo Lázaro Galdiano de Madrid.Alberto R. RoldánLa Razón

Es inevitable pasear por la calle Serrano y no detener la vista en él. Su imponente apariencia y el color rojo de su fachada hacen que el palacio Parque Florido no pase desapercibido. Pero muchos no saben que este fue la residencia de José Lázaro Galdiano y que tras su muerte fue abierto al público en 1951 cumpliendo su único deseo: que su colección sirviese para la formación y el disfrute de las generaciones futuras.

Dentro del museo podemos contemplar cerca de doce mil piezas y la mejor colección en el sentido de colección que hay en España en estos momentos. Desde el punto de vista de pinacoteca cuenta con obras que no existen en otros museos, emblemáticas y especiales. Como las de El Bosco o el «Salvador Adolescente» sobre el que siempre planea la autoría de Leonardo da Vinci. También piezas de los representantes del barroco español como Carreño de Miranda, Ribera, Murillo o Velázquez. El gótico también ocupa un importante lugar, pues Lázaro aprovechó la desamortización para adquirir ese arte que aún no era muy comprendido por coleccionistas del momento y el claro reflejo de ello son diversas tablas góticas españolas. La pintura inglesa, francesa o flamenca, también tiene su representación dentro de la colección aportándole esa heterogeneidad que la caracteriza. Sin olvidar a Goya, el pintor por excelencia del museo y que más interesó al coleccionista. Este llegó a reunir una gran colección, además de iniciarse también con una serie de exposiciones a través de las cuales profundizó en los estudios del pintor. Y son los propios techos del palacio claro reflejo de la temática goyesca los que le coronan como el favorito.

Una de sus obras más características y que más fascinan a Begoña Torres, directora del Museo Lázaro Galdiano, es «El Aquelarre». Esta hace pareja con «El Conjuro» y componen unos pequeños cuadros de gabinete encargados por los duques de Osuna en 1798 para su casa en El Capricho en Alameda de Osuna. «Lo más interesante es que detrás del encargo estaba la Duquesa de Osuna, una mujer muy interesante y culta para esa época», relata Torres, «esto demuestra como la aristocracia y especialmente, la femenina, se interesaba por temas que tenían que ver con la Ilustración y más intelectuales». También lo es la temática de estos cuadros: infernal y diabólica. Con estos cuadros el pintor pretendía criticar todos los vicios de la sociedad, la ignorancia y ese fanatismo religioso que imperaba en ese momento. Sin olvidar que en un momento anterior habían llevado a autos de fe y a las muertes de las brujas por considerar que las mujeres que eran de alguna manera sospechosas de algo ya eran brujas. «Con estos cuadritos crítica todo ese mundo de superstición que además conectan directamente con sus grabados conocidos como Los Caprichos, donde se muestra también esa idea de ignorancia del pueblo y ese mundo al revés», detalla. Un encargo de la duquesa para su gabinete, las estancias más personales dónde se relajaba y dónde muy pocas personas eran invitadas.

Biblioteca y archivo

Pero no solo fue arte lo que Lázaro coleccionó. También mostró interés por las esculturas, la cerámica, porcelana, las monedas, las armas o la arqueología que adquirió en sus viajes a Francia, Italia o Estados Unidos, país donde además residió un largo periodo de tiempo. Todo esto la convierte en una colección muy rica y única. Pero según Torres, lo más destacable es la labor que hizo Galdiano desde el punto de vista intelectual. «Tuvo mucho interés en que España se modernizase desde el punto de vista literario y dar a conocer obras que aquí no se conocían», apunta. Por eso creo la editorial La España Moderna, con la que publicó las mejores obras de los literatos españoles de ese momento como fueron Clarín, Galdós o Zorrilla entre otros muchos. No lo hizo solo, contó con la ayuda de Emilia Pardo Bazán, entre otras, y se introdujo así en el mundo del feminismo gracias a todo lo que esta escribió sobre la mujer y a favor de ella. Y por si esto fuese poco, también fue un impresionante bibliófilo. El museo posee en este momento una importante colección en su biblioteca, dedicada a la investigación pero a disposición del público, de las más importantes de España con libros impresionantes como El Libro de retratos de Pacheco o La Hypnerotomachia Poliphili. Además de ser archivo en el que conservan cartas y manuscritos relacionados con políticos españoles del momento, con el propio Galdiano y el mundo del coleccionista.

Galdiano fue uno de los pocos coleccionistas en España que no solamente dejó su colección al Estado, también sus bienes. La Fundación que lleva su nombre ha apoyado diversas iniciativas en favor del patrimonio cultural español. Después de estar al cargo del Museo del Romanticismo, Begoña Torres, asumió la dirección de este hace algo más de un año. «Siempre he pensado que es uno de los más importantes y emblemáticos de nuestro país. Cuenta con piezas únicas, una colección diversa y especial además de un gusto característico», confiesa a LA RAZÓN en su estancia favorita: la sala de baile. Esta es reflejo de que este palacio fue hecho al gusto renacentistas para imitar a palacios de épocas pretéritas en las que existía un salón de baile con dos cámaras a cada uno de los lados para que pudiesen ser vistas las colecciones. Desde el 15 de septiembre esta acoge la exposición «Pórtico» del pintor Félix de la Concha. «Es un privilegio estar aquí», sentencia.