Crítica
Visitamos el restaurante mexicano que abre en un hotel de lujo de Madrid y esta es nuestra valoración
Se trata de Jerónimo, para el que The Madrid Edition ha reclutado a Enrique Olvera, el cocinero que regenta Pujol en Ciudad de México
Sí, un gran mexicano de un hotel de lujo. Jerónimo no es un nombre de indio apache, sino el de un restaurante capitalino que acaba de abrir cocina y mantel en un hotel de caché. The Madrid Edition es un hotel de muchas estrellas y tarjeta de crédito enclavado en las Descalzas, dentro de esa línea emergente e imparable del efecto llamada al lujo para el guiri que no acaba de visitarnos. Y como nuevo reclamo que ya viene siendo muy habitual con el lujo hotelero, se ha reclutado a un cocinero azteca que tal vez se ha calificado por los rankings como el mejor de aquel país. Enrique Olvera regenta Pujol en la ciudad de México, donde se puede disfrutar de su rigurosa interpretación de la cocina autóctona y tradicional, pero con una técnica contemporánea y rompedora. Comer en Pujol es un lujo, en este caso sin hotel y con una guerrilla de cocineros y sala absolutamente memorables.
Jerónimo.Dónde plaza de las Descalzas, 2 (Madrid). Precio medio 70 euros
Para la ocasión de esta apertura hotelera, el cocinero mexicano pone su talento para abrir su restaurante número 15, o los que sean, ya uno no sabe contar cuando un diestro de los fogones tiene la tentación del business, por cierto legítima, ante un interés que el papel couché de la gastro tanto alimenta. Los argumentos son evidentes y en Madrid empezamos a estar ya cargados de ejemplos en hoteles de gran lujo, donde domina el elemento decorativo o la apabullante recreación de los interiores. Jerónimo interpreta un bonito y diáfano espacio con una vistosa puesta en escena de plantas y colorinchis mexicanos. Cuando el comensal cruza las puertas de la gloria de este restaurante de hotel puede sentir la tentación de transportarse mentalmente a un idílico restaurante de un país peligroso, o salir a pasear con las alforjas vacías por el Madrid de los Austrias. Alguien dijo que más de 40 cubiertos en un restaurante no es dar de comer si no alimentar estómagos en danza.
Dicho lo cual, que nadie lea estas líneas con otro ánimo crítico que destacar que en Jerónimo todo es correcto, tal vez todo demasiado correcto. No se puede poner un pero ni al guacamole ni a los puntos de las tortillas mexicanas de una casa impecable. Aquí el maíz es ley, y las gringas de camarón al pastor son académicas, como el ceviche o el aguachile que serían homologables de una buena versión de la cocina de ese país ejecutada en cualquier lugar del mundo. El pescado a la talla del día con un chile guajillo y mayonesa de limón, o la cochinita pibil son igualmente certeras dentro de una propuesta de carta ni amplia ni sorprendente.
Pero todo esto solo tiene un talón de Aquiles que suele tener que ver con el alma de las cosas. Ni un servicio correcto, cierto es, ni todo el colorinchi que adorna platos y entorno elevan el ánimo de un comensal que visita demasiados restaurantes de cocina mexicana de nueva factura y poca raza. El entusiasmo con el que se va a este restaurante con el aval de su orquestador, sufre cierto desaliento con la parte derecha de la carta que suele marcar la transacción. Mayor desánimo produce la carta de vinos pensada para el guiri: la fórmula es sencilla, se trata de doblar el precio de la botella, y así todos contentos. Ir a Jerónimo en Madrid es un ejercicio de nostalgia para querer volver a Pujol paseando por el Madrid de Lope, Quevedo y los gatos.
Las notas de LA RAZÓN
Cocina 6,5
Sala 6,5
Bodega 5
Felicidad 5,5
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