Análisis

Legislar desde la moqueta

El despotismo del presidente del Gobierno trata de ocultar la realidad que le atormenta cada noche: su incapacidad para controlar a la mitad del Gobierno

La ministra de Igualdad, Irene Montero, y el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique
La ministra de Igualdad, Irene Montero, y el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo EcheniqueA. Pérez MecaEuropa Press

Que estando sola en el salón la menor de edad y los tres acusados, los cuales eran conocedores de que tenía 15 años, se desnudaron sujetándole la cabeza para que les hiciera una felación, a cada uno de ellos.

La Brigada Provincial de Policía Judicial ejecutó la diligencia de entrada y registro encontrando un disco duro con 2.000 archivos de contenido pedófilo, de ellos, 390 fotografías sexuales de la menor que presentó la denuncia por abuso sexual continuado.

Los párrafos anteriores reproducen con cruda literalidad dos sentencias de condena por agresiones sexuales a menores que, tras la aprobación de la ley «Solo sí es sí» han permitido que los condenados logren rebajar sus penas e, incluso, consigan su excarcelación. Y no son lo únicos. Más de cien agresores sexuales, de toda índole, se benefician hoy en España de una nueva ley penal que ha eliminado la diferencia entre agresión y abuso así como de los años mínimos de condena.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Por una mezcla de ignorancia y desgobierno, algo inédito en nuestra democracia. Los Falcon, el helicóptero y demás actitudes obscenas de Sánchez son solo una capa de escayola que pretende enmascarar que nuestro país lo dirige el presidente con menos poder real de la historia. Su despotismo contra la oposición o las instituciones trata de ocultar la realidad que atormenta al líder del PSOE cada noche: su incapacidad para controlar a la mitad del Gobierno.

Y es ahí, en su falta de poder, donde radica la explicación de que los ministros jueces (Robles, Marlaska y Llop) aprobasen en Consejo de Ministros una ley penal de cuyos efectos inmediatos eran conocedores, pero a la que no podían oponerse.

Sin embargo, el sanchismo maniatado ha sido solo el cooperador necesario. El culpable directo es el mesianismo de Podemos, que en 2015 irrumpió en la política española gritando tras la pancarta que solo ellos sabían cómo defender al pueblo. Un grupo de universitarios embriagados del mito bolivariano se autoconvencieron durante las calimochadas en la moqueta de que los conocimientos están supeditados a la voluntad revolucionaria. Es por eso que, cuando tomaron posesión de sus cargos, comenzaron a desarrollar una agenda legislativa ideológicamente marginal y en la que ellos, y unicamente ellos, sabían lo que España necesitaba.

Por eso, Irene Montero y sus amiguis de Nueva York impulsaron una norma penal en contra de todos los informes que les advirtieron sobre los nefastos efectos de la misma. A los juristas del Ministerio de Justicia los tacharon de machistas fracasados, al CGPJ de machirulos de caverna y a las propias juristas de su Ministerio, de tibias funcionarias con mentalidad conservadora.

La radicalidad de su ideología les cegó ante su absoluta falta de conocimientos jurídicos y la debilidad de Sánchez permitió la publicación en el BOE de la norma que más ha desprotegido a las mujeres desde la Transición. Luego llegó la realidad en la que más de 100 agresores se han beneficiado del «Solo sí es sí». Las ministras de Podemos lanzaron metralla dialéctica contra juezas y tribunales, aunque estos solo aplicaron la nueva ley señalando que el cambio en las condenas es el resultado de ajustar la proporcionalidad de la culpabilidad a la pena imponible, como sentenció el Tribunal Supremo con el caso del Arandina el pasado 30 de noviembre.

Y como epílogo a todas estas sentencias y autos solo cabe añadir que gobernar y legislar es algo más que gritar soflamas sentado en la moqueta de la Complutense.

Ignacio Catalá es Administrador Civil del Estado y diputado del PP en la Asamblea de Madrid