Artista

Belén Aguilera: «La fortaleza va ligada a la vulnerabilidad»

La artista anuncia que hay sorpresas musicales en camino. Actuará el próximo diciembre en Las Ventas, donde ha tenido que añadir fechas por su «sold out»

Belén Aguilera en el restaurante Diurno, Chueca
Belén Aguilera en el restaurante Diurno, ChuecaLa Razón

Ella ya no es copiloto –como indica el título de una de sus canciones–, ella ya conduce. Autora y coproductora de sus discos, fiel al piano con el que dio sus primeros pasos y siempre es su boceto, y, sobre todo, artista con la que se es capaz de llorar y que eso sea tu mejor fiesta.

Pese a que en sus discos se pueda entender muy bien quién es, Belén Aguilera quiso siempre ser cantante. «Tuve una época en la que me sentía incapaz, no tenía a nadie a mi alrededor que me pudiese ayudar a dedicarme a la música, me venció el miedo. Aun así, no me iba a morir sin intentarlo, tuve hasta consecuencias en mi salud mental al apartarme de lo que era mi vocación. Realmente siempre ha sido mi única opción», cuenta la artista. Desde bien pequeña lo supo y se define como «una niña muy soñadora que siempre vivió más en la imaginación que en la realidad, muy conectada con todas las facetas del arte».

«Las redes me lo han dado todo», pronuncia. Gracias a poder darse a conocer, hubo quienes apostaron por ella, y de la forma más austera se trasladó de Barcelona a Madrid sin saber cuánto se alargaría su estancia. Quizá fue su voz, su mensaje o la capacidad para desnudarse en sus letras lo que le permitió despegar en una carrera que proyecta tanto futuro. La artista explica que el público hace de sus temas algo personal y lo desvincula de ella, y eso le ha facilitado hacer de su profesión un desahogo y la mejor terapia contra el miedo. Confiesa que todas sus composiciones nacen de experiencias personales, desde sus momentos duros donde «Cristal» o «Mía» lucen ser toda una liberación de lágrimas; pero también donde «Republicanas» o «En las nubes» alcanzan la catarsis.

«Las mujeres no podemos ser ni demasiado vulnerables ni demasiado fuertes. Cuidado con decir lo mal que estás y cuidado con decir lo poderosa que eres. Es una lucha que vivo en mi día a día y la música me ayuda a no perpetuar esos roles, es mi liberación y todo lo que me callo a diario lo expulso en mis canciones». Del mismo modo, lanza un mensaje en contra de los discursos vacíos, como alcanzar el empoderamiento desde la perfección: «La fortaleza va ligada a la vulnerabilidad. No puedes ser fuerte sin haberlo pasado mal antes. El discurso del empoderamiento desde la perfección es plástico y crea muchas frustraciones, se queda en pura paja».

El abrazo de Madrid

«Tengo un punto pesimista y me suelen preguntar con asiduidad si estoy bien, pero me considero una chica súper optimista», apela entre risas. «Es cierto que hay una manía de negar lo malo, y cuando hablo de ello, asusta. Pero mis canciones son mi forma de sanar, partir del suelo para luego resurgir de mis cenizas». Quienes lo han entendido muy bien son, sobre todo, el colectivo LGTBIQ. «Me ha costado encajar, vengo de un ambiente muy patriarcal. Siempre he salido escaldada y he sido la oveja negra. Cuando llegué a Madrid me sentí arropada, todos mis amigos son gais y lesbianas, y con ellos he tenido la mayor aceptación como mujer. Sin buscarlo, todo mi entorno es el ambiente queer. Ocurre a veces que salgo de ahí y no me siento cómoda, la manera de relacionarse la encuentro mucho más dañina y estoy alerta», expresa. Ahora, por fin, puede decir que la comunidad que le rodea le enseña a querer, vivir, y sentir como quiere, «sin peso de estereotipos que no valen para nada y nos hacen muy infelices».

En defensa del pop

La artista cuenta a LA RAZÓN que no pocas veces ha sufrido críticas por la transición de su música. «Siempre he sido pop, sea más baladero o mainstream», añade. Y celebra que, pese a que en España el pop hecho por mujeres sea poco respetado, las cosas estén cambiando: «Parece que si una mujer hace algo fuera de lo previsto no es lo que quiere y se ha vendido. Todo lo orgánico, como el piano, es más respetable, aunque una base producida tenga más trabajo. Yo sigo haciendo piano, pero me atrevo con nuevas cosas que, por supuesto, me gustan».