Gastronomía
La Capa, la casa de comidas de Carabanchel en la que pedir un porrón y el escalope
Arturo Romera, Antonio Tapia y Martin Phillipe See dirigen este proyecto honesto en el que se come y se bebe mejor que bien
Arturo Romera, Antonio Tapia y Martin Philipe See son tres amigos que, tras una mala experiencia laboral, decidieron darle la vuelta a la tortilla y construir un lugar con alma y personalidad en el que comer y beber fenomenal: «Coincidimos en que había llegado el momento de apostar por un concepto propio», dice Arturo. Por eso, se pusieron a buscar el local idóneo en el que diseñar el proyecto que, para ellos, reúne todos los requisitos de lo que entienden como un restaurante. Ese que, a diario, lleva a la mesa honestidad, verdad y calidad. Dos ingredientes que jamás faltan en esta casa de comidas de Carabanchel: «Es un barrio para mí conocido, ya que mis abuelos emigraron aquí en los años cincuenta. Yo me he criado en la Puerta de Toledo y con mi padre he ido mucho a Los Minutejos, un lugar emblemático de Madrid, que está aquí al lado», prosigue el cocinero, feliz de haber encontrado la oportunidad de emprender, lo mismo que sus abuelos pudieron ganarse la vida en este mismo barrio: «Nosotros queremos ganarnos la nuestra en un sector que tampoco es que tenga las mejores condiciones laborales del mundo». Lo dice, porque los tres han cumplido sus expectativas: «Abrir un local en el que trabajar con nuestras normas y desde las bases sobre las que creemos que se debe asentar un negocio. Pienso que, a día de hoy, contamos con una cantera de cocineros y sumilleres de mucho nivel, pero que no pueden invertir en una ciudad como Madrid. Por eso, el talento se queda la mayoría de las veces como mano de obra de otros empresarios», sentencia, al tiempo que menciona destinos de referencia dirigidos por grandísimos profesionales, como son Sacha, Angelita y La Fisna, por poner sólo unos ejemplos: «No teníamos dinero para invertir en el todo poderoso Trafalgar, Ponzano, Iglesia o en La Plaza de Olavide». Para quienes piensen que Carabanchel está de moda, él no lo cree: «Los sitios de moda se sitúan donde hay dinero. Carabanchel está de moda de boquilla. ¿Cuántos locales conoces por aquí? Tampoco muchos, ¿verdad? Se dice porque necesitamos encontrar nuevas zonas, pero el dinero está en los barrios mencionados», asegura.
Precios razonables
Inauguraron La Capa hace menos de un año y a diario se dejan la piel los tres para cumplir su sueño: «Nos estamos haciendo con el barrio, hemos aprendido a ser empresarios al tiempo que cocinamos lo que nos apetece. Somos libres. Aquí, puedes sentarte y recibir un buen servicio, disfrutar de la sobremesa y salir satisfecho pagando un precio razonable por una oferta top». Lo cierto es que La Capa se ha convertido en un destino del buen comer y beber, ya que es posible armonizar los platos con muy buenos vinos a un precio muy competitivo que, normalmente, sólo es posible probar en restaurantes de alta gastronomía: «Intentamos ofrecer una experiencia que nosotros como empleados no pudimos tener. Nos apasiona el vino, de ahí que en nuestra casa puedas probar referencias importantes junto a un escalope de 15 euros». Lo dice segundos antes de mencionar al productor Richard Leroy y a Bárbara Requejo, de Las Pedreras, como una joven promesa española, cuyas etiquetas es imposible catar en lugares de ticket medio bajo: «Jugamos con márgenes muy pequeños en los vinos más exclusivos para que todo el que venga pueda disfrutarlos». Sí, hacen felices a quienes les visitan, y repiten, gracias a que cuentan con distribuidores con su misma filosofía. Esta es la causa de que el nombre de La Capa siempre salga en la conversación de todo amante del buen vino. Un apunte, no dejen de pedir el porrón para el que se apoyan de amigos bodegueros, de ahí que sea bueno y económico (15 euros): «Somos de los pocos que servimos vino artesanal a este precio», apunta sin olvidarse de La Caníbal como otro gran referente.
Así que, ya saben, su mesa la tomará un gran vino para acompañar platos ricos, sencillos, reconocibles, sin medio artificio y con mucho sabor sólo alimentados por ingredientes en todo su esplendor. Sólo algunas elaboraciones son fijas, las demás varían según la temporada, así que pruebe la ensaladilla rusa con alcaparras y piparras, el lumpia (rollito filipino), el escalope con pimientos confitados y las cocochas al pil pil con huevo frito, el platazo estrella de la casa. Los ñoquis, los raviolis de berenjena, la polenta frita con creme fraîche y caviar de trucha y el onglet con mantequilla de miso blanco y judías verdes son otras delicias. Lo mismo que las trompetas de la muerte de primavera, que destacan en una sublime tortilla vaga. Pronto, recibirán tanto atún como bonito, así que acudiremos a probar el marmitako. Como postre, el helado con leche de cabra: «Nos preocupamos por ser amables y los comensales lo saben, porque vamos conociendo sus nombres», concluye el chef de una de las pocas casas en las que cobra sentido esa costumbre perdida tan nuestra, que es la sobremesa.