Opinión
Irene performativa
Solo con decir «los niños y las niñas», o «los niños y las niñas y les niñes» mejor, el mundo es más amable, más humano, menos raro
Para Irene Montero, lo decía ella el otro día, reírse del uso del lenguaje inclusivo es burlarse de personas que tiene el mismo derecho a existir de ustedes. Esta frase, que denota una dificultad manifiesta para aplicar la lógica a la interpretación de un discurso y, por lo tanto, a la capacidad para llegar a conclusiones correctas, es también muy esclarecedora para entender cómo funciona esa cabeza. Y explica también estupendamente la mayoría de las ocurrencias de la ministra: para ella lo importante es el gesto. Todo lo demás no importa. Para ella, tan preocupada por los derechos humanos (pero confundiendo constantemente «derecho» con «deseo»), el desdoblamiento léxico es, en sí mismo, una especie de detente bala infalible. Solo con decir «los niños y las niñas», o «los niños y las niñas y les niñes» mejor, el mundo es más amable, más humano, menos raro. Lo de la concordancia y las reglas gramaticales es otro tema. Que Irene está a lo que está, a cambiar el mundo. Para bien.
No es de extrañar pues que, convencida como está de lo performativo de su hazaña, segura de que si se utiliza el lenguaje inclusivo (¿por qué inclusivo y no inclusive, ya puestos?) está uno contribuyendo activamente a su heroica gesta de mejorar la vida a todo colectivo minoritario, no esté dispuesta a pasar a la acción. ¿Para qué? Si ella es la acción misma. Irene es en sí misma un logro. ¿Para qué hacer nada que mejore de verdad la vida de cualquier movimiento identitario, el que sea, cuando con el mero gesto y su mejor voluntad manifestada en voz alta es suficiente? Ahí está su ley del solo sí es sí: una ley formulada desde la buena intención. Como la ley Trans. Las consecuencias de ambas, ya tal.
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