Planes

De Madrid al balcón de la Ribera del Duero

LA RAZÓN visita las bodegas de José Moro. La marca Cepa 21 representa el inconformismo y la búsqueda de la excelencia

José Moro en sus bodegas Cepa 21
José Moro en sus bodegas Cepa 21La Razón

«Me salieron los dientes alrededor del mundo del vino», pronuncia José Moro. En un entorno idílico ubicado en la localidad de Peñafiel, a tan solo un par de horas de la capital, estas bodegas homenajean la unicidad del Tempranillo.

José Moro tuvo al mejor maestro: su padre y las reputadas bodegas de Emilio Moro. De éste aprendió el significado del esfuerzo, de mancharse los pies de barro y, ante todo y pese a todo, poder vivir con la cabeza alta. La historia de José se remonta a su infancia, cuando solamente un niño entraba en las cubas de vino y con un cepillo le tocaba limpiar. «Recuerdo la mezcla de frío, de humedad, de la sensación de no querer hacerlo y preferir irme a la plaza a jugar al fútbol. Pero era lo que tocaba», cuenta. Así, entre podas, vendimias e interrogantes constantes acerca de cómo algo que era el vino podía gustar tanto a su familia, José Moro pasó su infancia. La respuesta llegó con el tiempo y lo que empezó denostando acabó siendo su gran pasión: «Fue absolutamente imprescindible vivir todo eso para poner cada año la pasión y el conocimiento que hiciesen la mejor añada. Independientemente de seguir aprendiendo, es necesario saber expresar lo que sientes por dentro, y eso está afuera, en el campo entre las viñas».

El lagar que llegó a Forbes

En la más absoluta sobriedad y, sin embargo, la etapa más feliz de su vida es cómo Moro define su infancia: «Nunca será igual lo que he vivido yo a lo que vivirán mis hijas. Mis orígenes vienen de la máxima austeridad en un pueblo de Castilla donde el mejor juguete que teníamos era una caja de zapatos vacía. Pero durante mi infancia fui muy feliz», añade. Los valores de su padre son los que él trata de trasladar a sus hijas y todos pasan por ir con la cabeza bien alta. «Cumplir con la gente, tener la responsabilidad de hacer el trabajo correcto, no racanear y ser un hombre honesto. Esos son mis principios. No es lo mismo el aprendizaje obtenido cuando has nacido de lo más bajo que ya estar posicionado».

Saber escuchar es una de las virtudes que destaca sobre sí mismo y a la que le debe gran parte de haber llegado dónde está hoy. «Chiquitos que os van a coger manía de estar todos los días en los papeles», decía su padre aludiendo a su presencia en los medios. «Es la consecuencia de asistir a cualquier foro que apueste por la cultura, el deporte o la gastronomía para dar a conocer la marca». Y lo mismo ocurrió en su apuesta por la innovación, cuando la revista Forbes lo nombró como una de las cien personas más creativas del mundo: «En el universo del vino, pese a ser muy tradicional, la innovación nos ha ayudado muchísimo. Por ejemplo, hemos participado en proyectos en los que mezclábamos toda la tecnología sensorial con tecnología satelital para generar índices que nos ayuden al conocimiento del viñedo».

Viñedos en Cepa 21
Viñedos en Cepa 21La Razón

Observar el posicionamiento a nivel internacional de Cepa 21 es todavía más sorprendente cuando se es consciente de que «no se empezó de cero sino desde menos dos», como indica Moro; desde un pequeño lagar de 60 metros hasta convertirse en el sello de calidad de una bodega que está conquistando el mundo. Ganarse a los clientes no es fácil y «para convencer al mercado internacional hay que ser muy valiente», apela. No le quedó otra que confiar en su producto, coger la botella debajo del brazo e ir tienda por tienda, restaurante por restaurante, convenciendo al personal que tienes algo único y diferenciador en España, como es la variedad Tempranillo. «Hay que vender nuestra cultura e idiosincrasia, nuestra forma de hacer. Tenemos una relación calidad precio espectacular. Pero esto solo se consigue a base de trabajar, trabajar, y trabajar».

La unicidad de la Ribera del Duero

Ambicioso, potente, fresco y elegante. Estos términos vienen apuntando la experiencia que los amantes o aficionados del buen beber sienten cuando descubren el concepto de Cepa 21. «Un proyecto que nació buscando ser diferenciador tanto en marca como en arquitectura. Queremos subir al cielo», expresa José Moro. En el corazón de la Ribera del Duero puede conocerse todo el proceso de elaboración del vino y vivir en primera persona el recorrido previo al trago en copa. Las bodegas ofrecen la oportunidad de aprender a vendimiar, los secretos para obtener la mejor calidad y la posibilidad de distintas experiencias que permitan adquirir una visión de lo más holística. A través de un lenguaje sencillo resulta casi imposible no conectar con la narrativa de Hito, Cepa 21, Malabrigo y Horcajo, los protagonistas de esta historia.

«Es un ciclo en el que siempre trabajamos tres cosechas: la vendimia, la crianza en barricas y los vinos recién embotellados que salen a mercado. Y lo que no podemos pasar por alto es la importancia de la temperatura, que dependerá del vino que buscamos. La fermentación determinará distintos matices que darán cuerpo, estructura, potencia y carácter al vino», explica. El objetivo está muy claro: seguir creciendo entre las estanterías de cualquier parte del mundo.

Para que quede constancia de ello y con motivo de su veintiún aniversario, la marca presentará su nueva imagen el próximo 5 de octubre en el Palacio de Cibeles, donde dará un golpe en la mesa en su más sólida madurez. Y como bien indica el dicho: «De Madrid al cielo». Con todo ello, Cepa 21 presenta todas las posibilidades de ser una de las grandes referencias del mercado internacional. Su apuesta es segura: el conocimiento, la experiencia, la tradición y la vanguardia.

Y lo mejor de todo es que puede comprobarse en el mismo lugar donde la magia comienza y se aprende que el vino no se conoce con un sorbo. La pretensión de José Moro y su proyecto en Cepa 21 es contar historias entre matices y sensaciones únicas y personales. No hay reglas, los aromas y los colores son quienes despertarán las emociones de cada paladar. El protagonista cuenta que en el vino intervienen muchos factores, como el estado de ánimo o las situaciones personales. En su caso, recientemente el trago de Cepa 21 lo llevó al olor a tierra después de la lluvia, a su infancia y a sus comienzos. Quizá eso sea lo bonito, encontrar una manera de conectar y compartir experiencias. Eso sí, que todas ellas pasen por celebrar la vida, que ya lo dijo Joaquín Sabina hace años: «Con la frente marchita, con la lengua de gato, con el esqueleto frío, soñaba con un barco de vino».