
Malasaña
Miedo en los «narcobarrios»: «miro a ambos lados de la calle antes de salir de mi casa»
Vecinos de Malasaña denuncian la situación que están viviendo en el número 15 de la calle de Casto Plasencia: discusiones, drogas, ruedas pinchadas y suciedad
En los últimos años, los llamados «narcopisos» se han convertido en un problema creciente en las calles de Madrid. Viviendas utilizadas para el tráfico y el consumo de drogas de manera clandestina que afectan de forma directa la calidad de vida de los vecinos y contribuyen a la expansión de redes criminales organizadas. Pese a la intensificación de operativos policiales y las medidas legislativas que se han ido implementando en los últimos años, los «narcopisos» siguen siendo un desafío para la seguridad pública. Desde hace seis meses, los vecinos de la calle de Casto Plasencia han visto intensificada esta problemática en el distrito Centro.
Aunque los distintos vecinos con los que ha hablado este periódico sitúan la aparición de estos puntos de venta unos cuatro años atrás, señalan que hay temporadas más tranquilas pero que los últimos seis meses los recuerdan entre los peores. Según señalan, el «narcopiso» está situado en un bajo del número 15 de esta calle y el propietario, es adicto y traficante. «Tiene a todos los vecinos del bloque amenazados de muerte. La gente que trabaja para él o que consume, se metieron en el número 17 para robar a los vecinos y al mío de abajo también», cuenta un vecino del número 10 a este periódico. Hace año y medio, un vecino del número 9, sufrió un atraco al entrar a su portal: «solo me pidieron dinero en efectivo. Llevo viviendo en este bloque desde el año 85 y nunca antes había vivido algo así». Otro del mismo bloque coincide en la inseguridad y el miedo que estas personas generan en el barrio: «todos sabemos quiénes son y no se andan con miramientos. Presencié como le daban una paliza a una chica joven. Desde entonces, antes de salir del portal, miro a ambos lados de la calle y si hay alguno, intento no salir».

También destacan la suciedad y el destrozo que dejan tras su paso. «La mayoría son mendigos. Vacían los cubos, dejan la basura esparcida por el suelo y por las noches, puedes verles dormidos o drogándose en la calle cuando no consiguen entrar a un portal», dice el vecino del número 10. Los coches de los residentes también han sido objetivo: algunos con las ruedas pinchadas y todos los estacionados en el momento de este reportaje, no cuentan con la goma de su limpiaparabrisas trasero. Dos mujeres del número seis corroboran esto. «Esta es perfecta por su tamaño y forma para usarla como torniquete y pincharse. Heroína, crack, cocaína... aquí podéis encontrar de todo», dice este mismo afectado. Y cuando no lo encuentran en este, hay cuatro pisos más -dos en la calle Ballesta, uno en Pozas y otro más, en Desengaño- gestionados por la misma banda. «Son los mismos integrantes, es una banda africana, pero estamos hablando de la red de tráfico más grande del distrito Centro», y añade, «la Policía lleva meses trabajando en ello, los conocen muy bien, pero no han conseguido echarles porque necesiten una orden judicial».
Desde hace meses, los vecinos acumulan imágenes y vídeos de todos estos hechos. Son dos las denuncias interpuestas al propietario de este «narcopiso», las mismas que ha tirado atrás la jueza al frente del caso. La pregunta que se hacen todos en el barrio es por qué con tantas evidencias y pruebas, pueden seguir operando con tanta impunidad y cómo pueden archivar el caso sin ninguna explicación. «Un policía llegó a decirme con los ojos vidriosos que no podían hacer más. Que me fuese de mi casa, que la vendiese, porque daban igual los recursos que destinasen a este caso que la jueza siempre lo echaría atrás porque el nombre al que está el piso es considerado una persona vulnerable» y apunta, «protegen a este delincuente, la identidad de la jueza está protegida, todo está protegido, pero a nosotros no nos protege nadie».

Hace sólo unos días el Ayuntamiento de Madrid anunció el encendido de unas nuevas cámaras de vigilancia en el barrio de Malasaña. Ante esto, los vecinos lo tienen claro: «se jactan de que ponen cámaras pero lo cierto es que sólo las instalan en las zonas buenas y turísticas. Donde hay problemas, no hay. Y tengo constancia de que hay policías que las han solicitado, pero no se les ha hecho caso. Este es, sin duda, un caso de ineficiencia e inoperancia». Este mismo vecino, inquilino del número 10, dice haber hablado con el Defensor del Pueblo, ayer se reunió con el Colegio de Abogados y asegura que su objetivo es poner una querella contra la jueza para su destitución. «Queremos que tanto el alcalde, José Luis Martínez-Almeida como la presidenta, Isabel Díaz Ayuso hagan algo al respecto, si tanto les importa que este barrio se mantenga como el más turístico de Madrid», sentencia. Ayer, una decena de vecinos se reunieron ante la prensa para dar cara, un día más, a esta realidad que desean que se acabe cuanto antes.
Desgraciadamente, Malasaña no es el único barrio afectado por los «narcopisos», el de Lucero es otro en los que desde hace años -entre 15 y 20- se ubican estos puntos de venta. Según señalan desde la Asociación de Vecinos de Lucero, las zonas de venta de droga se sitúan en el entorno del Caño Roto, uno de los barrios, y de Los Cármenes, parte del barrio de Lucero. «Donde existe el principal conflicto, más de convivencia, pero propiciado por la venta de drogas está en la calle Cullera», explica Javier Poveda, uno de los portavoces de la Asociación. «Hay una familia que se dedica a la venta de droga. Tienen pisos propios, de la Agencia de la Vivienda, y han ocupado otros. El problema ya no es tanto la venta de droga sino que destrozan portales, haces sus necesidades en las escaleras, intimidan a los vecinos...».
En los últimos años ha habido dos operativos policiales, después de este verano fue justo el último. El juez soltó a los interceptados pero con la obligación de no acercarse a 700 metros de los puntos de venta. «Esto significa que se ha reducido un poco la presión. La venta de droga sigue, pero los vecinos están un poco más tranquilos», sentencia. Sin embargo la situación en esta zona del barrio no ha cambiado en otros aspectos, los servicios públicos siguen sin entrar. «No hay servicios de limpieza, a los jardineros les cuesta entrar, los mensajeros no quieren acercarse... o que si un vecino quiere que le instalen un aire acondicionado, por ejemplo, tengan problemas porque saben que es una zona conflictiva». La estación de metro Laguna es también otro punto de tránsito de toxicómanos y donde con cierta asiduidad se generan problemas y conflictos. Desde la Asociación señalan que, desde hace al menos cinco años, han lanzado preguntas, planteamientos y propuestas en todos los Consejos de Seguridad que se celebran cada tres meses. «Hemos tenido muchos reuniones con el Ayuntamiento pero llega hasta donde llega. El problema es con la Comunidad, que no nos atiende, pero es una parte importantísima porque esto es un problema que requiere soluciones conjuntas de las tres administraciones», señala Poveda.
Desde la Federación de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) están exigiendo también a las tres Administraciones una necesaria coordinación para poder abordar este problema. Desde la perspectiva de seguridad, con el aumento de presión policial y número de efectivos para acabar con estos fenómenos, y desde la necesidad de atajar el problema en zonas de la ciudad y de la región con un trabajo común desde la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid. «Es necesario poner en marcha un dispositivo para poder intervenir a corto, medio y largo plazo. Aunque a día de hoy sí existen equipos de intervención en algunas de las zonas más conflictivas, la realidad es que estos equipos se quedan cortos», apunta Jorge Nacario, Presidente de la FRAVM.
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