Vecinos
Pinar de Chamartín exige seguridad en el barrio
La Asociación de Vecinos lucha por una mayor atención en el estado de sus calles y el cuidado de las zonas verdes que un día fueron reclamo para sus nuevos habitantes
Fue el gobierno municipal de Manuela Carmena (2015-2019) el detonante que llevó a los vecinos de Pinar de Chamartín a unir sus fuerzas. La creación de un carril bus en la Avenida de San Luis, que provocó más embotellamientos y crispación en el barrio que mejor accesibilidad al transporte público, echó a los vecinos a la calle. «Nos dejó muy tocados, salimos muchísimos a protestar y fue lo que nos constituyó como Asociación de Vecinos. También nuestro primer éxito, porque logramos que nos lo quitasen. Entendieron que afectaba más que beneficiaba nuestro día a día», asegura Jesús Viacambre, presidente de la Asociación de Vecinos de Pinar de Chamartín.
Desde entonces, han venido muchas cosas más, como la creación de un carril bici que no tenía ningún sentido ni utilidad. «Lo hicieron durante la pandemia, pero es que ni venía ni iba a ninguna parte. Hablamos con la Dirección General de Movilidad, hicieron un estudio y reconocieron que no valía para nada», explica Viacambre. Esperan desde hace un año y medio a que terminen de retirarlo. También han conseguido la construcción de un centro cultural, algo que llevaban desde sus inicios solicitando. «Conseguimos que el nuevo gobierno lo metiera en su programa y finalmente lo están construyendo en un descampado en el que primero iban a hacer un parking subterráneo. Después, solicitamos utilizarlo como aparcamiento público», explica Miguel Ángel Vaz-Serra, vicepresidente de la Asociación.
Es el escaso espacio de aparcamiento uno de los principales problemas que presenta el barrio causado principalmente por el ensanchamiento de las aceras y las recientes obras. El pasado mes de abril, los vecinos estuvieron muy cerca de convocar un protesta tras la aprobación de un convenio del Ayuntamiento de Madrid con Merlin Properties –inmobiliaria dedicada al alquiler de edificios para oficinas– para la construcción de un carril inverso por el que un autobús lanzadera pudiese acceder a las oficinas que esta empresa en la Avenida de Burgos, a la altura de Las Tablas. «Lo que nosotros pedimos es que se construyese una acera que nos facilitara el acceso a Las Tablas, pero la construcción de este nuevo carril implica que se nos quiten plazas de aparcamiento. Nos enteramos en pleno verano, no está publicado en el portal del Ayuntamiento y aunque dicen que no están obligados… no deja de ser suelo público. Estamos molestos por la falta de transparencia que han tenido con este tema». Tras la petición de los vecinos, en el último momento llegaron a un acuerdo para no quitar todas las plazas y permitirles aparcar en línea en lugar de en batería. «Estamos a expensas de ver cómo queda, les damos ese margen de confianza y esperamos que respeten los siete metros y medio que deben cumplir». Los vecinos consideran que la actual gestión de este problema es «irónica» ya que, durante la oposición, el Partido Popular luchó y prometió más plazas para el barrio. Y ahora que están en el gobierno «parece que se les ha olvidado».
Ubicado en un pinar, de ahí su nombre, y al norte de la capital, si hay algo que caracteriza este barrio es la presencia de zonas verdes. Así como de parques infantiles. Sin embargo, la falta de cuidado y atención de estos es algo que destacan los vecinos que viven. «Tenemos cerca de una docena de parques infantiles, sin nombre, por lo que es complicadísimo ubicarlos», explica Pichuca Cases, vecina de Pinar de Chamartín. Por eso, hace dos años presentaron una propuesta con nombres para ellos, votados por los vecinos y que desde el ayuntamiento recibieron «gustosamente». «La nueva concejal se ha comprometido a llevarlo adelante, confiamos en que así sea y que también mejoren su estado. No tiene sentido tener tantos si son inutilizables». Tampoco acompañan sus alrededores, principalmente zonas verdes, poco cuidadas por la falta de riego. «La edad media de los vecinos es bastante elevada y apenas hay bancos para poder sentarnos y los que hay, están todos descuidados. Nos vendría muy bien poder hacer uso de todo esto si estuviese en mejores condiciones», apunta Chelo Abella, otra de sus vecinas.
Por otro lado, el mal estado de las aceras hace que salir a la calle sea todo un riesgo para cualquier viandante, no solo para las personas de tercera edad. «Conozco a personas que no salen por miedo a caerse y conocemos a varias personas que se han caído. No es una cuestión de edad, basta con ir un poco despistado», confiesa el presidente. Un problema por el que llevan luchando muchos años y que, gracias a la organización y preocupación de la gente, han ido logrando. Algunas calles, como Arturo Soria, Jazmín y parte de Caleruega ya han sido arregladas. «Esta última nos dijeron que la harían en dos fases, así que estamos a expensas de la última, pero es complicado… cuando terminan de arreglar por un lado, sale por otro», apunta. Esto es debido, en gran medida, a las raíces de los propios pinos. «El riego no es subterráneo, entonces, cuando llueve, las raíces salen hacia arriba buscando agua y rompen las aceras», explica Zulayka Vera, otra de sus vecinas.
Sin embargo, lo más preocupante y problemático que tiene el barrio para todos ellos es la inseguridad, ocasionada en gran medida por la falta de iluminación. «De noche, hay ciertas calles por las que yo ya no paso, porque no hay luz y se pasa miedo», apunta Vera. En el barrio hay farolas, pero el inconveniente es que muchas de ellas están cubiertas por las copas de los propios pinos. «En algunas calles ya se están poniendo extensiones en farolas, que enfocan directamente a las aceras, pero faltan muchas aún», apunta. Y algo que también podría subsanarse es la implantación de un autobús que comunique el Metro con las diferentes partes del barrio, o que permitan a los vecinos poder moverse de madrugada sin necesidad de caminar tanto.
Alejados de cualquier ideología política, la Asociación de Vecinos de Chamartín se define como una agrupación «atípica». No tienen una sede establecida, nadie paga cuotas y simplemente les mueve la unión de los vecinos del barrio. «Cada uno tenemos nuestros trabajos pero dedicamos parte de nuestro tiempo para que los demás estén más a gusto en el lugar en el que viven», apunta el vicepresidente. Todos ellos llevan viviendo en Pinar de Chamartín desde hace más de dos décadas y solo esperan que este siga avanzando y vuelva a lucir como lo hacía entonces.
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