El Madrid de

Sonsoles Ónega: «Los poderosos nos prefieren ignorantes: se combate leyendo»

La presentadora y reciente Premio Planeta habla de sus inicios, trayectoria, y la situación del periodismo

Sonsoles Ónega en los estudios de Atresmedia
Sonsoles Ónega en los estudios de Atresmedia La Razón

Sonsoles Ónega se encuentra en el punto más álgido de su carrera profesional. La vemos en «Y ahora Sonsoles» y ha recibido el codiciado Premio Planeta con su libro «Las hijas de la criada». Este prestigioso galardón no solo la consagra como la mejor escritora del año, sino que también le otorga una recompensa económica sustancial de un millón de euros. Sin embargo, desde LA RAZÓN hemos querido conocer la otra cara más personal de la madrileña que, por cierto, allá por el año 99, fue becaria de este mismo medio.

Empezó en una agencia muy pequeña, con el mítico corresponsal de guerra Manuel Leguineche, para ella «queridísimo y recordadísimo». «Ahí descubrí que lo que me gustaba era la calle. Luego fui dando tumbos como becaria en La Ser, RNE o La Razón. Allí empecé a hacer televisión y pensé que no valía para la tele, quizá porque en la Universidad me formaron más para lo escrito porque me gustaba más. A partir de entonces, fui aprovechando oportunidades que me iban surgiendo, como redactora de tribunales, noticias en Cuatro o información parlamentaria en Telecinco, donde estuve diez años», detalla.

Actualmente se encuentra en un momento nuevo con su llegada a Atresmedia y cree que las oportunidades profesionales hay que aprovecharlas. No presta atención a las críticas a no ser que sean constructivas: «Lo importante es el trabajo bien hecho allá donde estés. Las críticas duelen pero no paralizan; por suerte no me afectan. Las leo, eso sí, porque de todas saco algo. Las que sí me molestan son aquellas que llegan por parte del no justificado anonimato en redes».

Del papel a lo digital

«La transición del papel a digital la entiendo, lo que me molesta un poco más y todavía no sé cómo combatir es el desinterés por la información. Cuesta mucho que los jóvenes se interesen por la actualidad», expresa. Sonsoles Ónega creció entre el sonido de la radio y mucha lectura de prensa; por lo que, según la presentadora, «no tiene mucho mérito ser periodista porque es lo que se ha mamado siempre en mi casa». Y con emoción recuerda cuando su familia recibió la llegada de los informativos a la televisión. Tal vez sea la razón por la que ahora su padre se preocupe de la falta de prensa escrita en las casas y que sus nietos no tengan la suerte de despertar con olor a papel como antaño, confiesa Ónega. «Yo recuerdo fardos de periódico aunados para ir tirándolos cada dos semanas, esa era mi normalidad. Y los domingos, mi padre se dedicaba a recortar los contenidos que le interesaban para luego archivarlos».

«Los poderosos nos prefieren ignorantes y esto se combate leyendo», apela. Dentro del debate presente en nuestros tiempos acerca del exceso de contenidos que tenemos al alcance, la periodista considera que «la abundancia de información es un tipo de desinformación». En palabras de Sonsoles, «tanta complejidad global hace que el ciudadano se informe solamente a través de las redes sociales. Pero para obtener conocimiento de las cosas hay que añadir un plus de autoexigencia. No se puede explicar lo que pasa en Gaza en un tuit, y estar informado debe ser la columna vertebral de cualquiera». Del mismo modo, opina que los whatsApps se han convertido en un vehículo de bulos y los ciudadanos deben ejercer la responsabilidad de controlarlos. «Hay que saber más que lo que cuenta el teléfono».

La televisión es la especialidad de la periodista y reconoce que requiere de un contenido audiovisual que a veces discrimina contenidos que no pueden ilustrarse. «El mayor aprendizaje que saco de la televisión es la potencia y saberla manejar con prudencia. La tele es un medio de comunicación de masas y cualquier cosa que digamos se multiplica de forma a veces feroz. Hay que ser responsables de lo que contamos y cómo lo contamos».

La grandeza del magazine

Tener un programa a su nombre no lo había imaginado ni soñado, le aburre de tanto leerse a sí misma –dice entre risas– y le reclama la máxima responsabilidad. «Es un reto profesional tremendo. La amplia competencia nos obliga a hacerlo mejor cada día, pensar las cosas tres veces y valorar cada temporada de forma diferente a la anterior».

En su experiencia, «la grandeza del magazine permite combinar todos los elementos posibles: informar de lo que ocurre en Gaza, pasar a un suceso, luego a un testimonio inédito, y tratar una crónica social». Respecto a su programa, defiende que hay hueco para todo y que la importancia recae en el tratamiento «–con respeto, sin cargarse al personaje y dando cabida a todos aquellos que hacen cosas, desde un cantante, actor, o escritor. Que siempre haya algo que contar, las vidas son muy estimulantes–».

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►Desayunar en el Café Gijón es un plan que Sonsoles Ónega hace, repite mucho y disfruta. Después, suele recorrer las calles Piamonte, Conde de Xiquena o Almirante. Sobre todo si se trata de un domingo sin mucha afluencia de gente, confiesa. Para comer le encanta Filandón y sus toques gallegos; y para cenar, Leña de Dani García, le conquistó. «Madrid no para. Dicen que Nueva York es la ciudad que nunca duerme pero es mentira. Esta ciudad me transmite actividad permanente. Es lo más»