Sección patrocinada por
Medio Ambiente
Animales y bestias: la otra cara de la experimentación animal
El “caso Vivotecnia”, por desgracia, ha vuelto a reabrir esta semana el debate sobre el maltrato animal en los laboratorios que ensayan sobre los nuevos medicamentos o las sustancias químicas que los seres humanos utilizamos en la vida diaria. Las imágenes que muestran los videos son horribles, no sólo por la tortura a que someten a las pobres fieras, sino por el ensañamiento y la chanza con que los técnicos realizan su trabajo.
No se trata de hacer aquí una soflama sobre la liberación animal. La cuestión es que, por mucho que no queramos verlo, los animales sufren y saben distinguir entre quienes les dañan o les dan cariño. Gandhi dijo que “es poco lo que diferencia a los humanos de los otros seres sensibles: todos sentimos dolor, todos sentimos alegría, todos ansiamos profundamente estar vivos y vivir libres”.
Mucho tiempo antes, el matemático y físico francés René Descartes (“pienso, luego existo”) equiparaba a los bichos con máquinas sin sentimientos. Sus seguidores experimentaban con ellos y aseguraban que los chillidos no eran gritos de dolor sino ruidos de cacharros.
Charles Darwin demostró después lo contario en El Origen de las Especies. El problema es que algunos laboratorios de hoy día parecen coincidir más con Descartes que con Darwin, aún en pleno siglo XXI: animales encerrados en cuartos oscuros, sin ventanas, entre heces y orines, sometidos a todo tipo de vejaciones.
Es verdad que son animales. Es verdad que la experimentación para obtener medicamentos parece necesaria. Pero al menos podrían hacer el trabajo con más tacto, utilizando anestésicos locales para evitar que sufran, tratando a los pobres bichos con algo de cariño.
Si, sólo son animales, es cierto. Pero algunas personas parecen bestias. Qué razón tenía aquel que dijo lo de “cuanto más conozco a los hombres, más amo a mi perro”.
✕
Accede a tu cuenta para comentar