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Medio Ambiente
G-20 PRO COP-26
El pasado viernes 27 de octubre, en esta columna de La Razón, nos referíamos al comienzo de la COP-26 el domingo 29 en Glasgow, con duración de dos semanas. Un encuentro más que significativo para la historia de la humanidad: luchar decididamente contra el cambio climático, para garantizar que se cumplirá el gran objetivo del Acuerdo de París de 2015: no superar el aumento de 1,5ºC sobre la temperatura previa del planeta, de su era preindustrial (circa 1850).
Ese propósito del 1,5 fue asumido en plenitud por el Grupo de los 20 (G-20), reunido previamente en Roma. Importante, porque el tal G- 20 es una referencia mundial, sobre todo, desde 2008, cuando se reunió en Washington DC, a fin de abordar globalmente la crisis económica que hoy llamamos “Gran Recesión”. Actúa como una asamblea internacional importante para la economía, pues su veintena larga de Estados miembros representa el 80 por 100 del PIB global mundial; y una proporción análoga de emisiones de los malignos GEI (gases de efecto invernadero) que amenazan la vida en el planeta Tierra.
Otras dos medidas importantes contempladas por el G-20 en Roma en pro de los fines de la COP-26 es que el Fondo Anual de ayuda de los países ricos a favor de los pobres, de 100.000 millones de dólares, funcionará desde 2002. Como también se decidió en la Ciudad Eterna cancelar definitivamente cualquier tipo de financiación especial para las centrales termoeléctricas de carbón, que ya no cabe construir a partir de ahora… salvo en China.
Es pena, sin embargo, que el G-20 no aprovechara para abordar seriamente la crisis energética actual, debida a la escasez inducida del gas con fuerte encarecimiento, y al alto precio de los derechos de emisión de GEI en los mercados de carbono.
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