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Medio Ambiente

Filosofía

Ramón Tamames
Ramón Tamames Cristina BejaranoLa Razón

Las leyes sobre educación se suceden unas a otras, como un velo de Penélope más que lamentable. A partir del artículo 27 de la Constitución, que tiene nada menos que diez párrafos, hemos tenido leyes complicadas y antagónicas promovidas por el PSOE o el PP, con una última joya en la diadema legislativa de la LOMLOE (Ley Orgánica de Modificación de la LOE): en Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) se suprime la Filosofía; dicen que por exceso de materias en el plan educativo.

Yo recuerdo mis tiempos de alumno en el Liceo Francés de Madrid, en el llamado Bachillerato Español –de una calidad casi increíble, por tener profesores llegados de la disuelta Institución Libre de Enseñanza–, cuando tuvimos la fortuna de disfrutar de un profesor a quien llamábamos «el filósofo», Don Miguel, que nos daba las clases de pensamiento; datando de entonces mis primeras conexiones con la gran triada de la Antigüedad: Sócrates, Platón y Aristóteles. Seguidos por Santo Tomás de Aquino, base de la escolástica. Y más tarde, saludados con entusiasmo, llegaron los filósofos revolucionarios al estilo de Descartes, Bacon, Espinoza y otros; precursores de Leibniz, Kant, Hegel, Marx, etc.

El libro «Historia de la Filosofía», texto de Julián Marías, perduró por años en nuestras enseñanzas filosóficas, con especial relevancia dedicada a Don José Ortega y Gasset, que fue calificado por la revista de humor «La Codorniz» como «Filósofo primero de España y quinto de Alemania»; en cualquier caso, una mente prodigiosa, para quien el oficio de filosofo era pensar caminando, peripatético, por la senda del diálogo.

Con la LOMLOE o sin ella, en cualquier caso la Filosofía no debería desaparecer de la enseñanza española. Ya se ha superado el «primun vivere deinde philosophare» y más que nunca necesitamos la Filosofía.