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Medio Ambiente
El mundo ante una nueva crisis de las energías fósiles
A pesar de su abundancia, cada vez es más difícil y caro extraer petróleo. El pico de producción se aproxima augurando un precio elevado del barril, ya disparado por la guerra. Aun así y pese a las advertencias de los científicos del clima, el mundo no dejará de consumir «oro negro» hasta por lo menos la mitad de siglo
El conflicto de Ucrania se ha convertido en un pulso energético entre Rusia y Occidente, con consecuencias directas en los precios de los combustibles fósiles. Si el gas natural ha visto como su coste se multiplicaba por cinco en un año, el del petróleo se ha duplicado en ese periodo. A pesar de las fluctuaciones, el barril de Brent no baja de los 100 dólares. Una situación que contrasta con la que se produjo durante la pan de mi a hace tan solo unos meses, cuando el precio del barril bajó hasta los 40 dólares y el problema, en lugar de escasez como se habla ahora, se centraba en la falta de espacio donde alma cenar el excedente de petróleo que no se estaba usando con la economía parada.
Los precios van variando en función de los anuncios de nuevas sanciones a Rusia, que disparan el barril, o del apuesta de nuevas reservas en el mercado, que lo hacen bajar como sucedió hace unos días tras el anuncio del presidente estadounidense John Biden de una liberación histórica de 180 millones de barriles. A esto se suma la intención de los países miembros de la Agencia Internacional de la Energía( IEA en sus siglas en inglés) de liberar otros 60 millones de barriles de las reservas de emergencia de los países y la búsqueda por parte de Europa de nuevos suministradores.
No hay que olvidar que Rusia exporta cada día entre siete y ocho millones de barriles de crudo y otros productos derivados, según la IEA. «La perspectiva de interrupciones a gran escala en la producción de petróleo de Rusia amenaza con crear un shock mundial. Estimamos que desde abril, la producción rusa podría perder tres millones de barriles diarios a medida que se impongan las sanciones y los compradores eviten las exportaciones. La OPEP, por ahora, se apega a su acuerdo de aumentar la oferta en modestas cantidades mensuales. Solo Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos tienen una capacidad adicional sustancial que podría ayudar de inmediato a compensar el déficit», dice su informe del mercado de petróleo de marzo.
La economía moderna está construida sobre el llamado oro negro. El petróleo contiene mucha energía en poco volumen y tiene unas características que lo han convertido en casi una solución mágica para muchos sectores como el transporte, la producción energética, la fabricación de plásticos o fertilizantes, etc. Actualmente se consumen en el mundo 100 millones de barriles (España supone un 1% de este total, es decir, gasta un millón de barriles cada día). Si se miran las reservas del mundo, casi se podría decir que queda crudo para rato. El petróleo se encuentra en 14 países, ocho de los cuales son miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Esta organización concentra el 81% de las reservas de todo el mundo. Venezuela es el país con las mayores reservas; cuenta con más de 300.000 millones de barriles de petróleo. Arabia Saudí cuenta en su haber con 266.500 millones de barriles y es el país árabe con mayor producción de crudo. Después están Canadá, con unos 170.000 millones de barriles extraídos de las llamadas arenas bituminosas (es más caro de extraer); Irán que tiene unos 158.000 millones de barriles e Irak con unos 140.000. Un caso curioso es el de Estados Unidos, convertido recientemente en primer productor de crudo del mundo, debido a la apuesta por la extracción a través de la fractura hidráulica. Hacia 2010 EEUU producía cinco millones de barriles diarios y a mediados de 2019 alcanzaba los doce millones de barriles por día.
Sin embargo, no es su abundancia sino la posibilidad de extraerlo y su coste lo que nos está aproximando al conocido como pico de producción, que algunos analistas creen que se producirá sobre 2026-2028. «Se tiende a creer que hay muchas reservas en el subsuelo, y las hay. El problema es la velocidad. Por mucho dinero que tenga, si para extraer un barril estoy perdiendo más energía que la que me va a dar ese barril, no salen los números. En la extracción siempre se llega a un máximo, a partir de aquí se produce un declive», explica Antonio Turiel, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El primer líquido atrapado en el subsuelo sale fácilmente al hacer un pozo, pero a medida que se extrae, la roca donde se encuentra se comprime y cimenta haciendo que cada vez sea más difícil la extracción. De ahí que se haya recurrido al uso de técnicas alternativas y más caras como la fractura hidráulica, que consiste en inyectar agua a presión para romper la roca. «Es lo que explica lo que está pasando con el diésel. El petróleo de buena calidad tocó techo en 2005 y esto está provocando un problema de escasez», apunta el investigador del CSIC.
A pesar de que el coste de extracción es cada vez mayor, «el ritmo del consumo (entre 100 y 120 millones de barriles diarios) y producción se va a mantener al menos hasta mediados de siglo. Hay que tener en cuenta que al hablar de energía primaria dependemos hasta un 70% de los hidrocarburos. Debemos rebajar su uso, pero también ver la transición como una rampa y no como una escalera, en la que en cada peldaño hay que sustituir una tecnología por otra», dice Ramón Rodríguez Pons, subdirector de la ETS de Ingeniería Geológica y Minera de la Universidad Politécnica de Madrid.
El profesor considera que el debate sobre cómo llevar a cabo la transición ecológica se ha reabierto en Europa. Y es cierto que hace unas semanas la UE incluía la nuclear y el gas en la taxonomía de las actividades que considera verdes. «Se ha pecado de ingenuidad y se ha dejado de invertir en exploración y si no se invierte, los precios de la energía seguirán aumentando. Yo a corto plazo no veo que el petróleo vaya a bajar de los 100 dólares», dice. Un argumento, el de la falta de inversiones, en el que coincide Elena Díaz Aguilar, profesora del departamento de Gestión Financiera de la Universidad de Comillas: «En los últimos 10 años ha habido muchos cambios estructurales que explican la situación actual. Desde 2014, un poco por el precio y otro por la lucha contra el cambio climático, se ha perdido mucha inversión en nueva capacidad de producción y desde la recuperación post-Covid ha aumentado la demanda, pero no la oferta. Con la transición parecía razonable no invertir, pero cuando se dan shocks geopolíticos como el de Ucrania no tenemos cómo reaccionar», explica.
Incluso la IEA considera difícil que en el corto plazo Occidente se pueda independizar del petróleo ruso y hace unos días publicó una guía con consejos para reducir el consumo que van desde potenciar el teletrabajo y evitar viajes no necesarios... A medio y largo plazo: «el modelo de independencia que se plantea está basado en la energía renovable eléctrica, pero la electricidad es una forma de consumir energía minoritaria. La primera pega que tiene esto es que depende de materiales que no tenemos y que hay que importar. Otra pega: la dependencia de los combustibles fósiles. Muchos de estos materiales se extraen, se procesan o transportan consumiendo fósiles. Estamos en una fase procolapsante y se necesita un modelo de transición diferente y realista, que empiece por reducir el consumo de energía y materiales. Lo cual no es sencillo», afirma Turiel, investigador del CSIC y autor de «Petrocalipsis».
El vaivén de los activos fósiles
El conflicto, que marca los precios de petróleo y gas, está dando un respiro momentáneo a los activos fósiles. «La noción de activo “varado” o “bloqueado” surge a principios de los años 2010 de la mano de la organización Carbon Tracker. Se trata de activos que terminan valiendo menos de lo que estaba previsto», explica AFP en un reciente reportaje. Los acuerdos de París de limitar el calentamiento a 2 °C o 1,5 °C bloquearán estos activos relacionados con las energías fósiles o eso al menos es lo que advierten los expertos del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) en su último informe, publicado el lunes. Todo a pesar de la guerra. El impacto económico podría ascender a miles de millones de dólares, señalan desde AFP, por lo que se urge a las empresas propietarias de dichos activos a acelerar su transición energética si no quieren ver como parte de sus inversiones pierde de valor con la lucha contra el cambio climático. «De Azerbaiyán a Angola, pasando por Arabia Saudí o Nigeria, los países productores podrían perder en dos décadas muchos ingresos», advierte Carbon Tracker.
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