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La contra
«La alimentación es un derecho, no un favor a nadie»
Marco Gordillo
Director de campañas en Manos Unidas

En el marco de las celebraciones del Día Mundial de la Alimentación y del Día Internacional para la Erradicación de la Pobreza esta semana, expertos de varios países convocados por la ONG Manos Unidas se han reunido en Madrid para reflexionar sobre la incidencia del hambre en el mundo y los desafíos para alcanzar el ODS «Hambre Cero» en un mundo en el que de acuerdo con la FAO todavía 673 millones de personas (8,2 % de la población mundial) pasaron hambre en 2024, una cifra que se mantiene por encima de los niveles antes de la pandemia. El profesor, filósofo y experto en temas de alimentación sostenible Marco Gordillo fue uno de los moderadores.
¿Cuál es el panorama del combate al hambre en el mundo?
El hambre posiblemente sea la expresión más radical de la pobreza y por eso es crucial en cualquier esfuerzo que pretenda luchar contra ella. Los datos de la FAO nos dicen que actualmente perviven casi 700 millones de personas con desnutrición crónica. Es un número muy grande, que equivale a una vez y media el conjunto de la población europea o más de 13 veces la española y al cual habría que sumar unas 2.000 millones de personas que están en un nivel grave de escasez de acceso a los alimentos. Gran parte de la población mundial está en una situación de hambre real y cotidiana, que es para no dejarnos indiferentes. Pero la foto se completa con otra realidad que los especialistas vienen abordando desde hace tiempo y es la sobreproducción de alimentos. El hambre no es un problema de producción, porque no nos faltan alimentos, sino de accesibilidad. Muchas comunidades no tienen acceso a lo que les permitiría generar alimentos; tierra, agua, semillas, fertilizantes o créditos.
¿Qué papel juega la tecnología y el cambio climático?
El deterioro del medio ambiente dificulta la producción de alimentos... sequías, lluvias erráticas, procesos de erosión, etcétera, hacen cada vez más difícil que la gente pueda producir. Algunos han llegado a necesitar plantar monocultivos, que en el mercado tienen mejores rendimientos, como los de café, maíz o soja y eso acaba por minar sus posibilidades de crear sus propios alimentos. El 80% de las personas más pobres del mundo viven en zonas rurales. Estas familias tienen que dedicar más del 70% de sus ingresos solo a la compra de alimentos. En países como España, no dedicamos más del 10-11%. Por otro lado, es indudable el crecimiento de las capacidades de producir alimentos gracias a la tecnología, pero existe una concentración en países y corporaciones del control de la producción y la distribución de alimentos. De hecho, no encontramos más de 10 grandes multinacionales detrás de cada paso de la cadena alimentaria.
¿Cómo enfrentan la lucha contra el hambre los Gobiernos?
Lo primero que habría que decir es que alimentar a la población no es un privilegio de personas ricas y tampoco es un favor que hacemos a personas pobres, es un derecho que hay que garantizar. En ese sentido hay una serie de iniciativas interesantes: En Latinoamérica, por ejemplo, se creó el Frente Parlamentario contra el Hambre, que ha unido a parlamentarios de todos los países con la única finalidad de reflejar en sus normativas nacionales, la alimentación como derecho, lo que da un marco de referencia para cuando llegue el momento de los presupuestos. La UE, por su parte, hace un par de años sacó el famoso Pacto Verde Europeo, con la estrategia «De la granja a la mesa», que plantea una reducción del 50% en el uso de químicos en el cultivo o destinar un 25% de superficie al cultivo ecológico. A nivel global, los sistemas alimentarios contribuyen en casi un 40% a los gases de efecto invernadero, y si queremos cumplir con París habría que dedicar al menos el 20% de la financiación a sistemas agroalimentarios (a día de hoy no es más de un 4%). Además está la deforestación y la pérdida de biodiversidad... Para Manos Unidas, la agricultura familiar es una opción estratégica. Un estudio de la FAO decía que en el mundo había unos 500 millones de pequeñas propiedades (10% de tierras cultivables) -200 millones sólo en China- que suponen más del 20% del total de los alimentos que se producen en el mundo sin grandes inversiones ni infraestructuras dañinas para el medio ambiente.
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